La situación de bloqueo político en España está condicionando buena parte de la campaña electoral del 25-S en Galicia y en el País Vasco. Muchas cosas están en juego, en clave interna, en los partidos nacionales.
El que se mueva no sale en la foto. Lo advirtió Alfonso Guerra en los 90 y desde entonces casi nadie se ha atrevido a moverse. Ni el PSOE, ni en ningún otro partido. Y no por casualidad. Que dejó dicho San Ignacio que en tiempo de tribulación no debe hacerse mudanza. Y el tiempo electoral es siempre tiempo de tribulación. En Madrid se mira como nunca hacia Galicia. No solo por lo que Rajoy y Sánchez puedan hacer por Galicia, sino por lo que Galicia puede hacer por ellos, siguiendo la vieja lógica kennedyana. Los candidatos a la Xunta de Galicia disfrutan de diferentes niveles de autonomía pero tienen todos -excepto los exclusivamente regionales- algo en común: pueden contribuir decisivamente a sostener o hundir a sus líderes nacionales.
“Feijóo va por libre y hace bien”. En la sede popular de Génova se enteran del devenir de la campaña del líder del PP gallego por la prensa. El candidato popular a la Xunta, sin ser eso que llaman “verso libre”, siempre ha mantenido sus cotas de independencia dentro del partido. Pero fuentes del Gobierno central desvelan que esta vez Feijóo va más por libre que nunca: “él y sus asesores y poco más”. No es casualidad que, como le afeó la candidata de Ciudadanos Cristina Losada sea “imposible encontrar las siglas del PP en sus carteles electorales”. Lógica, también la respuesta que dio entonces Feijóo: “¿Usted cree que hay alguien que no sepa que yo soy el candidato del PP a la Xunta?”. Y tiene razón. A la luz de las encuestas, lo saben cerca del 97% de los votantes.
La campaña de Feijóo está en manos de la agencia Shackleton, la misma que ha trabajado junto a Jorge Moragas en las dos últimas campañas generales del PP. “El planteamiento de la campaña es muy regional”, comentan desde Génova, “con muy pocas connotaciones nacionales. Sin embargo, con mucha implicación de Mariano Rajoy, que busca que su intervenciónpersonal e idilio con Galicia alcance los niveles de 2009”. Por lo demás, desde Madrid tienen “enorme confianza en Feijóo”. Quizá el PP sea, junto a Ciudadanos, el partido al que menos le importa pasear a su líder por Galicia.
En Marea, sin embargo, no puede exhibir cómodamente a Pablo Iglesias, o al revés. Pero tampoco el líder de Podemos parece interesado en intervenir en una campaña en la que no está claro cuánto tiene por ganar a nivel nacional. Iglesias solo tiene previsto un acto junto a Villares en Galicia, aún sin confirmar: su presencia en el mitin del día 20 en Vigo. También la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, arribará en Galicia en torno al día 17, tal y como confirmó en RAC1. Los responsables de campaña de Villares buscan aprovecharse del tirón de los rostros de Podemos en la recta final de la campaña, pero quieren emplearlos con mesura para evitar “restarle protagonismo al líder de En Marea", que arrastra el hándicap de ser uno de los candidatos menos conocidos.
La historia de la candidatura de En Marea es a la vez un lastre y una oportunidad. Su relativa juventud vuelve frágil su estabilidad: no en vano se trata de una agrupación electoral cerrada en verano tras una batalla en la que la integración de Podemos fue una incógnita hasta el final, cuando lograron que su apuesta, el exjuez Villares, fuera cabeza de cartel. Los partidos integrantes han cerrado filas en torno a Villares, pero éste no dispone de tiempo como para cerrar las heridas y la amenaza de ruptura está ahí. La organización de las apariciones de los líderes de Podemos en la campaña está resultando “un dolor de cabeza” para los implicados, aunque desde la sede central de Podemos confían “en que todo termine situándose en su lugar, porque el objetivo común es derrocar al PP”.
En las filas socialistas, Leiceaga y Sánchez se "tienen aprecio personal" y su sintonía se vio ayer en el mitin en Ourense. Sin embargo, los críticos del PSOE están esperando una caída del PSdG -"sin rastro del peso que tuvo antaños en el cómputo del partido", dicen en Ferraz- para obligar a Sánchez a sentarse a hablar.
Para colmo, En Marea amenaza con pescar en el río revuelto del PSdG, especialmente en Vigo, donde el enfrentamiento entre Abel Caballero y Sánchez por Leiceaga es patente.
Desde la sede nacional de Ciudadanos aseguran que la campaña gallega se está llevando a cabo en “perfecta sintonía”. Los responsables de la campaña de Rivera a las generales trabajan de forma coordinada con la periodista Beatriz Pino, que se encarga de la de Losada. “Rivera se está volcando en ambas elecciones: las vascas y las gallegas”. Y en líneas generales el partido naranja se muestra satisfecho con la labor que está realizando Cristina Losada: “Todo es mejorable en esta vida”, admiten, “pero a pesar de las dificultades estamos satisfechos”.
Los partidos regionales no están sujetos a presión alguna desde Madrid en la campaña, ni creen que su resultado el 25-S pueda verse condicionado por la batalla política que se libra a nivel nacional. No obstante, como todos los partidos con menor respaldo electoral, se encuentran bajo la influencia de un fantasma que se asoma estos días como nunca al balcón de las urnas: el voto úitil, por el que claman por igual socialistas y populares para desbancar a los emergentes en los comicios.
Momentos críticos
La comida de los rumores
A Sánchez le sorprendió la resaca de la polémica de Fernández Vara en Galicia. Durante el día de ayer se sucedieron los rumores y apoyos de pesos pesados del partido al extremeño, incomodando a Ferraz.
Dos horas de Feijóo contra todos
Sin duda, uno de los momentos más críticos del candidato popular fue el debate a cinco de esta semana en TVG. Allí tuvo que esquivar argumentos y bofetadas dialécticas de los otros cuatro candidatos.
El polémico autobús de Ciudadanos
La visita de Rivera a Galicia estuvo ensombrecida por los errores en el autobús de campaña. "Fueron subsanados y ya está", aseguran desde C's.
El peor momento, todo lo anterior
Para el ex juez Luis Villares el peor momento ya pasó: la guerra que precedió a su designación como candidato. Ahora, quizá, es agua pasada.
