Mundobasket:
El pecado de la prepotencia

Sucedió en Brasil hace unos meses y el cuento se repitió en cierta forma en Madrid

La mejor selección de la historia del baloncesto español, la única capaz de competir cara a cara contra Estados Unidos, fue eliminada de forma prematura por un defecto intolerable en un deportista, el menosprecio de la capacidad de su rival.

Se apreció desde el comienzo del partido contra Francia, buena selección pero nunca superior a España: exceso de confianza, falta de agresividad y esfuerzo -a excepción de Sergio Llull- nula concentración y asunción de la función en la pista...

Individualismo al comienzo, miedo y desesperación al final. Desastre aumentado por la nula capacidad de reacción, dirección o valentía desde el banquillo del entrenador, Juan Antonio Orenga, quizá encorsetado por normas y privilegios no escritos.

El juego fue justo, aunque nos pese. Castigó a un grupo de extraordinarios jugadores y atletas, que fue incapaz de comportarse como un verdadero equipo en este partido.

Las críticas de medios y aficionados se centraron en el técnico, excitados por las declaraciones en caliente de Juan Carlos Navarro al canal 'Cuatro', cuya cobertura del evento ha sido tan cutre como lamentable.

Orenga tendrá su parte de culpa, pero no estaba en la pista. Los jugadores son los que ganan o pierden partidos. Los que desean ganar o están pensando en las musarañas. Los que sufren para ganar o se rinden. Los que renuncian a su ego por el bien común o se anteponen a cualquier estrategia. La táctica es discutible, el error es disculpable, el esfuerzo es innegociable.

Al deportista de elite que no respeta al rival ni se entrega a tope le puede suceder lo que a nuestras selecciones de fútbol y basket.

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