CUENTA DE RESULTADOS

Resulta que Cataluña crece más…

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photo_camera Cadena de montaje de la planta de Seat en Martorell (Barcelona).

Más de uno va a tener que revisar sus mensajes apocalípticos. La convulsa Cataluña no solo esquiva el procés en términos de PIB, sino que encima supera la media de crecimiento económico de España.

Cambios de sedes en centenares empresas, fugas de capitales, cancelaciones en los hoteles, desgobierno, movilizaciones… Algunos creyeron ver en el llamado procés catalán poco menos que el fin de la época dorada de una comunidad española rica. Nada más lejos de la realidad. La economía catalana no solo resiste la incertidumbre soberanista sino que crece por encima de la media española. El PIB de Cataluña aumentó un 3,3% en 2017 frente al 3,1% que avanzó el de España. Eso sí, los analistas prevén –desde Madrid– una ralentización en los próximos trimestres.

La verdad es que el dato da que pensar. Por un lado, podríamos preguntarnos ¿cuánto habría crecido la economía de Cataluña sin los sobresaltos políticos? Por otro, podríamos atribuirle escasa importancia al Govern autonómico: las cosas funcionarían con gobernantes más ocupados en el procés que en las cosas de comer, e incluso con la intervención del Ejecutivo central, al amparo de la aplicación del artículo 155 de la Constitución. Incluso podríamos ir más lejos y trasladar el reproche a los gobiernos de los otros territorios españoles por haber crecido tan poco al lado de los catalanes. O, con otra perspectiva más financiera, sostener que incluso con una deficiente financiación autonómica los catalanes salen a flote.

Seguramente hay algo de todo ello y muchas más cosas que o bien no se perciben o que simplemente no queremos ver. Cataluña tiene problemas, como cualquier otra economía, y haber crecido tanto no es incompatible con que en algunos sectores no hubiera podido crecer más; por ejemplo, en el turismo. Todo parece indicar que los atentados en Barcelona y los episodios vinculados al referéndum del 1 de octubre tuvieron un cierto impacto en el turismo, las inversiones, el comercio, la matriculación de automóviles, los depósitos bancarios y las sedes de las empresas y los bancos.

Pero como el vector resultante es el que es, instituciones como el Banco de España, la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef), el FMI, la OCDE y el propio Gobierno español deberían hacer algún tipo de autocrítica o dar al menos una explicación, tras haberse soltado la melena pregonando los graves riesgos económicos que entrañaba el desafío secesionista. Está visto que se equivocaron.

¿Quiere eso decir que no pasa nada y que incluso la economía funciona mejor así? Tampoco. Hay problemas y riesgos subyacentes y no es lo mismo el análisis del PIB de un solo año –el crecimiento de Cataluña en 2017 es dos décimas más bajo que el del año anterior– que el de una serie de ejercicios. Por tanto, un poco de cautela puede ser una buena consejera para quienes tomen decisiones relativas a la economía catalana o estén en contacto directo con ella.

De entrada, la Airef aventura un leve declive en la economía de Cataluña y algunos servicios de estudios privados, como el del BBVA, parecen admitir esa apreciación. Su explicación revela que la composición del crecimiento en Cataluña fue atípica. Por un lado, la demanda interna se vio bastante afectada, con el consumo creciendo un 0% según Idescat. Por otro, la producción industrial y las exportaciones exhibieron una evolución espectacular. En resumidas cuentas, las empresas habrían hecho tan bien los deberes que no solo lograron exportar a manos llenas y adecuar sus precios, sino que también suplieron los reveses del consumo interno.

@J_L_Gómez

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