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La envergadura de la victoria

photo_camera Rafita, del Bande, pelea con una de las torres de la UDO, Germán. (M. ÁNGEL)

El éxito de la UD Ourense se engrandece por el escenario, el peor enemigo en contra y donde un rayo de luz de su capitán iluminó una tarde tediosa

La previa lo avisaba. No era un partido de goles, tampoco de fútbol. Ni el tiempo acompañaba en la grada donde había pocos grados y muchas chaquetas. "Ni en Luintra tienen este frío. Este debe ser uno de los campos con la sensación de frío más grande", se atrevían a apostar con el café caliente entre las manos. 

Al finalizar el partido, los gritos se oían en el vestuario. En una puerta rebotaban los lamentos, en la otra se escuchaba la felicidad por los tragaluces. Al salir, ambos entrenadores se fundieron en un abrazo. Confidencias aparte, hubo deportividad. Chapeau. 

Porque esta vez fue el (poco) fútbol el que reinó, aunque siempre hay algún impresentable que abre una trampa. Y en ella cayó Presas en el peor momento. Se hizo daño, pero no a su equipo que cerró la trampilla ofensiva unionista, para olfatear un gol que jamás llegó. Merodeó y pasó de largo por el área. Prada fue un actor que necesitaba más tiempo. Quizás hubiera cambiado el guión o el resultado. O quizás no. Ahora ya nunca se sabrá. 

El técnico del Bande salía del vestuario con la furia interna de haber perdido más que tres puntos, pero con la fortaleza de que es un bache. Admitía que "el tamaño del campo perjudica". Y es que hay victorias que se sienten profundas. Tan hondas que calan en la plantilla y dan un enfoque pesimista al derrotado en una jornada en la que solamente había tres puntos en juego. Aunque en la grada se perciba como una final de Copa Diputación anticipada, no lo fue. Sentimientos que en una balanza se desequilibran. Los unionistas celebrando, los banduenses lamentando. Ninguno con la cabeza agachada, porque hay otro envite.

La envergadura de una victoria se escuchó. Los vítores eran la sinfonía del atarceder, donde se echó de menos a David Soares y Rubén Durán demostró que no es artificial. El capitán unionista es único. Un faro que iluminó la oscuridad en una tarde fría y aburrida. Valió la pena. Habrá segunda parte.

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