ENTROIDO

El Oleiro acaba en los bares y aplaude a Lulo

DOMINGO OLEIRO
photo_camera Un momento del juego de las olas, en la praza Maior, el punto en el que se celebra la primera parte del Domingo Oleiro. (ÓSCAR PINAL)

La capital limiana celebró el segundo Domingo del ciclo festivo rompiendo centenares de olas y vestido de época. Le pusieron mucho "sentimento"

El polvo del barro hecho añicos sube hasta los balcones de la praza Maior de Xinzo en el Domingo Oleiro. Y a los de las calles del casco antiguo. Y a los de la plaza Oriente, donde crece la expectación por saber quién rompe la última ola en el centro de la fiesta. Desde arriba no se duda en lanzar una maceta o recibir una ola para que la lance el pequeño de la casa ante la mirada del público y la charanga que repite eso de que en Xinzo, "o Entroido é un sentimento". Desde abajo, la puntería va seguida de aplauso. Los menos habilidosos se llevan la burla de los colegas y del espectador. Hasta el gaitero parece que se ríe. Hace falta técnica y años de experiencia. Que se lo cuenten a Julio Martínez, más conocido–y ovacionado– como O Lulo. ¡Cuántos abrazos se llevó el hombre! 


Una historia de amor


El juego que da nombre al segundo domingo del ciclo del Entroido más largo de España consiste, en esencia, en el lanzamiento de olas de Domingo Oleiro, Xinzo.barro entre una veintena de participantes que se reúne en círculo. Van pasándoselas en orden o se cruzan. Y no puede caer al suelo. Unos dicen que el juego nació de una historia de amor, aunque esto puede ser rumorología popular. Al parecer, antiguamente los hombres de la villa iban al río. Allí estaban lavando las mujeres. Ellos les "robaban" estas vasijas de barro, pasándoselas unos a otros, mientras ellas trataban de arrebatárselas. Ese es el relato popular. Ahora bien, lo de que el que la rompe la paga, es una realidad. Los participantes que dejan caer la ola al suelo, tienen que invitar a cuncas de vino al resto. Eso viene luego, en los bares. Allí la declaración de Interés Turístico Internacional centra después el debate informal. Que si la gente va a seguir viniendo igual, que si esto ya se conoce de sobra, que si va a ser un impulso...

A las cinco de la tarde, puntuales, se lanzaron las primeras olas en la praza Maior después de que el carro de las olas llegase al epicentro de la fiesta desde el Museo Galego do Entroido. A los pocos minutos, el público–el que consigue entrar en contacto visual con la escena en una plaza abarrotada–va sabiendo quién controla más y quién tiene todas las papeletas a dejarse los cuartos en cuncas de vino. Entonces se suceden varios personajes en la escena. El Meco que se colgó en la jornada anterior, testigo de todo. 

El lanzador profesional, que consigue abrir la boca de los asistentes porque su ola va recta al contrincante. No da ni una vuelta en el aire. Digamos que hace un juego bonito. Está el estratega, que disimula bastante bien que la ola va cargada de harina y agua antes de que llegue al contrincante. A este, lo más probable es que se le caiga porque no espera tal peso. Es el que se lleva las burlas. El poco habilidoso. El público llega a corear su nombre y le recuerda lo del vino. Este se lo toma con humor y afina la puntería. También está el público, que puede recibir alguna de las olas cargadas de harina, agua o caramelos si uno de los participantes la envía hacia atrás. 


La estampa del Domingo Oleiro es algo diferente a la de hace unos años porque los amantes de este Entroido ancestral echaron la vista atrás para ir recuperando tradiciones


Los vecinos seDomingo Oleiro, Xinzo. visten de época durante todo el fin de semana del Oleiro. Vestimenta de los años 20 o 30. Ropa oscura, boina y el pañuelo en la cabeza atado al cuello, un clásico. Se da la circunstancia de las réplicas. Padres y niños muy pequeños vestidos exactamente igual. Pelo blanco, ropa negra y andador–que no suena muy a principios de siglo–pero la intención es lo que cuenta. De hecho, la rumorología popular también dice que con vestir todo aquello que se asemeje al concepto de "ropa vieja", también vale. Y así van trajeados los participantes del Oleiro, que van dejando la plaza cubierta de trozos de barro.  

Cuando van quedando menos olas en el carro del Entroido, la fiesta se mueve a las calles del casco antiguo y llega hasta la praza de Oriente. Los participantes saben que se está acabando el juego y hay expectación. O Lulo también lo sabe. El hombre, uno de los participantes más veteranos del Domingo Oleiro, está en su zona. Allí, frente a su bar "Lulo", rompió la última ola en el centro de la plaza. Se llevó la ovación del público. Aplausos, besos y abrazos. Hay hasta quién le hace la reverencia al hijo, que está observando la escena. La tradición dice que la última ola se rompe en el centro de la praza de Oriente. Entonces, el participante que la rompe se lleva el aplauso. Le tocó al "Lulo", el del juego bonito, cerrar el Domingo Oleiro. El "sentimento" continúa.

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