MÚSICA

De la jukebox a spotify: el agujero de gusano

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Los tiempos cambian y la tecnología corre más que el paso de las generaciones. Desde las películas americanas donde el Jukebox era un elemento fundamental, hasta nuestros días con Spotify como plataforma preferida para consumir música

Hay ocasiones en las que cuando uno empieza a escribir para relatar determinados sucesos, acontecimientos o peculiaridades del mundo de la música, se le olvida -momentáneamente- que se va cumpliendo años, que hay un nuevo fenómeno social llamado “milenials” para los cuales la forma de entender, consumir y apreciar la música ya no tiene absolutamente nada que ver con la que no tuvimos no ya sus padres, sino ni siquiera sus hermanos mayores y que por tanto, se cuestiona uno hasta que punto puede tener interés para la generación del tweet, el instagram intrascendente o el like a un Facebook del que no se lee más que el titular -casi siempre manipulado- cosas como de la que me voy a ocupar hoy. Pero tras darle una, dos y hasta tres “pensaditas”, como dice un buen amigo mexicano, voy a escribir este artículo en la confianza de que despierte alguna curiosidad. Ciertamente, y eso es algo que aprecio muy positivamente en muchos jóvenes de edad “milenial”, es que son enormemente curiosos. 

Cualquiera que haya visto por ejemplo, películas como "American Graffitti", por supuesto la mítica escena de la cena de Uma Thurman y John Travolta en el "Jack Rabbit Slim" y su concurso de baile en "Pulp Fiction", o incluso si se es seguidor del cine español, la secuencia de Paco Rabal en "Truhanes" poniendo una y otra vez "La Zarzamora" en la Jukebox de una taberna de la Plaza mayor de Madrid, sabrá que hubo un tiempo en el que existió un curioso artefacto que en América se llamaba "Jukebox", en el cual, previo pago de un dólar -en España, una moneda de 5 pesetas de los 70- se podía seleccionar un disco de los que estaban almacenados en ese mamotreto que ocupaba lo que un armario ropero, pero que tenía el encanto, sobre todo para los que no lo habíamos visto nunca, de ver como tras tragarse la moneda y elegir la canción que querías escuchar, la máquina sacaba ante tus ojos el disco, lo ponía sobre el plato y desplazaba el brazo del tocadiscos al single que habías pagado. Personalmente, tuve la suerte  siendo niño de ver una de las últimas Jukebox que seguramente existieron en Xixón, y presencié ese ritual, aunque la canción que eligieron mis padres no puedo decir que fuera especialmente de mi agrado. 

foto_papeles_2_septiembreComo siempre, pongamos las cosas en contexto: específicamente en el mundo del rock'n'roll, hasta que llegó el rock a la radio después del escándalo Payola de manera realmente relevante, tanto en Inglaterra como en Estados Unidos, pasaron varios años en los que salvo espacios muy concretos y determinados, las Jukebox, las máquinas de discos, se convirtieron en el único -y en gran medida en el más importante- medio de difusión del rock en los ballrooms, los bailes de fin de curso de las fiestas de las escuelas de enseñanza secundaria, los billares, en fin, en todos aquellos lugares en los que se reunía gente con el anhelo de escapar de aquellas sociedades pacatas, con una moral ultraconservadora, en las que el mero hecho de bailar rock'n'roll se consideraba un pecado y una incitación a una suerte de lujuria pseudo-diabólica. A lo largo de los años 40, 50 y 60, las Jukebox fueron las poseedoras del filtro amoroso que conectó a innumerables parejas que decidieron hacerse novios -o algo más o algo menos, según gustos- mientras escuchaban y bailaban esa canción que la máquina reprodujo tras su ritual de la entrada de la moneda correspondiente. 

