CUENTA DE RESULTADOS

España todavía precisa producir más y mejor

photo_camera Cristóbal Montoro.

Sería aconsejable que el debate político español no se centrase solo en cómo repartir mejor lo que hay, que no es mucho, sino en ver la manera de aumentar la riqueza del país. Con más valor añadido.

España ha recuperado el valor de su producción económica anterior a la crisis de 2008 pero lo ha hecho con menos trabajadores, que están peor pagados, fruto de la devaluación salarial que se hizo, debido a la imposibilidad de devaluar la moneda, que es compartida con los otros socios de la eurozona.

Todos estos años el Estado ha tenido que garantizar sus ingresos sin contar demasiado con el impuesto de sociedades, el que pagan las empresas en función de sus resultados, el cual se vino abajo sin que acabe de remontar. Esa pérdida de ingresos es similar al déficit de la Seguridad Social, y aunque ambas cosas no están relacionadas, la cifra -casi 20.000 millones de euros- puede dar idea de su gravedad. En este contexto, el riesgo de pérdida de poder adquisitivo de los pensionistas -unos 9 millones de personas- es alto y todo parece indicar que se agravará a partir de 2020, cuando se jubile la generación del baby boom, de ahí la imperiosa necesidad de reformar las pensiones.

La alternativa a todo esto es subir los salarios para asegurar las cotizaciones y poder pagar las pensiones, al tiempo que se garantiza el consumo y el propio pago de impuestos por IRPF e IVA, que son los dos grandes tributos que sostienen el Estado del bienestar. Dicho así parece fácil, pero el problema es más complejo: hundida la construcción y la producción inmobiliaria, España es un país que no sabe muy bien a qué dedicarse, más allá del turismo y los servicios.

Si otros grandes países no tienen estos problemas no es solo porque gestionen mejor y sean menos corruptos. Básicamente, es porque tienen un modelo productivo solvente y un Estado más fuerte. El sector público español, plagado de ineficiencias, es más pequeño que el de Alemania o Francia, y sus sectores productivos, salvo el turismo, no están a la altura de los países más avanzados.

SI España produjese Mercedes y BMWs y los vendiera a los más ricos de todo el mundo, los dueños de esas empresas pagarían muchos impuestos –a gusto– y sus trabajadores ganarían dinero suficiente para vivir bien. Pero España no produce ese tipo de bienes. Tampoco tiene Google ni Facebook.

Sería deseable que el debate político no se centrase solo en cómo repartir mejor lo que hay, que no es mucho, sino en ver la manera de aumentar la riqueza del país. Un modelo paradigmático debería incluir un mayor PIB, resultado de una economía más industrializada, por tanto con más valor añadido. A partir de ahí sí sería posible hablar de los grandes retos: aumentar los salarios, revalorizar las pensiones, reforzar los ingresos del Estado y la financiación de sus administraciones públicas, reducir la economía sumergida y, en definitiva, sentar las bases de un país con más igualdad y menos pobreza.

Por alguna extraña razón, los cuatro grandes partidos no abanderan una nueva frontera para la economía, de base industrial, sino que se echan los trastos a la cabeza o hacen demagogia y populismo. No será fácil salir así adelante.

Parafraseando al presidente estadounidense Abraham Lincoln, se puede engañar a parte del pueblo todo el tiempo, o a todo el pueblo parte del tiempo, pero no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo. A pesar de los años transcurridos desde la muerte de Lincoln –asesinado en 1865–, en España todavía hay dirigentes políticos que perseveran en engañar a todo el pueblo todo el tiempo.

@J_L_Gómez

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