El Valladolid, otro club clásico de la liga ACB, encontró el camino hacia la victoria a partir del tercer cuarto.
Dice el entrenador serbio Bozidar Maljkovic que algunos periodistas "se beben un litro de vinagre antes de comenzar a escribir". En víspera de un festivo tan fúnebre, con la lluvia incrementando nuestra melancolía gallega, es mejor inspirar, estirar brazos, espalda y cuello y reflexionar, antes de teclear el maldito teclado cuyas letras 'a' y 'e' han desaparecido en acto de servicio. Y beber a pequeños sorbos una pequeña botella de agua mineral natural extraída de un manantial muy cercano.
Noche de 'Halloween' en el Pazo Paco Paz, con los peores monstruos y fantasmas posibles. Y no admiten truco ni trato. El buen comienzo del COB parece disiparse cual espejismo en el desierto. Los vicios y errores de antaño parecen reproducirse de nuevo sin posibilidad de exorcismo.
El Valladolid, otro club clásico de la liga ACB, encontró el camino hacia la victoria a partir del tercer cuarto. Poderío interior -se ha corrido la voz entre los rivales del equipo de Gonzalo García- defensa zonal inductora al abuso del triple por parte ourensana y la inestimable aunque breve ayuda del tirador Rakocevic. Eso bastó para adelantarse hasta 11 puntos en el marcador y sembrar el pánico más el desorden en el banquillo local.
Méritos del COB, defectos del Valladolid, la actitud legionaria de Suka Umu y una pequeña mejora en la defensa permitieron competir hasta los últimos minutos. En gran parte porque el Valladolid se empeñó en hacer todo lo contrario a lo realizado durante el tercer cuarto. Ningún gran boxeador -estos días se celebra el aniversario del célebre combate entre Ali y Foreman- dejaría salir en pie a un rival noqueado como era este COB.
Ni así. Porque además de valor, que se presupone en el soldado, es necesario plantear una táctica, un plan, una idea para desarrollar, previo estudio de los defectos del contrario.
Pese a todo, es posible que esta visión esté viciada por la peligrosa ingesta de dos botellas de 500 mililitros de agua. Puede ser, simplemente, una mala noche que no se repetirá. Un partido sin acierto en el tiro ni suerte en el arbitraje. El tiempo y el juego pondrán las cosas en su sitio.
