con los protagonistas de la historia

El día que Belloch se convirtió en pavo real

Belloch chorreaba felicidad, desprendía el perfume del éxito en cada gesto. Era el cirio encendido de la vanidad 

Voy a contarles los entresijos entre bastidores de la exclusiva de EFE sobre la farsa de la detención del ex director general de la guardia civil Luis Roldán en el aeropuerto de Bangkok. Debo advertirles, desde el principio, que el verdadero protagonista del esperpento no fue Luis Roldán, el protagonista absoluto de la farsa o tramoya fue el ministro del Interior Juan Alberto Belloch. 

A última hora de la tarde del día 27 de febrero de 1995, fuentes del Ministerio distribuyeron la noticia de que habían detenido a Luis Roldán en Laos. Desde el primer momento la importantísima información despertó una especial curiosidad entre el equipo de la agencia que seguía el tema por el exotismo del país en el que se había llevado a cabo, Laos, y la posterior entrega a las autoridades españolas en el aeropuerto Muang de Bangkok por parte del capitán laosiano Khan, que, sin existir, se convirtió en una celebridad. La fuga de Roldán había causado importantes estropicios en el Ministerio del Interior provocando la dimisión irrevocable del ministro Antonio Asunción.

Felipe González nombró para sustituirle a Juan Alberto Belloch encargándole de forma explícita e insistente que su objetivo prioritario debía ser la detención de Roldán. Después de varias peripecias y consultas Belloch decidió confiar tan delicada misión al resbaladizo y fangoso Francisco Paesa, un personaje múltiple y pintoresco. Banquero ocasional, playboy siempre, Dewi Sukarno fue su pieza más espectacular en su vertiente de conquistador. Practicante de las más diversas ramas del espionaje, con éxito la mayoría de las veces. El ministro acordó con Paesa pagarle por sus servicios 300 millones de pesetas, que serían costeados por los fondos reservados del Estado.

Movimientos en Laos

Laos, Bangkok, todo sonaba tan raro que en EFE decidimos llamar a Josep Bosch, delegado en Hong Kong y coordinador informativo para Tailandia y Laos, un gran especialista en asuntos asiáticos ya que también había sido corresponsal en Tokio y en Pekín. Le llamamos a pesar de que en Hong Kong eran las tres de la madrugada. Le contamos la historia y le ordenamos que se trasladara a Bangkok y Laos para tratar de recoger datos sobre el terreno. Bosch se puso en contacto con ell colaborador de EFE en Bangkok Miguel Frau Rovira, le informó de la historia y Frau inmediatamente, a pesar de ser las tres de la mañana, despertó al canciller de la embajada Manuel Nadal, le repitió la historia y el canciller le aseguró que no sabía nada. Le pidió que despertara al embajador, lo intentó pero nadie respondió a la insistente llamada. Pensaron que el embajador estaría participando en el caso, al día siguiente comprobaron que el embajador dormía tranquilamente en su residencia. José Bosch se trasladó a Bangkok y pidió visado para Laos y formar equipo con Frau.

El ministro Belloch convocó una rueda de prensa para narrar el éxito y la espectacularidad de la captura. Me di cuenta de la importancia que querían dar a la intervención del ministro porque uno de sus colaboradores me llamó para pedirme que hiciéramos una amplia cobertura porque se iban a producir revelaciones sensacionales. Sorprendentes, añadió. A la hora anunciada, Belloch hizo una aparatosa entrada en la sala donde le esperaban centenares de periodistas. Llegaba rodeado de policías llamativamente uniformados. Una desusada puesta en escena. Bajo los fogonazos de las cámaras y la deslumbrante luz de los focos, Belloch era la viva imagen del pavo real de Ceilán a la hora de desplegar las multicolores plumas de la cola. En un tono tan declamatorio como complaciente, contó la complicada y brillante operación en la que habían participado 144 policías y 54 agentes extranjeros: ¡la leche! James Bond era un aprendiz a su lado. Siguió describiendo los contactos con diez países hasta llegar a uno del Este de Europa, donde se había encontrado la pista definitiva. 

