CAPÍTULO 10

Nuevos muertos al otro lado del espejo

Soy el amigo de un amigo de usted. No tenga miedo. Y no grite. En realidad, no haga nada. Siga su camino traquilamente...

 

Paco Segarra es publicitario, escribidor y consultor de márketing. 

Jorge se dirige a "El Latino". Camina despacio porque las resacas de hoy no son como las de antes: ahora duran más y nublan incluso aquellos rincones de la mente que jamás han visto el sol. Es raro que en aquella hora indefinida, gris, el único ruido perceptible sea el de las suelas de sus zapatos contra el asfalto, su respiración y, ahora, de repente, el traqueteo de una taquicardia. 

-¿Quién... es... usted? -Jorge palidece como un cadáver reciente. Todo el mundo sabe que los cadáveres viejos vienen a oscurecerse y cuartearse como la tierra reseca de otras latitudes y otros tiempos.

-Soy el amigo de un amigo de usted. No tenga miedo. Y no grite. En realidad, no haga nada. Siga su camino tranquilamente y escuche lo que tengo que decirle. Si no lo hace, le tomarán por loco. Quiero decir que si monta un escándalo, o me habla con esa cara, despertará todas las sospechas. Sepa que el comisario le sigue.

A Jorge le fallan las piernas. Hace un esfuerzo y sigue andando. Suda y vuelve la vista atrás. No hay ningún comisario. Ni siquiera hay ser humano alguno. A su lado, en cambio, aquel... aquel hombre, sí, aquel, digamos, hombre, sonríe.

-Muy bien, muchacho. Su resaca es importante y yo no soy un subproducto de ese lastimoso estado en que se encuentra. Por su culpa, claro. Pero no estoy aquí para culparle. Ni a usted ni a nadie, querido amigo. Oh, no es que me de pena la situación de usted: no me da pena. Es lo normal. Ustedes no saben lo normales que llegan a ser. Son tan normales, tan vulgares, tan banales, tan pequeños, tan entrañablemente débiles que tienen que arrancarles a mordiscos su mezquina posesión para que la suelten. Creo que solo así podrán pensar que no han sido generosos. Si pensaran que han soltado eso por generosidad se convertirían en unos insoportables fanáticos de su propio desprendimiento. Les encanta pensar que son malos y no hacen más que encender cerillas en el cráter de un volcán en erupción.

Si no los consume la lava es por pura misericordia, usted ya me entiende. No, yo estoy con usted y quiero advertirle de que está metido en un problema mayor del que imagina. Usted se mete en problemas de los que sale airoso y cansado y juega con la vida como si clavase las alcayatas del cuadro de su existencia con un Stradivarius: es una pena usar un violín para eso, aunque no dudo que resulte divertido. Otros más listos que usted lo llaman "cultura". Pero, bien, su problema ahora es mayor del que puede llegar a imaginar el más desconfiado de toda esta historia. Es un problema que está fuera de su alcance y del de su móvil. No me refiero al suyo, sino al de todos. Incluido el comisario que, mire usted por dónde, se acaba de meter en el portal equivocado y le ha aguado la meada a un pobre.

-¡Déjeme en paz! ¡Lárguese! -Jorge ha recuperado el habla y el color de la piel. Ahora está exaltado como un energúmeno cocido en su propia enajenación.

-No puedo dejar de estar donde estoy, Jorge. Lo siento. -replica el hombre.

-¿No puede? ¿No puede? Veremos si no puede, ¡hijo de puta! 

Y el puñetazo traspasa al monje. 

Porque el hombre era un monje.

-¿Lo ve, Jorge? No puedo dejar de estar aquí. Y allí. Usted no lo entiende, claro. Ya lo comprenderá algún día, cuando se rasgue el velo y se rompa el espejo. En cualquier caso, fíjese, aquí hablan de meigas. En el cuarto primera de esta casa vive una que se está riendo de usted.

Jorge ha vuelto a palidecer. Los ojos se le salen de las órbitas. El golpe, el puño, iba perfectamente dirigido al estómago del hombre, del monje, y... Y, no. No puede ser. 

-Sí puede ser. De hecho, es. Si llega usted a tocarme, hubiese muerto. Pero no puede tocarme. Y la meiga, tampoco. Aunque a ella le gustaría. Está haciendo un conjuro pero se ha equivocado de dimensión. 

-Yo... No... ¡No! -Jorge se lleva la mano fría y sudorosa a la cabeza. Tartamudea toses trémulas.

-Usted no me diga nada, cálmese, por el amor de Dios. Eso es, muy bien. Ahora, en tres minutos, dígale al comisario que hable con la vecina del cuarto primera. Dígale también que le pregunte por Pablo. Y por Marta. Y, después, solo después, por la próxima víctima.

-¡Eh, oiga! -era el comisario- ¿Le pasa algo a usted? ¿Con quién habla?

Desde la ventana, una mujer sonríe maliciosa. Se ve aliviada por la ausencia repentina del monje.

-¡Eh! ¿Qué le pasa, carajo? -el comisario pierde la paciencia y zarandea a Jorge.

Un hombre alto y con perilla ha sujetado el brazo del comisario.

-¿No ve que este hombre está borracho?

-Y a usted ¿quién le ha dado vela en este entierro? -contesta airado el comisario-. Suélteme o...

-¿O qué?

El comisario resopla. Baja la mirada. La alza de nuevo con lentitud, tenebrosa, sombría, impaciente.

-Policía, especie de Don Quijote. Soy policía. ¿Le parece bien a vuesa merced?

 

Historia de una novela ourensana y experimental

 

Cada una de las entregas de esta novela, "El tragaluz de A Chavasqueira", está firmada por un autor diferente y desarrollada a partir de lo que han ido escribiendo los precedentes, sin permitirse a los escritores concertar el destino de su prosa y de sus historias. 

Más de una veintena de escritores, periodistas y personalidades del mundo de la cultura participan en esta iniciativa veraniega de La Región, que acoge tanto a firmas locales, como a autores del panorama nacional y puntuales colaboraciones internacionales, para solaz y disfrute de los lectores, evocando las antiguas novelas por entregas de los periódicos de ayer, y añadiendo el enigmático componente de una experiencia literaria imaginativa y artísticamente abierta. Un ejercicio libre y gratificante tanto para los autores que se están sumando a este sorprendente reto, como para los lectores, que a lo largo del verano irán descubriendo la evolución de personajes como Marta, Jorge, o Pablo, en una acción que transcurre con la ciudad de Ourense como escenario. 

Los capítulos de "El tragaluz de A Chavasqueira" podrán seguirse con La Región durante los meses de julio y agosto en las páginas veraniegas del diario.

Te puede interesar
Más en El tragaluz de A Chavasqueira