Que nadie pueda acusarnos de no ser rigurosos con la historia: Un dato a mi juicio sorprendente, que de hecho debo reconocer que no conocía y que me ha resultado sumamente interesante acerca del origen de las Juke-Box, es que contrariamente a como se pudiera pensar, no nacieron ni en Gran Bretaña ni en Estados Unidos, sino en Suiza. Y no precisamente en ninguna sala de baile ni local recreativo, sino en las estaciones de tren. Se instalaron allí con el objetivo de hacer más llevadera la espera a los viajantes que esperaban sus trenes, y curiosa o paradójicamente según se mire y a pesar de que la tecnología con la que fueron construidas obviamente distaba mucho de tener la calidad que puede ofrecer la industria actual, lo cierto es que han sobrevivido con una resistencia admirable, y aún pueden ser contempladas en varios museos del país helvético. 

El término "jukebox" empezó a usarse en Estados Unidos a partir de 1940, aparentemente derivado del uso familiar "juke joint", derivado de la palabra de Gullah "juke" o "joog" que teóricamente significa desordenado, ruidoso o pérfido. En las primeras máquinas que empezaron a comercializarse en América en esos años, las Jukebox incluían un contador que registraba la cantidad de veces que una canción había sido solicitada, con lo cual existía la posibilidad de que los registros más exitosos o más solicitados se mantuvieran y pudieran cambiarse al cabo de un tiempo determinado aquellos que no tuvieran la suficientemente demanda por parte de los clientes del local. 

Ante el éxito de este invento, muy pronto en Estados Unidos se disparó la demanda de Jukebox para restaurantes, salas de fiestas para hoteles, clubes y ballrooms. Llegó incluso a desarrollarse una tecnología que permitía en determinados establecimientos, seleccionar las canciones que querían escuchar desde la propia mesa del cliente por control remoto. Un ejemplo de estas máquinas fue la Seeburg 3W1, introducida en 1949 como compañero de la Jukebox Modelo 100 de 100 selecciones. El sonido estéreo se hizo popular a principios de la década de 1960, y las máquinas de la época fueron diseñadas con amplificadores incorporados para proporcionar a los clientes una muestra de esta última tecnología mucho más evidente.

Aunque la imagen clásica de la Jukebox esta asociada a los años 50, al rock'n'roll de Elvis Presley y a "Peggy Sue se casó" y el concepto que se tiene de ella es la de un objeto puramente "vintage", esta es la razón por la que en estos días, que se conmemora los 100 años de su primera patente comercial experimental, hay que reivindicar su vigencia más allá de su valor decorativo para cualquier Hard Rock Café, Tony Roma's o hamburguesería tipo "Pulp Fiction". Es más, la Jukebox se recicló perfectamente en los años 80 para reproducir discos compactos, y en los 90 los últimos modelos han sido perfectamente adaptados para reproducir DVD's, Blu-Rays e incluso para ser conectados a Internet y reproducir la música solicitada a través de YouTube, Spotify o cualquiera de las plataformas que en la actualidad acaparan la difusión de la música popular a nivel masivo. 

Quizá esto reste, por decirlo de alguna forma, romanticismo al disfrute de la música en determinados escenarios y situaciones, especialmente en el caso de que se conserve en el imaginario colectivo esa visión, esa concepción de la Jukebox como ese elemento "vintage" cuya mayor utilidad es más la decorativa que la musical. Bien, parte de ese discurso puede comprarse si lo asociamos a ese romanticismo -¿caduco?- de John Travolta y Olivia Newton-John en la película "Grease", a los años 50 de los Estados Unidos y a los comedores de hamburguesas en los Tommy's Mel. Pero es un error considerarlo así. Las Jukebox por supuesto son un precioso objeto de decoración que a muchos nos gustaría tener en casa -no me importa confesarlo, a mí el primero- pero que sigue cumpliendo la misma función de conocimiento y difusión de la música, sobre todo en el rock'n'roll, que tuvo en los años 50 al poder ser conectada a las plataformas y dispositivos que nos permiten conocer, compartir, intercambiar y difundir la música.

Aunque la música sea -teóricamente- gratis en Internet, si tienen ustedes la oportunidad de gastarse un euro en una Jukebox, háganlo. No por sentirse como Mickey Rourke, John Travolta o Ray Liotta, sino por vivir la música como se vivía en un tiempo en el que la música tenía un valor muy distinto del actual. Si de verdad la música significa algo importante para ustedes, me lo van a agradecer. Ya lo verán.

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