CAPÍTULO 12

Al habla Maika Morreau

Pero, a punto de recibir un sopapo adulto, Jorge no podía dejar de pensar que la casa de la médium también olía a puticlub de carretera.

 

Ramón Arangüena es periodista, presentador en RNE y Canal Cocina. 

Jorge miró de reojo al comisario para saber si su trabajo de celestino con la médium iba a terminar ahí con un puñetazo. Había un molesto hedor a esas velas baratas de parafina que rodeaban a la médium y su bola de cristal. Era un olor muy diferente a esas otras de cera que le recordaban aquel mal día en la pequeña iglesia del pueblo de su abuela, San Xes de Francelos, cuando le pidieron oficiar de improvisado monaguillo para ayudar al cura en un funeral vestido con sus pantalones beige de domingo. Fue el peor día de su infancia. El olor de las velas, los demás niños espantando las moscas de la cara del difunto y la inacabable retahíla del sacerdote hicieron que en pleno sermón el pequeño Jorge dijera “ya no puedo más” y bajo su bragueta escapara toda la Mirinda de naranja que antes de la misa había comprado con la propina de do- mingo. El cura le arreó tal sopapo que el pequeño escapó hasta el porche donde le sujetaron dos guardias civiles con tricornio y uniforme especial con olor a cerrado y naftalina.

Pero, a punto de recibir un sopapo adulto, Jorge no podía dejar de pensar que la casa de la médium también olía a puticlub de carretera. A ese perfume, en embase rellenable, que se echa por la mañana para que se vaya el olor del último que ha restregado su axila por encima del sofá donde dormita una mujer a la que le da pereza subir a su cama a descansar para estar lista a media tarde.

- ¡No sé qué coño hacemos aquí!, espetó el comisario sin ademán de zarandear a Jorge que seguía ensi- mismado con su resaca y los olores infantiles y adolescentes que la casa le traía.

- Ya le he dicho que esta mujer puede serle útil para resolver lo de los asesinatos.

- Dígame. ¿Usted quién es y qué relación tiene con los fallecidos?

- Ninguna. Mi nombre es Maika Mourreau y por una módica cantidad puedo serle de mucha ayuda.

- No le he preguntado cómo se llama o cómo se hace llamar. Le he preguntado, señora, por decir algo, quién es. Siendo comisario es mejor que me apunte su nombre de pila, si es que está usted bautizada.

- Maika. Y sí, estoy bautizada, en Sevilla, en la iglesia de la Macarena, de ahí mi nombre. Macarena Montoro Salaverri pero siempre he admirado a Marlene Mourreau y por eso tomé su apellido.

- Jorge intentaba recordar quién era Marlene Mourreau. Sabía que era una escritora francesa de esas cuyos libros esquivaba con el dedo en la biblioteca de su familia cuan- do buscaba algo que leer para matar las tardes de verano. Pero por mucho que miraba a la médium morena, bajita y gorda era diferente a la Marlene Mourreau escritora que siempre imaginó rubia, alta, delgada y con unas dobles curvas del vértigo. En ese momento volvió a pensar por qué si nunca había leído nada de ella tenía ese recuerdo infantil tan nítido, esa imagen tan sólida, tan maciza.

- Señorita Macarena...
- Maika si no le importa.
- Sí me importa. Señorita Macarena: permítame decirle que no sé qué pinta una andaluza, nacida en el barrio de la Macarena, haciendo de médium en un cuarto piso sin ascensor de la capital orensana. No la voy a detener por eso, aunque le prometo que cuando tenga tiempo miraré su afiliación. Y aún le digo más. No sé cómo cree que va usted a sacarme el más mínimo... patacón por sus elucubraciones sobre unos desgraciados sucesos.

- Empezando por el final, los sacará usted de sus fondos reservados o de lo que distraigan los de su equipo en cada incautación de dinero, que yo sé muy bien cómo hacen las cuentas ustedes. Y si tanto le interesa qué pinto aquí, le diré que mi madre era de Laza, con casa en la misma Plaza de la Picota, y se marchó a Sevilla porque un mozo que vendía aceites la convenció de escaparse con ella con la promesa de que allí, en la ciudad del Guadalquivir, no había hormigas, porque mi madre había contraído lo que un psicólogo diagnosticó como un trauma fórmico en unos carnavales. Y allá que se fue y lo que más le sorprendió es que el clima era el mismo aunque con algo de más lluvia en invierno porque en mi tierra nunca tiran hormigas, tiran pétalos en el corpus y...

- No estamos aquí para hablar de hormigas ni del clima sino para decirle que ya me cuesta un tanto creerla ahora como para escucharla después...

