reportaje

A lomos de la felicidad en Allariz

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photo_camera Elsa Pérez, en el centro de la imagen, acompaña a los usuarios de Limisi durante una sesión.

La dopamina, también conocida como la hormona de la felicidad, se multiplica por si sola entre aquellos que comparten cepillados, paseos y hasta abrazos con los burros de Andrea, la asociación que cumple diez años trabajando por dignificar al burro del siglo XXI.

Hace diez años que, a cuatro patas, Margari pisaba por primera vez suelo alaricano con la incertidumbre de quien busca un nuevo hogar. Hoy es la veterana de una manada de 16 ejemplares que se ha convertido en el icono de San Salvador dos Penedos y de la Asociación Andrea.

Los programas terapéuticos son la punta del iceberg del trabajo que desarrolla el tándem formado por David Lema, especialista en psicomotricidad adaptada y mediación terapéutica con animales, y Elsa Pérez, psicóloga clínica. Un sueño que empezaron hace más de una década en Pontevedra, pero que desde el año 2008 han hecho realidad en San Salvador dos Penedos, devolviendo a la vida una aldea semi-abandonada junto al camino de Santiago, con actividades de ocio, apartamentos turísticos y la elaboración de jabones de leche de burra que ellos mismos se encargan de vender en ferias y mercados de la zona.

Ahora mismo, tras el éxito del programa de pastoreo controlado que permite que los animales estén en un régimen de semi-libertad, "estamos estables. Los burros están fenomenal, por lo que seguiremos en nuestra lucha para dar a conocer los beneficios terapéuticos del trabajo con los burros, tanto a nivel psicológico como de psicomotricidad", señala Pérez, quien reconoce que en la última década "se ha avanzado mucho en el tema de la sensibilidad, pero todavía queda mucho para estar a niveles de Francia, donde hay burreros profesionales".

Ver en directo la interacción de los usuarios, personas mayores y jóvenes con diferentes grados de dependencia o discapacidad, con los asnos es el mejor argumento. "Salen más relajados. Está demostrado científicamente que aumenta el nivel de dopamina del cerebro, que es el lubricante social que potencia el acercamiento", subraya Pérez en plena sesión con los usuarios de la Asociación Limisi, en un programa cofinanciado por la Deputación de Ourense. "Destacaría cómo cambian la idea del trato con el animal y cómo pierden el miedo. Alguno no se acercaba a un perro pequeño y ahora ¡mira!", comenta Estefanía López, trabajadora de Limisi, señalando a Toño, Bruno, Estefanía o Marta quienes, sin preámbulos y en cuestión de minutos, se ganan el cariño y la confianza de los animales. "Eu tiña unha burra na casa, Cuca, pero estaba para traballar", explica Toño, quien está más a gusto con la nueva función que tienen los asnos, "darlles agarimo, cepillar os seus lombos, pasealos", describía mientras que otra usuaria, Araceli, enumeraba uno a uno a los asnos de Andrea "cada uno es especial", matizaba.

Los burros no son una herramienta para Andrea, sino su leitmotiv. En diez años, el colectivo le ha buscado un nuevo hogar a unos 200 ejemplares, debido principalmente al fallecimiento o enfermedad de su propietarios, y tienen 50 familias en lista de espera para adoptar. 

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