ECONOMÍA

Un país sin datos económicos creíbles

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photo_camera Luis de Guindos, ministro de Economía.

Es tal el desconcierto que ya se dio el caso de que para el INE, el PIB de Galicia aumentó en 2015 un 3,2%, igual que el de España, mientras que para el IGE, el PIB de Galicia subió tan solo un 2,1%.

Es tal el mareo de datos que se traen las administraciones públicas con magnitudes como el déficit público, del que dependen muchas otras, que resulta poco menos que imposible seguir todos sus pasos. ¿Por qué es posible este estado de cosas, donde la inflación de noticias sobre PIB, déficit, etcétera no equivale a transparencia sino a barullo? Responder a esa pregunta ya resulta más fácil.

En primer lugar hay que estar siempre atentos a distinguir entre lo que son datos oficiales consolidados –en ese punto lo mejor es hacerle caso al Instituto Nacional de Estadística (INE), el único que puede homologar datos en la Unión Europea, a través de Eurostat–, y lo que son estimaciones o previsiones, tanto de entidades privadas como públicas. La advertencia no es gratuita: es tal el desconcierto que ya se dio el caso de que para el INE, el PIB de Galicia aumentó en 2015 un 3,2%, igual que el de España, mientras que para el Instituto Galego de Estatística (IGE), el PIB de Galicia subió tan solo un 2,1%. Y eso sucedió a todo pasado.

Por tanto, cuando los políticos juegan con estimaciones o previsiones conviene tomarlas con máxima cautela. Un ejemplo: durante años y años, el déficit previsto –por muy pactado que esté con Bruselas– no se ha cumplido, sin que pasase políticamente nada: jamás un político español dimitió por ello. Ni siquiera la oposición le obligó a comparecer en una sesión monográfica para dar al menos explicaciones. Así funciona este juego donde (casi) todo vale y donde casi nada es verdad, salvo las cifras oficiales cerradas, en las que ya vimos un ejemplo que prueba que incluso en casos así hay excepciones. Y en cuanto a lo que pasa, en la economía real claro que pasan cosas, y graves: si el déficit público se desboca aumenta la deuda pública y el pago de intereses, lo cual lastrará las vidas de las futuras generaciones.

Hace años, los servicios de estudios de algunos bancos y de las cajas tenían credibilidad. Hoy cotizan a la baja, como las empresas de encuestas. Se ve que su independencia del poder es menor y que al frente ya no están profesionales como los del pasado. La buena nueva es tal vez la aparición en escena de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) que, mientras no se demuestre lo contrario, suele aportar rigor. Más, desde luego, que los ministerios económicos, donde para encontrar buenos datos es menester consultar sus reportes a Bruselas, no siempre coincidentes con sus comunicaciones para el mercado doméstico.

Si una empresa privada jugase con los números como lo hace el Estado, Hacienda se le echaría encima, pero ¿quién controla al Estado? ¿Tal vez los órganos de control, que en el mejor de los casos reaccionan tarde? ¿Quizás la Oposición política, no siempre con medios suficientes para ejercer su labor? ¿Los medios de comunicación…?

Hay quien dice que en Estados Unidos no saben realmente cuanta deuda pública tienen colocada porque emitan la que emitan los mercados de todo el mundo se la compran, ya que el que más y el que menos se fía más del dólar que de cualquier otra moneda. Seguramente ese dicho es una serpiente de verano pero este exagerado ejemplo puede resultar ilustrativo para otras malas prácticas que se suceden en la macroeconomía española, donde cuesta creer frases del tipo: España cerrará 2016 con un déficit del 4,6% y el año que viene con un 3,1%, fruto de su compromiso con Europa.

@J_L_Gomez

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