CrÓNICA

Alsasua no perdona

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photo_camera Los familiares de los acusados, que encabezaban la manifestación con una pancarta con el lema "Justicia. No es terrorismo".

El teniente ha sufrido un "calvario" antes y después de las agresiones, hasta el punto de irse de la localidad

A María José, que llegó con tres años desde su Ecuador natal a Alsasua (Navarra), el que considera su pueblo no le ha perdonado que se hiciera novia de un agente de la Guardia Civil, un teniente que con 23 años quiso abrir el instituto armado a sus conciudadanos, pero solo unos pocos le acompañaron en su reto.

Una pareja que, como lo ha definido el teniente en el juicio que se celebra en la Audiencia Nacional por la agresión en Alsasua a ambos y a otro guardia civil y a su novia, ha sufrido un "calvario terrible" durante y después de los hechos, hasta el punto que han tenido que irse de esa localidad.


Porque como en euskera se podía leer en una de las pancartas que de forma reiterada han colocado cerca de la casa de los padres de María José, "el pueblo no perdona"


Ha sido un testimonio demoledor el de María José. Aunque en algún momento de su larga declaración -más de dos horas-, la testigo no ha podido evitar emocionarse, su contundencia, sus recuerdos y la descripción de su situación actual con toda su dureza, no ha dejado indiferente a nadie.

Sólo tenía 19 años cuando en octubre de 2016 ocurrieron los hechos. María José tenía amigos, cuadrilla. Antes de conocer a Óscar, el teniente, no había tenido contacto ni interés por la Guardia Civil, ni tampoco se había manifestado contra el instituto armado a pesar de haberse criado en un pueblo donde sí había movimientos para exigir la expulsión de las fuerzas de seguridad del Estado.

Sí acompañó a su novio a un acto, el de puertas abiertas que el teniente quiso organizar en los Capuchinos de la localidad, en ese afán del guardia civil, de un joven valenciano que por su edad no vivió los años duros del terrorismo, de normalizar la convivencia.

Meses antes de los hechos, en marzo, María José conoció al teniente y empezaron a salir. Sus amigos le advirtieron, pero no hacía falta. "Obviamente, sé donde vivo y sabía que iba a tener represalias, pero no puedes dejar que te impongan lo que tienes que hacer o no tienes que hacer", ha dicho tajante en el juicio.

"Mucha gente me retiró el saludo por salir con el teniente"

"Mucha gente me retiró el saludo", pero ella decidió seguir con la relación y no ocultar a su novio. Con él acudía a los bares que a ella le gustaban, como el Koxka, el que resultó ser el escenario de una agresión que ha descrito paso a paso. Solo una vez negó, y lo hizo por miedo, que estuviera saliendo con un "madero".

María José, que se define políticamente de izquierdas, conocía a algunos de sus agresores, a los que perfectamente ha identificado. Uno de ellos, incluso, era vecino suyo y cuando esta joven sacaba al perro por el parque, tenían algún contacto. Y conocía a más de los que hoy están acusados, pero ella ha tenido siempre claro, como ha dicho, que sólo denunciaría a los que estuviera segura al cien por cien.

Tuvo la valentía de decirles a aquellos con los que seguramente había coincidido decenas de veces en cualquier punto del pueblo que, si querían pegar a los agentes, que le pegaran a ella. Le contestaron que a ella no, pero a los guardias les iban a "reventar".

Y con la seguridad con la que empezó una relación que sabía que tendría que superar muchos obstáculos, el día del suceso solo pensó en proteger a su novio más que a sí misma. "Si no lo hacía, Óscar hubiera tenido secuelas más graves que las que tuvo", ha aseverado.

636594745085434368wLa testigo ha tenido que pedir un receso porque estaba cansada, quizá por las secuelas psicológicas que aún sufre. Incluso, le ha pedido a un abogado de la defensa que la tratara con más delicadeza y a otro le ha preguntado si él se acordaría de lo que cenó hace dos años, en respuesta al letrado, interesado por saber lo que cenaron esa noche.

No le ha temblado la voz cuando ha aseverado que desde ese día "perdí mi hogar, lo perdí todo". Sus padres se han quedado en Alsasua, y ella, que ahora vive en otra ciudad, va a visitarles porque "no me pueden quitar la vida entera".

Todo su grupo social se alejó de ella por miedo. "Me aislaron, me hicieron la vida imposible". Necesitó ayuda psicológica, le da miedo estar sola en el pueblo cuando va allí y tardó siete meses en volver al bar que regenta sus padres, porque allí cenaron antes de ir al Koxka.

Con su vida "destrozada", "humillada" y "traicionada" por el pueblo que siempre sintió suyo, llegó al límite y pensó en el suicidio como salida. "Quitarme de en medio", ha reconocido.

"Para nada" ha sentido la solidaridad de ese su pueblo. Los vecinos que lo han hecho, muy pocos, "lo hacen en la intimidad, nunca cara al público". El pueblo no perdona.

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