ANÁLISIS DE LA JORNADA

Días de bocata y autocar

En un mundo lleno de competitividad reconcilia ver que hay muchas cosas que respetan la esencia de la base

En las últimas semanas, no sin cierta nostalgia, me han venido a la mente los días de bocata y autocar camino a alguna localidad gallega para disputar un partido, qué más da el deporte al que se pareciese eso que practicábamos.

Hoy, en un mundo en el que en muchas ocasiones son más importantes las filigranas en forma de botas caras y equipaciones bien rematadas, me encanta pensar en aquellas camisetas dadas de sí con patrocinadores de negocios que ya no existían, en el frío que se pasaba en el banquillo en invierno y de lo que se disfrutaba en sentado en la parte de aquellos autocares gigantes cuando no había demasiadas preocupaciones más allá del cole o las consecuencias por un boletín de notas demasiado 'discreto' para mis padres. Realmente tampoco importaba mucho el resultado, porque aquello era amor deportivo.

Desanimado por situaciones reflejadas en los medios, este año me he acercado a muchos partidos de base y he visto de primera mano que casi nada ha cambiado, por suerte. Los entrenadores pacientes, los bocadillos de después del esfuerzo y las mantas en el banquillo siguen ahí, a pesar de que en muchas ocasiones el propio deporte pase a un segundo plano por la presión irracional sobre el niño y por la competitividad de este mundo tan cruel por momentos.

Por eso, cuando veo a un chaval con su mochila y el bocata listo para ser devorado pienso en lo bien que se estaba ahí, peleando por un título que no llegó nunca, pero, ¿qué más da?

Eso era el verdadero deporte. La esencia de la formación y educación que no se debe perder para crear adultos del futuro.

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