LOS PAPELES DEL ROCK

Michael Bloomfield: el gran mito desconocido del blues

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photo_camera Las grandes figuras del rock y del blues nunca ocultaron su admiración por este joven nacido en Chicago.

Veía el blues mucho más que como un estilo musical. Lo interiorizó, lo incorporó a su ADN y vivió para escucharlo, vivirlo y tocarlo

 

A Bob Dylan se le pueden criticar muchas cosas, pero nunca el que no haya tenido ojo para elegir a sus acompañantes, capacidad en la que ha demostrado ser un auténtico cazatalentos. No hace mucho tiempo que hablábamos en estas mismas páginas por ejemplo de The Band, el grupo con el que Dylan conoció sobre todo a lo largo de los años 70 muchos de sus momentos más brillantes. 

Sin embargo, no todos de los hallazgos musicales del autor de "Blowing In The Wind" obtendrían el éxito y el reconocimiento sin duda merecido, y en este sentido, quizá el caso más emblemático sea el de Michael Bloomfield, uno de los músicos "malditos" de la historia del rock pese a su talento, su calidad e impecable estilo como guitarrista, que deberían haberle puesto al nivel, al menos como ejecutante, de intérpretes como Eric Clapton, Jeremy Spencer o Jeff Beck. Es posible que por ello el propio Dylan, en un rasgo de generosidad que dice mucho a favor sobre él dentro de su controvertido carácter y su -quizá- merecida fama de persona impenetrable e inaccesible, le reivindicara quizá cuando nadie lo esperaba.  

Es el 15 de noviembre de 1980 en el Warfield Theatre de San Francisco y el judío errante está relatando una historia sobre un guitarrista que conoció en un club de blues de Chicago dos décadas antes: un adolescente flaco con una enorme melena de pelo negro rizado y un arsenal vertiginoso de riffs, acordes y esencias de Big Bill Broonzy y Sonny Boy Williamson. "Simplemente tocó genialmente e infinitamente mejor todo lo que yo podía tocar", se maravilla Dylan. "Y siempre me acordé de eso".

Dylan continúa explicando que, algunos años después, estaba grabando en Nueva York y necesitaba un guitarrista. Así que le llamó. "De todos modos" – concluye- "tocó en “Like A Rolling Stone” y está aquí esta noche. Señoras y señores ¡un fuerte aplauso para Michael Bloomfield!”

La multitud ruge cuando Bloomfield, de 37 años, aparece en el escenario y comienza a tocar la canción en cuestión. Se queda para otra, -se dice que fue “The Groom's Still Waiting At The Altar”- antes de irse tras un aplauso ensordecedor.

Fue el último concierto de Mike Bloomfield. Exactamente tres meses después, el 15 de febrero de 1981, el hombre que Dylan citó como "el mejor guitarrista que escuché nunca" fue encontrado muerto en el asiento delantero de su Chevrolet Impala. Una sobredosis de drogas fue la razón por la que dejó para siempre este mundo. 

Para muchos críticos y expertos especializados en el mundo del blues de finales de los 60, fue un guitarrista de unas cualidades extraordinarias pero al cual nunca se le valoró en su justa medida, a pesar de que su contribución al éxito de la Paul Butterfield Blues Band resultó absolutamente crucial. Tanto como el sonido de armónica del propio Paul Butterfield, uno de los muchos grupos que trataban desde Chicago de participar de ese nuevo sonido que poco a poco surgía de la fusión del blues eléctrico tocado a mayor volumen con las disgresiones sonoras que venían del rock de la costa oeste y de la psicodelia californiana. Tal y como aseveró el guitarrista rítmico del grupo, Elvin Bishop, "Nadie era tan bueno como Bloomfield. Técnicamente era un monstruo ".

