ÁGORA ECONÓMICA

Cambios con mucho interés en los bancos centrales

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Los cambios derivados de la globalización pueden suponer un cambio de paradigma también en política monetaria

Estados Unidos busca un punto de encuentro entre los que apuestan por una rápida subida de tipos de interés y aquellos que se muestran más cautos. Incluso hay posturas que manifiestan que llegado a este punto, se debería hacer un parón para ver cómo evolucionan determinados indicadores de la economía y valorar después si conviene seguir con la senda de incrementos. En Europa, la apuesta por inyectar dinero y bajar los tipos de interés para combatir la crisis empezó tarde y ahora también tendrá un tiempo de retardo en iniciar de forma decidida la normalización de la política monetaria, siempre que la evolución de la economía ayude, pero aún así, el debate en este lado del Atlántico también es notorio, con voces acentuadas ante el cambio de presidencia del Banco Central Europeo (BCE). 

Mario Draghi dejará próximamente su cargo y se suceden las quinielas para acertar con el sustituto. Los candidatos, mayoritariamente de origen francés o alemán, cogen posiciones para tomar  el relevo, siendo a su vez la pugna de ambos países el ejemplo de dos modos de encarar el futuro de la institución. En todo caso, Mario Draghi quiere irse con la sensación de haber hecho los deberes. Por una parte parece haber logrado el reconocimiento en su papel fundamental para atajar la incertidumbre sobre la arquitectura de la Unión Monetaria y del propio euro como moneda común en los peores años de la crisis y, por otra parte, no deja de señalar, en este caso más como un deseo que como un hecho consumado, que la inflación alcanza valores que se sitúan en torno al objetivo del 2%, pero a este respecto surgen muchas dudas.


EL PRECIO DEL PETRÓLEO SE DISPARA


El precio del petróleo ha superado los 80 dólares el barril y su escalada explica en gran medida el incremento de la inflación en el último año a escala mundial. De hecho, la inflación subyacente (aquella que elimina el efecto del petróleo y de los alimentos no elaborados) no crece en la misma medida. Si esto se constatase como un factor estructural, el efecto al alza sobre los precios podría ser temporal en la medida en la que los carburantes estabilizasen o incluso bajasen su precio a corto plazo.

Las amenazas a Irán por parte de Estados Unidos dentro de un agravamiento de la situación en Oriente Próximo, la mayor disciplina de los recortes de la OPEP y las dificultades de los nuevos productores de las variantes de fracking para responder de modo flexible y rápido a las subidas de precio, parecen augurar un incremento mayor de la cotización, pero por otra parte, el intervalo de los 70 dólares sigue siendo la referencia más sólida de medio plazo. No conviene olvidar que Estados Unidos y Arabia saudí (aliados estratégicos en los conflictos árabes) pueden ver con buenos ojos que el petróleo se mueva en un intervalo entre los 60 y 80 dólares. Estos dos países, grandes productores, pueden condicionar una banda de fluctuación de la oferta del petróleo que disminuya las rentas en potencias competidoras en el plano comercial, muy dependientes de su importación, como Europa y China, en favor de países productores, sin perder de vista un límite máximo que no perjudique el crecimiento mundial. 

En todo caso, siempre que hay un rally al alza del precio del petróleo, muchos analistas ven de nuevo el precio por encima de los 100 dólares el barril. En el posible camino hacia ese umbral, la inflación seguiría escalando y esto podría acelerar, a su vez, las decisiones de subida de tipos de interés por parte del Banco Central Europeo. De ser así, España y muchos países del sur de Europa se verían afectados por el mayor coste de financiación de su abultada deuda y los riesgos económicos se multiplicarían.  Además, esta posible aceleración de la subida de tipos de interés en Estados Unidos y Europa por un rebote de la inflación, desencadenaría también a la par un mayor coste del servicio de deuda en economías emergentes que tengan que afrontar el pago en dólares o euros, cuyas monedas podrían entrar, a su vez, en una espiral de fuerte devaluación,  como le sucede actualmente a Argentina. Pero las apuestas de que esto suceda pierden posiciones, porque no es probable que el mercado del petróleo suba fuera de control y también porque se incrementan al mismo tiempo los niveles de incertidumbre en la economía mundial, guerras comerciales al margen, tras el prolongado periodo de crecimiento desde la crisis de 2008, tanto en Estados Unidos como en China. 