Enfatizó que en la búsqueda se habían utilizado las tecnologías más sofisticadas para garantizar el secreto de las comunicaciones, así como veinticuatro vehículos de gran cilindrada.

La gran mentira

Parecía que estaba contando una película al más puro estilo de Hollywood, en la que él aparecía como el héroe, aunque daba una y otra vez las gracias a la policía para terminar revotándolas como un eco sobre sí mismo. Belloch chorreaba felicidad, desprendía el perfume del éxito en cada gesto. Era el cirio encendido de la vanidad. A la pregunta de un periodista si había habido un pacto con los gobiernos de Laos o Tailandia, respondió: “El gobierno de España nunca ha pactado, nunca negocia y esto tiene que quedar absolutamente claro.”

Al día siguiente El Mundo filtraba una gran exclusiva, publicaba en primera pagina unos documentos que le había filtrado Francisco Paesa, sin mencionar la fuente filtradora. En ellos se reflejaban los acuerdos y los pactos del Ministerio del Interior Español con el gobierno de Laos. Entre otras cosas decían: “El señor Roldán no será sometido a trabajos humillantes y degradantes”, y sobre todo que solo se le podía juzgar por los delitos de malversación y cohecho. La historia contada por Belloch saltó hecha pedazos, era mentira de principio a fin. El Ministerio del Interior reconoció la veracidad de los documentos y las negociaciones bilaterales con el gobierno de Laos cuyas condiciones había aceptado. La euforia de la rueda de prensa se convirtió en disculpas vergonzosas de ceniza.

 Mientras estas cosas ocurrían en España nuestros corresponsales Josep Bosch y Frau Rovira trabajaban sobre el terreno. Les enviamos por fax la primera página de El Mundo con los documentos. Un coronel de la Interpol les acompañó por el aeropuerto de Bangkok, ninguna señal, ni documentación sobre la entrega en algún recinto reservado del aeropuerto. Bosch mandó una crónica titulada “Malestar en la policía tailandesa por la forma del traslado de Roldán”.

 Bosch y Frau Rovira llamaron insistentemente al Ministerio de Justicia de Laos que era donde habían confeccionado los papeles de la extradición. Al final lograron contactar con el doctor Hui, director del gabinete del ministro quien le pidió datos sobre el asunto, le hablaron de Roldán y de los papeles de extradición. No sabía nada, ni siquiera le sonaba el nombre de Roldán. Le enviaron la información por fax. Todas las conversaciones las grababan en el teléfono supletorio del baño. Más tarde, el doctor Hui mejor documentado, con tono de autoridad y manera firme les dijo que los documentos, que ya conocía por el fax que le habían enviado, eran falsos. Los periodistas estaban emocionados. No podían esperar más a pesar de que en Madrid eran las cuatro y media de la mañana llamaron y le dijeron al jefe de turno de noche: “Estate atento porque te envío una bomba”. Al cabo de media hora envió una crónica titulada: “Documentos de extradición Roldán podrían ser falsos”.

Todo patas arriba

La exclusiva de EFE ponía todo patas arriba, las declaraciones del ministro y la exclusiva de Pedro J. en el Mundo. Lo de Roldán había sido una gran farsa, pero había que seguir investigando. A lo largo del día la noticia de EFE estuvo en todos los medios como apertura. Las distintas tramas de la farsa tenían el mismo autor: Francisco Paesa. A través de unos faxes procedentes de la capital de Laos, Vientián, Paesa le había hecho creer a Belloch que estaba negociando con el ministro del Interior de ese país, y aun peor, había conseguido que el ministro Belloch aceptase las absurdas condiciones que le exigían. Y el mismo Paesa había logrado que Pedro J. Ramírez publicara con los máximos honores de la veracidad unos documentos que él mismo había confeccionado. El delirante montaje filmado por la policía española en el aeropuerto de Bangkok, en que un figurante disfrazado del apócrifo capitán laosiano Khan, les entregaba al ex director general de la Guardia Civil. Roldan nunca había estado en Laos, se había limitado a volar de París a Tailandia para escenificar la escena en el aeropuerto.

Después intenté varias veces ponerme en contacto con Belloch. No lo conseguí, siempre estaba hablando por teléfono cuando yo llamaba.

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