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Tópicos románticos que aún hoy "nos" persiguen

Ninguna nación, "por naturaleza", está más peleada que otra con la razón, el progreso o la libertad, tampoco España.

Ninguna nación, "por naturaleza", está más peleada que otra con la razón, el progreso o la libertad, tampoco España, a pesar de que los viajeros románticos que se patearon la península Ibérica allá por el siglo XIX no lo creyeran así, un tópico que, como algún otro, aún nos persigue.

Así lo cree, al menos, Xavier Andreu Miralles, profesor de Historia Contemporánea especializado en la historia cultural de la nación española entre 1750 y 1850, autor de varios libros sobre literatura e identidad nacional en dicho periodo de tiempo.

"El descubrimiento de España", editado por Taurus, es su última "criatura" impresa, un libro en el que analiza cómo influyó el mito romántico de España en la construcción de su identidad nacional en las décadas centrales del siglo XIX.

"Muchos de los tópicos de aquella España romántica -asegura Xavier Andreu Miralles en una entrevista con Efe- siguen funcionando en la actualidad. Especialmente fuera de España, pero no sólo. También entre los españoles, aunque a lo largo del tiempo hayan ido modificándose".

A su juicio, "quizás" el elemento que más vivo se mantiene "es la creencia en la existencia de un carácter nacional español, que debe mucho a esa imagen romántica de España", con referencias a "la furia, la pasión, el gusto por la fiesta..." de sus ciudadanos. Carácter que se activa, por ejemplo, "cuando España o los españoles participan en grandes eventos deportivos".

La mirada extranjera contribuyó y contribuye, "sin duda", a configurar cómo "nos percibimos a nosotros mismos", apunta el profesor de Historia, para quien "a la hora de pensarse a sí mismos", los españoles han estado siempre "con un ojo mirando hacia fuera de la península", muy atentos a lo que se decía.

Ha sido así "al menos" desde el siglo XVIII. "La relación con Europa -continúa con su exposición- ha sido especialmente relevante. Los españoles se han visto siempre situados en Europa, pero han sentido siempre que no eran reconocidos plenamente como europeos". Y, por lo tanto, "como modernos".

Ello "ha influido mucho -insiste- en cómo pensaban su identidad, y lo sigue haciendo; y también ha influido en su vida social y política".

En un hipotético salto en el tiempo, si los viajeros románticos del XIX pudieran pisar hoy, en pleno siglo XXI, suelo español, "es posible", cree Xavier Andreu Miralles, que "no reconocieran aquel país que habían leído en novelas y cuentos románticos y orientales, o que, al menos, les costara mucho más encontrarlo". O quizás "no tanto", apostilla.

Viajeros que se acercaron a España "textualmente", sostiene Andreu Miralles, que advierte: "muchas veces veían y encontraban aquello que esperaban ver y encontrar".

Una afirmación que ilustra con un ejemplo: "Nada más llegar Théophile Gautier se admiró en la primera ciudad que visitó del `blanco árabe` de sus edificios o de las `miradas ardientes` de sus mujeres. Estaba en Irún", cuyos habitantes "no creo -dice- que se reconocieran precisamente en esas apreciaciones orientalizantes".

Durante los años de la crisis económica, desde el norte rico se ha culpado al sur indolente, perezoso y fiestero, entre otras lindezas, de hacer poco por combatirla. Tópicos que no son nuevos.

"No creo -apunta Xavier Andreu Miralles- que puedan atribuirse procesos que tienen lugar a principios del siglo XXI a situaciones que se remontan a más de un siglo y medio atrás. Las cosas han cambiado, y muchísimo, desde entonces. Los efectos de la crisis en el sur europeo se deben a causas y procesos sociales y económicos mucho más recientes".

Ahora bien, lo que sí es "quizás" interesante al respecto "es cómo una vez estalla la crisis, determinados tópicos o estereotipos, que son sólo eso, tópicos y estereotipos, vuelven a activarse para explicar nuestro presente", lo que pone de manifiesto "la fuerza que siguen teniendo en la sociedad actual esos tópicos para interpretar el sur".

Es significativo que, aunque la crisis no sólo ha afectado a los países mediterráneos -"sólo hace falta recordar -advierte- que estalló en los `modernos` Estados Unidos-, se ha atribuido en su caso en buena medida, y una vez más, "a un supuesto, e inmemorial, `carácter` o aptitud de sus habitantes".

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