El trabajo de Bloomfield con la Paul Butterfield Blues Band y más tarde como el creador e impulsor de ese irrepetible híbrido de soul-blues, Electric Flag, tuvo un profundo efecto en quienes lo rodeaban, hasta el punto de que el padre del blues eléctrico, Muddy Waters se refiriera a él como "un hijo de su sonido". Clapton siempre reconoció su influencia y colegas y coetáneos suyos como Carlos Santana, Jorma Kaukonen de Jefferson Airplane o Jerry García de Grateful Dead, le vieron como el punto de referencia para la guitarra expresionista en la era psicodélica. "Fue absolutamente el mejor guitarrista de su generación", dijo Nick Gravenites, cofundador de Electric Flag con Bloomfield. “Dylan pensó que lo era. Hendrix pensó que lo era. Clapton pensó que lo era. ¿Quién lo podría negar entonces?” 

Sin embargo, a pesar de todo su abundante talento, Mike Bloomfield nunca se sintió cómodo en el rol de guitar-hero al que estaba destinado. Detestaba la popularidad, siempre evitó estar en primera línea y ello unido a problemas de salud -sufría de insomnio crónico y de ataques de ansiedad- hacían de él una persona difícil de tratar, muy inestable psicológicamente e incluso con inesperados abscesos de irascibilidad que no le convirtieron en alguien particularmente sociable ni dado a moverse en los ambientes del rock'n'roll de la época.  

¿Rebelde sin causa? Su historia no es la de un chico de clase proletaria, abocado a la delincuencia, la pobreza o la cárcel, sino la de un chaval de buena familia. Nacido en una familia judía acomodada en el lado norte de Chicago, le dio la espalda a una prometedora carrera en el negocio familiar -su padre, Harold, fundó el imperio de suministros para restaurantes Bloomfield Industries- y desde su más temprana adolescencia hizo del rock and roll su forma de vida. Tras estudiar con una vocación infinita a Chuck Berry, Scotty Moore y Cliff Gallup, no obstante sería el blues el mundo en el que se sumergiría total y absolutamente para desarrollar su carrera. Los ídolos del rock'n'roll pronto dejaron paso en su cultura musical -quizá inevitable en una ciudad como Chicago- a Muddy Waters, Howlin 'Wolf, Otis Spann, Junior Wells y Magic Sam, a los que acudía a ver frecuentemente a los clubes de blues de la ciudad. 

"Cuando tocábamos en los pequeños clubes de blues en aquel entonces, casi no veías la cara de un hombre blanco a menos que fuera un policía"- recordaba Buddy Guy-  "Entonces, cuando Mike o Butterfield entraban sigilosamente, le decía a mi banda que escondieran el whisky porque pensaba que había dos policías. Pero estaban sentados allí escuchando como hipnotizados la música que hacíamos toda la noche, así que no podíamos bebernos el whisky hasta que se iban. Ni por asomo me imaginaba que solo estaban escuchando a Wolf, a Muddy y a mí ".

Michael Bloomfield veía el blues mucho más que como un estilo musical. Lo interiorizó, lo incorporó a su ADN y vivió para escucharlo, vivirlo y tocarlo. Toda su personalidad fluyó en un inmenso caudal de melodías, escalas, acordes y temas que emanaban del legado que absorbió de BB King, Albert King y Buddy Guy. Hasta tal punto que se sintió identificado a través del blues con la forma de vivir de los negros americanos a partir de sus propias raíces. "Los negros sufren externamente en este país", dijo una vez. “Los judíos sufren internamente. El sufrimiento es el punto de apoyo mutuo para el blues, seas negro, judío, gitano o mexicano"

Más allá de su trabajo con Paul Butterfield y Bob Dylan, desarrolló una magnífica carrera en solitario que triste e injustamente, nunca se correspondió con el merecido éxito comercial. Ahora bien, en donde mejor se puede apreciar y más se puede disfrutar de un talento como Michael Bloomfield es en los numerosos discos que grabó en directo, sobre todo a finales de los 60 y en formato jam-session. 

¿Recomendaciones? Escuchen entre otros, álbumes como "Super Session", masterpiece mítica de 1968 grabada junto a Al Kooper y Stephen Stills, "The Live Adventures of Mike Bloomfield and Al Kooper" (1968) o "Al Kooper and Mike Bloomfield: The Lost Concert Tapes" (1968). Apuesto lo que quieran a que después de escuchar esos grandes discos, Michael Bloomfield empieza a formar parte de su galería de favoritos si son ustedes amantes del más exquisito blues-rock.

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