CRÓNICA DO ENTROIDO

Nos queda la apoteósica recta final

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photo_camera Ambientazo en las bodegas de Oímbra para disfrutar con el lunes de Entroido.

La noche del lunes prometía grande porque los lunes de Entroido son únicos, por eso el domingo nos retiramos pronto (según se mire). Para coger fuerzas, una comida casera antes de la obligada visita a las bodegas de Oímbra.

Verán, acabo de comer unas costilletas de ternera a la brasa impresionantes, y de degustar un licor café madurado 20 años que quita el sentido. Estábamos ayer en casa de de Manolo y Maite, los anfitriones, degustando la cerveza artesana de Gonzalo que ha encandilado a mi prima Beatriz, también cervecera artesana de éxito (un prestigioso premio en una cata en la Cava Baja madrileña la avala), porque decidimos que había que probar la cerveza y, de paso, romper el ritmo de comer y beber a lo loco con una comida casera como dios manda. Ilusos. Un menú de boletus edulis con torreznos, la consabida costilleta, un queso desparramado de vicio, vino de la tierra y portugués, y licores infinitos no han supuesto una comida ligera que, por cierto, para qué la queremos ahora que ha vuelto el frío y lluvia

Comíamos ayer para reforzar el estómago con miras a la partida hacia Oímbra -lo de las hormigas de Laza como que pican demasiado-, para disfrutar del buen vino de las bodegas del municipio y regresar a Verín a disfrutar de la noche entroideira del lunes, para mí, de las mejores. Estamos los del pueblo -bueno, nos faltan Nieves y José, que el año próximo disfrutarán el doble, sin duda-. Ya saben que en Oímbra la generosidad de los colleiteiros de vino nos permite disfrutar de caldos deliciosos y espléndidos pinchos que causan impresión entre los visitantes porque es su generosidad la que nos permite degustarlos a placer y gratuitamente.

Esto era ayer por la tarde. La mañana bien, pese a una larga búsqueda infructuosa de una vacuna de la meningitis b, agotada en toda la comarca. Era cosa de un amiga con nieta recién nacida y madre agobiada. Resuelto el caso, sin vacuna, claro, pero con tranquilidad.

Y así nació la mañana, antes de acudir al Liló -la prima Cristina, trabucada, se ha empeñado en llamarle Lolín y casi se nos ha quedado el nombre porque, inmediatamente, nos ha entrado el baile andaluz (por eso de Liló, Lolá, cada día te quiero más...)- a tomar el primer botellín, ya con lluvia y arena en la Praza Maior, imprescindible para sostener la harina del lunes Fareleiro.

Ayer la noche prometía grande porque los lunes de Entroido son únicos; por eso el domingo nos retiramos pronto (según se mire). Nos queda la recta final, que ha de ser apoteósica. Y nos queda la bodega de Luisina, la Pescadilla, imprescindible parada (y casi fonda) en la Praza do Cigarrón. Ay esa empanada de congrio!, que diría o noso Chema Biempica y todos los que acudimos a la generosidad de la Pesca, sus licores, su paciencia y empeño para cocinar para todos, y su chimenea.

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