FABRICANTE DE GUITARRAS

Un lutier de lujo en Allariz

20.11.14.ALLARIZ.TALLER.GUITARRAS.SABRAFEN.CARLOS.BARRAFEN.LUTHIER.
photo_camera Carlos Sabrafen.

El prestigioso lutier Carlos Sabrafen acaba de establecer su taller en la villa ourensana de Allariz, tras treinta años de intensa y reconocida actividad en la capital madrileña 

En Allariz ocurren cosas extrañas. Las tiendas cierran los lunes, pero abren el domingo. Los sábados noche, en vez de botellón, organizan “rueiros” literarios de bar en bar. Los burros no arrastran cargas, más bien se concentran en mejorarles la atención y arrancarles una sonrisa a personas con discapacidad. Hallarán pasteleras que tejen cestos enormes que luego se convierten en cunas de nietos… y hasta a un experto en empresa titulado en Estados Unidos le da por embotellar vidrio con su propia cerveza, casera y alaricana. Quizás tanta rareza y su entorno hayan pesado en la decisión de una pontevedresa y un catalán criado en Madrid para convertirse en vecinos y residentes de Allariz, incrementando así el número de expedientes notables que hacen de la villa ourensana refugio del arte y el emprendimiento.

Ella llegó primero, él en el mes de mayo. Y lo hizo preñado de la primera guitarra eléctrica alaricana aunque de firma señera: Sabrafen. ¿El parto?, días atrás y en la soledad del todavía establecimiento sin rótulo de la avenida 25 de xullo; ¿la criatura?, la de la imagen. Su destino, Madrid, aunque de propietario no conocido, porque Carlos, que así se llama este lutier que le ha dado forma, prefiere no hablar de sus clientes: “Los tengo conocidos, y sí, famosos. Pero creo que debo tratar a todos por igual. De hecho, Eric Clapton sería igual de bienvenido que cualquier rockero de un grupo desconocido”. Respetando sus reservas, me invita, sin embargo, a “que uses tu información”. Y si lo hago, descubro que sus guitarras son seleccionadas –entre muchos

otros– por uno de los principales exponentes del rock y el blues español, ese mismo que es capaz de subirse al escenario y de manera simultánea con Santana, Andrés Calamaro o el mismísmo Prince.

Nació en mayo del 60 en Barcelona, pero le llevaron a criarse a Madrid. Precisamente, a esa ciudad de la que dice “haberse aburrido porque han matado una cultura nocturna que probablemente nunca volverá. Molestaba, pero no sólo por el ruido, sino también por otras cuestiones”. Allí, conoció a la perfección su incipiente movida hasta convertirse en partícipe activo de ella. Curioso es que un artista de la madera militase en Plástico, su banda más reconocida y de cuyas filas emigraron, a la vez que él cumplía con la patria, integrantes de grupos como Olé Olé, La Unión, Parálisis Permanente o los Hombres G.

La formación castrense le dejó de nuevo en la capital para ya forjar su taller de lutería que sólo movería de allí con este último y parece que definitivo y único traslado. En todos estos años, ya más de treinta, salieron de sus manos “alrededor de un centenar de guitarras, lo cierto es que soy un poco desastre hasta para eso, nunca he llevado la cuenta, pero sí te puedo decir que no soy muy prolífico, suelo construir dos o tres al año”. Ha logrado especializarse en la guitarra eléctrica porque “la acústica clásica nunca me ha llamado mucho la atención”, teniendo que realizar encargos tan variopintos como un bajo de dos mástiles –uno con trastes y otro sin él– o hacer sonar una guitarra fabricada en cerámica.

La primera Sabrafen

Su modestia –tan amplificada que nunca decidió abrirse exponencialmente a un mercado que seguro se lo agradecería– le impide confirmar las excelentes referencias que el sector ofrece de su trabajo y sus resultados; el primero de ellos, fruto de los trocitos que el argentino y rockero Morisle donó de una guitarra expresamente destrozada para una fotografía, reparación que acabaría por convertirse en la primera Sabrafen de la historia y que Carlos lamenta haber vendido.

Huye del autocad, sus diseños “son a mano alzada y con el cliente”, al que deja libertad para elegir una estética que “nunca debe reñirse con la física y la mecánica del instrumento… aunque sí puede hacerlo con la ergonomía”. Y tiene tanto respeto por el material que transforma que siempre guarda “todos los trocitos, porque esto no es leña”. Puede que no tire los que salgan de su trabajo, pero desconozco si hará lo mismo con el de sus alumnos, con los que espera contar en el próximo proyecto que tiene en mente para Allariz.

Es tanto el conocimiento y experiencia que atesora, que resulta difícil concentrar y relatar muchas de las cuestiones abordadas. En poco más de dos horas, a quien suscribe le ofrecieron -gratis- una improvisada lección magistral de la importancia de la madera en la fabricación del instrumento que el americano Fender popularizó. Tanto es así, que cuenta como uno de los mayores y más prestigiosos fabricantes de guitarra clásica española, Romanillos, le narró en su día “las excursiones que se daba con los leñadores por los bosques de los Cárpatos seleccionando los abetos que 20 años después utilizaría para la construcción de sus instrumentos”. “La madera es la voz de la cuerda -prosigue-. Si quieres realzar en un instrumento los agudos, deberás utilizar maderas exóticas. Aunque quizás tengas que compensar ese característica con un mástil más elástico, que realza los graves”.

Probablemente no veremos una Sabrafen de castaño o roble porque sus materias primas de cabecera son la caoba, el arce, el nogal y las maderas tropicales: “El castaño y el roble, del que en Galicia tenéis mucho, no son muy adecuados por su inestabilidad”. Prefiere utilizar la técnica del mástil encolado (aquella en la que el instrumento nace de la unión de dos elementos encajados y debidamente pegados), aunque también ha fabricado guitarras de cuerpo entero o de mástil atornillado. Y cuenta, en esa apresurada lección, cómo algunos fabricantes en serie avejentan deliberadamente guitarras recién construidas con humo de tabaco para convertirlas en las “relic”.

Te puede interesar