- Pues vengan ustedes otro día porque veo que a su amigo le con- vendría descansar un poco y usted aún resopla y tiene cara de pocos amigos después de subir unas pocas escaleras.

- Si no les importa que me me- ta, yo prefiero acabar con todo esto ahora. Si fuera usted tan amable de decirle al comisario lo que me dijo a mí le estaría agradecido.

- Yo le diré al comisario lo que de- sea escuchar pero siempre con una compensación por delante y aquí me tiene dispuesta a contar todo lo que sé y, a mayores, todo lo que sabré gra- cias a mis cualidades adivinatorias.

- Sólo me interesa conocer lo que dice que sabe. Sus cualidades adivinatorias se las guarda para los paletos que suban las escaleras para ver su bola de cristal de cuatro cuartos...

- ¿No cree usted en la buena co- laboración entre las que poseemos el don de la videncia y las fuerzas del orden?

-Le voy a ser sincero antes de salir, en breves momentos, por la puerta por la que hemos entrado. Hace veinte años, cuando comencé en es- ta comisaría, se encontró un cadáver de una mujer, con la cara desfigurada, no muy lejos del puente de piedra sobre el Miño. Nadie identificaba el cuerpo pero una médium de Viana do Bolo, al ver la foto del cuerpo en el periódico, le hizo llegar a mi superior que se trataba de una joven asiática con algunos apuntes de su país de origen. Esa vidente, al parecer, le había curado de una enfermedad que se llama orquitis y que te hace tener un huevo mucho más grande que el otro y que no te puedes ni sentar y por eso el pobre hombre se pasaba el día de pie en la comisaría para disimular hasta que llegaba a casa y se tumbaba, aun- que todos sabíamos de su problema.

- No sé ahora adónde me quiere llevar usted con esta conversación... - Ahora voy. Al parecer, junto al cadáver se encontró un abanico ro- jo con dibujos chinos y el vestido tenía etiqueta de made in China. El reloj estaba hecho en Taiwan y hasta había una zapatilla de deporte coreana cerca del cuerpo. El comisario emitió un informe, alejado de los datos del forense,en el que se decía textualmente: “La mujer encontrada la pasada semana en el río Miño, con un vestido de f lores amarillo y un abanico rojo, poseía una complexión débil, siendo su porte de poco más de metro sesenta del altura y aspecto oriental. Más china que japonesa y más birmana que tailandesa, pero ni coreana ni taiwanesa.”

- Muy interesante el atestado. ¿Y?

- Y a los dos días apareció un hom- bre de Fene que reconoció el cadáver en el tanatorio a la primera. Le había sorprendido lo del vestido de flores y el abanico. La chica era de una aldea de Santa Comba de Bande y había aban- donado a su marido en Fene días antes. Vamos, que la médium sólo acertó en que no era ni coreana ni taiwanesa. ¿Me entiende?

- Le entiendo perfectamente. Ahora entiéndame usted a mí y escuche lo que le voy a decir porque no se lo voy a repetir dos veces y esto es sólo el principio de lo que viene detrás. Las personas muertas tenían muchas cosas en común, pero una es muy significativa: las tres tenían mucha vinculación con el vino de es- ta zona, especialmente la uva Mencía pero también trataban de recuperar otra extraña variedad. Bastardo.

- ¿Bastardo? ¿Aún quiere terminar mal?

- Es el otro tipo de uva. La variedad que más les unía. Y, si es usted tan inteligente como quiere aparen- tar, ahí se lo dejo.

 

Historia de una novela ourensana y experimental

 

Cada una de las entregas de esta novela, "El tragaluz de A Chavasqueira", está firmada por un autor diferente y desarrollada a partir de lo que han ido escribiendo los precedentes, sin permitirse a los escritores concertar el destino de su prosa y de sus historias. 

Más de una veintena de escritores, periodistas y personalidades del mundo de la cultura participan en esta iniciativa veraniega de La Región, que acoge tanto a firmas locales, como a autores del panorama nacional y puntuales colaboraciones internacionales, para solaz y disfrute de los lectores, evocando las antiguas novelas por entregas de los periódicos de ayer, y añadiendo el enigmático componente de una experiencia literaria imaginativa y artísticamente abierta. Un ejercicio libre y gratificante tanto para los autores que se están sumando a este sorprendente reto, como para los lectores, que a lo largo del verano irán descubriendo la evolución de personajes como Marta, Jorge, o Pablo, en una acción que transcurre con la ciudad de Ourense como escenario. 

Los capítulos de "El tragaluz de A Chavasqueira" podrán seguirse con La Región durante los meses de julio y agosto en las páginas veraniegas del diario.

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