CAPÍTULO 9

Cuando una mujer se va, quema los apuntes

Demasiados homicidios en una ciudad que hasta ahora solo salía en los telediarios por las temperaturas máximas

 

Julio Dorado es piloto comercial de aviones, helicópteros; y colaborador de La Región. 

Jorge ha abierto los ojos, mejor dicho los párpados –debería abrirse las venas- y se ha quedado mirando al infinito con el énfasis estulto de un búho disecado. Marta no volverá, no es solo un pálpito. Dolores se lo susurró al oído esta madrugada mientras hacían el amor, o lo que fuera que hiciesen en la terma de As Burgas, dónde, como el asesino al lugar del crimen, volvió para conjugar una vez más el verbo eterno. Dolo se empeñó en acompañarlo después hasta a su ático.

Y antes de despedirse –de despedirla, porque fue él quien le sugirió cerrar la puerta por afuera- echaron otro polvo. Ahora, en su cama, vaga insomne en ese limbo de cal viva en que cambian de forma los presentimientos. Y las contradicciones. Echa de menos a Marta. Debió haberlo pensado antes, porque ella jamás le perdonará el que su polla ande del timbo al Twitter. “Cuando una mujer se va, quema los puentes para no volver”, le dijo Dolo anoche. Las mujeres tienen un sexto sentido para estas cosas. 

Anoche, en el garito,  entre copa y beso, Dolo le invitó a una raya. Luego otra. Y a partir de ahí la apoteosis. No era la primera vez, por supuesto. Pero ahora el remordimiento le taladra la conciencia. Y esa maldita gripe colombiana: los ojos como platos, el pulso desquiciado, la mente emputecida, las ojeras como las alas de un murciélago, y el corazón sangrando. Siente en la boca un poso de áridos resecos. Se levanta. Va al cuarto de baño para meter en el gaznate todo el embalse de Cachamuiña, pero se ve reflejado en el espejo y  la blasfemia se le escapa, espontánea, como el gruñido de un animal incomodado. Él lo es. Un cerdo, según Marta. Pero los cerdos tienen orgasmos de media hora.

Jorge tiene un metabolismo a prueba de aguarrás. En vez de meterse de nuevo en la cama se mete una ducha de agua fría. Pronto le pasará la resaca. Necesita hablar con Pablo y ponerle al tanto de lo que ha oído en la portavocía del chiringuito donde Dolo, además de poner copas, administra confidencias. “Detrás de una barra nada se escucha, pero todo se oye”, no hace más que presumir; y ayer, espoleada por el perico, largó como una cotorra. “¿Cómo sabes tanto, metida siempre en este ‘desnucadero?”. “A este ‘desnucadero’, como tú le llamas, acuden muchos buitres y, como canta Sabina, ‘mucha, mucha policía’, aunque vengan sin sirena”. 

A pesar de ser hijo de un juez, de ser doctorado en leyes y de ejercer como letrado,  la ley siempre le ha parecido a Jorge un recurso de última instancia. Le jode la parafernalia de los juicios, máxime los que tienen que ver con la entrepierna. Pero en el fondo, gatillazos aparte, sabe que en lo más íntimo de su punto ‘g’ Marta es la sufridora en este pleito. Jorge no es idiota. “Nadie tiene derecho a secuestrar la justicia ocultándola debajo de la ley”, se lo espetó a su padre el otro día en una comida familiar. Comentaban el asunto que tiene a todo Ourense, más que avergonzado, acojonado: demasiados homicidios en una ciudad que hasta ahora solo salía en los telediarios por las temperaturas máximas. Le dijo más: “Bajo la presión mediática es que se resuelven en este País los casos penales. El sistema procesal está caduco”. “Ya” –rezongó su padre- y siguió a su chuletón como si no fuera con él la cosa. (‘Estos homicidios hay que investigarlos desde las cloacas del Estado –piensa Jorge, y piensa con la experiencia de quién ha visto arruinada su carrera por esas prácticas-. Pero no interrumpe el rumiar abstraído de su padre. Además sabe de qué palo político cojea). 

Jorge se considera a sí  mismo un cabo suelto. Un lobo solitario. Los lobos lo marcaron desde cuando los cuentos de la infancia. Siempre han tenido un halo de maldad que eriza el alma. Un mirar magnético. (También él, que donde pone el ojo caen las bragas). Los lobos no saben ladrar. Jorge tampoco. La insumisión ha condicionado siempre su existencia. Nunca ha sido una persona dócil. A lo sumo pueden contar con él, pero nunca utilizarlo. No se deja. Más que la víctima, él ha sido el dominador, cuyos labios jamás conocieron la súplica. Ni ahora con Marta, ni  anoche con Dolo -‘Las mujeres puede que sean una parte maravillosa de mi vida, nunca mi vida entera; así que ciao’-; ni siquiera cuando aquel tipo al que defendía en Madrid puso precio a su carácter: su cabeza. 

Jorge ya no sabe qué pesar. El comisario le cae bien. Pablo es su amigo del alma... Pero cuando el río hiede, cadáveres lleva. Lo que ha declarado el borracho acerca del parecido físico del comisario con el del presunto sospechoso, es mosqueante. Pero sobre todo lo que se cuece entre los maderos que van al chiringo de Dolo, que siempre saben mucho más de lo que cuentan. Ya no sabe qué creer… 

Qué cojones, Jorge solo cree en su polla: es la única que no le dará jamás por culo. Por eso marca el número de Pablo. 

- Hola, ‘en la victoria mereces beber, en la derrota lo necesitas’; creo que esto lo dijo Napoleón. Te invito a unas cervezas. 

Y quedaron en verse en ‘El Latino’. Ambos tienen mucho que contarse... 

 

Historia de una novela ourensana y experimental

 

Cada una de las entregas de esta novela, "El tragaluz de A Chavasqueira", está firmada por un autor diferente y desarrollada a partir de lo que han ido escribiendo los precedentes, sin permitirse a los escritores concertar el destino de su prosa y de sus historias. 

Más de una veintena de escritores, periodistas y personalidades del mundo de la cultura participan en esta iniciativa veraniega de La Región, que acoge tanto a firmas locales, como a autores del panorama nacional y puntuales colaboraciones internacionales, para solaz y disfrute de los lectores, evocando las antiguas novelas por entregas de los periódicos de ayer, y añadiendo el enigmático componente de una experiencia literaria imaginativa y artísticamente abierta. Un ejercicio libre y gratificante tanto para los autores que se están sumando a este sorprendente reto, como para los lectores, que a lo largo del verano irán descubriendo la evolución de personajes como Marta, Jorge, o Pablo, en una acción que transcurre con la ciudad de Ourense como escenario. 

Los capítulos de "El tragaluz de A Chavasqueira" podrán seguirse con La Región durante los meses de julio y agosto en las páginas veraniegas del diario.

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