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Presidentes y sus fortalezas

Tras su etapa en la presidencia, Ribao tuvo que volver a Suiza a reponer su economía

Carlos Bermello y su hombre de confianza, Luis Baños, realizador del documental, trajeron la pasada semana uno de los buenos recuerdos de nuestro malogrado Club Deportivo Ourense. Algo que hizo añorar a tantos aquel fútbol que disfrutamos tanto tiempo domingo a domingo y año tras año  y que ahora con un largo esfuerzo tratan de recuperar esos “dos Ourense” que juegan en el estadio y  que no fueron capaces de unirse para acortar el camino de vuelta del fútbol nacional al Couto.
Mencionábamos el caso de aquel presidente que quería dejarlo agobiado por los problemas económicos del equipo-Arturo Fernández- y se le ocurrió ofrecerlo a la Peña Cortijo, que hablaba mucho de balompié a la hora del café y que debía  tener capacidad para sustituirle. Aceptaron y buscaron presidente.

Era costumbre que el presidente fuera ante todo, hombre respetable, con categoría social y con capacidad económica. Por dos razones: una, alejar cualquier duda de si accedían al puesto para “corromperse”-como pasa ahora en la política- y desde luego, para que cuando las cosas vinieran mal dadas –que iban a venir, seguro- el primer mandatario no tuviera problemas a la hora de echar mano al bolsillo propio y nivelar las cuentas.

Apagar fuegos en el despacho
Explicábamos hace una semana las circunstancias que se dieron, ciertamente favorables, para que Peña Cortijo y el presidente Florencio Álvarez  accedieran con mayor facilidad. Los políticos estaban interesados en recurrir al fútbol "para apagar fuegos ambientales" y llovió una especie de maná. Pero la Peña Cortijo se equivocaba si pensaba que Florencio, un hombre extraordinariamente generoso con las necesidades de su barrio pontino y no digamos con su parroquia, iba a ser esplendido en el fútbol:
-Me niego rotundamente. Una cosa son las necesidades de alguna gente, o servicios para la zona donde vives y tienes tu empresa, y otra distinta es el balompié. Claro que llegado un momento dado yo podría aportar dinero. Pero eso no sería solución. La solución de una sociedad deportiva es regirse exactamente con el dinero que  genera. porque el día que uno no está ese club no podrá subsistir. 

Todo eso ocurría cuando el propietario de Cafés Las Antillas se hacía cargo de la presidencia. Después de la hazaña de los 30/30, en la que no se logró el ascenso, vino otra campaña que sí se alcanzó. Pero, efectivamente, vinieron las cosas mal dadas. Entraría  un presidente desprendido, Antonio Docabo, en aquel momento el gran constructor de muchos de los mejore edificios de la ciudad y aquello, económicamente hablando, entró en una etapa brillante, pero terminaría demasiado mal; otro día nos ocuparemos de él con más detalle.
Y entró valientemente, con gran decisión, a solucionar el entuerto Juan Ribao, un conocido sastre, rodeado de un grupo de jóvenes amigos. 
Recuerdo que cuando iba a ocupar el cargo , le dije:
-Pero te das cuenta en dónde te vas a meter. ¿No ves lo que sufrió don Antonio? ¿Tienes capacidad para…?
A pesar de los casi cincuenta años transcurridos recuerdo perfectamente su respuesta:
-Nos non somos ricos, pero tampouco mendicantes…imos traballar con moito sentidiño. 

Valientes, sacrificados
Traté bastante a Ribao. Y a Perón, su gran hombre de confianza. A todo su grupo. Valientes, sacrificados, entregados a una labor difícil, porque en el fútbol ya es sabido que los problemas aumentan cuando la pelotita le da por no entrar en la portería contraria. Anécdotas, casos curiosos, alegrías, disgustos, muchos disgustos, con Docabo y con Ribao. Los dos cometieron el error de adelantar dinero propio en el club. Los dos sufrieron un  serio revés.
Me quedo ahora con el caso de Ribao.  Cuando llegó, había logrado cierta solvencia económica  en Suiza como emigrante. Esperando la hora de los partidos fuera de casa me contaba la dureza de su etapa en el extranjero.
Después de su etapa en la presidencia ourensanista Juan Ribao tuvo que volver a Suiza a reponer su economía. Por cierto. Trabajando en lo que fuera. Baste decir que llegó hasta a ser cantante de orquesta. Tengo entendido que Ribao, emprendedor y constante, rehecho, se jubiló con negocios en  la Costa Brava.
Sí, es bien cierto aquello de "cada vida é una novela que se perde". Unas novelas mejores que otras, pero todas novelas al fin y al cabo. 

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