Pero hay otro factor relevante que puede condicionar la subida de tipos de interés al suponer un freno para lograr una tasa de inflación saludable. Este factor se corresponde con el lento avance de los salarios en las economías avanzadas y el cortocircuito en la secuencia de aumento de la producción, los salarios y la inflación, de la que derivaba la consiguiente necesidad, ahora en duda, de endurecer la política monetaria para enfriar la economía.


MONOPSONIO Y CAMBIO DE PARADIGMA


En estados Unidos el desempleo se sitúa en niveles históricamente bajos y la economía presenta un ciclo extraordinario de diez años consecutivos de crecimiento. La tasa de paro que marca el pleno empleo, considerada habitualmente entre el 4% y el 5%, ha sido pulverizada hasta situarse por debajo del 3,90%.  Este escenario debería venir acompañado, según la teoría, de un fuerte incremento de salarios, pero en este sentido el cambio de época es evidente. Los salarios no solo no remontan, sino que permanecen estancados por debajo de la inflación y su participación de las rentas globales del país es menguante, nada menos que entre 6 y 7 puntos menos que en el año 2000. Esta evolución negativa de las rentas de la clase media en Estados Unidos (que también se observa para el conjunto de economías avanzadas, sobre todo en Europa) afecta al consumo y, por tanto, los precios tampoco se comportan como cabría esperar, con una débil inflación subyacente, una vez descontado el efecto exógeno del petróleo.

Una explicación de origen para este fenómeno de baja inflación y contención de salarios es el impacto de la concentración empresarial a escala global en la formación de precios y en la inversión. 

Un mercado laboral muy tensionado, con pocos efectivos en la reserva debido a una tasa de paro muy baja, presionaría los salarios al alza y los trabajadores rápidamente tendrían opciones de rápida de recolocación en nuevos puestos de mayor retribución. Ahora esto último ocurre cada vez menos. En los años ochenta y noventa del siglo pasado, una tasa del paro por debajo del 6% disparaba los salarios en Estados Unidos, pero ahora esto ya no es así. Es cierto que puede haber un volumen relevante de paro oculto, por lo que la valoración tradicional de las estadísticas necesitaría una clara revisión.  También el cambio demográfico juega su papel en el modelo estructural del mercado de consumo y de la productividad. Pero la explicación puede tener más que ver con fenómenos interrelacionados de la dinámica de la globalización y el comercio.

Por un lado, hay que hacer referencia al fenómeno denominado monopsonio, que significa la versión del monopolio desde la perspectiva del comprador. Un grupo muy reducido que domina el mercado desde la demanda. En este sentido, la concentración empresarial y los nuevos conglomerados marcan una tendencia que reduce los demandantes en el mercado laboral y este se vuelve más imperfecto, sobre todo en determinado sectores.

La creciente importancia de las agencias de colocación y subcontratas; el menor poder de negociación de los trabajadores por pérdida de referencia local y funcional entre empleador y empleado, las mayores restricciones que tienen los trabajadores para irse a la competencia o los acuerdos empresariales para no robarse empleados, son factores que reducen el dinamismo del mercado laboral desde el punto de vista del asalariado, en un entorno en el que cada vez hay más concentración empresarial.

Otro de los fenómenos que juega a favor de la deflación es la expansión a escala global de nuevos competidores vía precio de mercados emergentes, los cuales cuentan con una fuerza laboral a su disposición casi ilimitada y una creciente capacidad tecnológica, explicada esta última tanto por el efecto de la deslocalización de empresas de países desarrollados durante las pasadas décadas, como por la confluencia de focos de alto dinamismo económico en Asia. Esto, por lo tanto, provoca también una presión continua a la baja de precios y salarios a escala global con gran impacto en los países desarrollados 

Asimismo, la mayor plusvalía que obtienen las empresas a partir de mayores márgenes y un menor carga impositiva con respecto a las rentas del trabajo, no está provocando, al contrario también que en otras épocas, grandes inversiones, con la consiguiente depresión del gasto en un marco de creciente desigualdad de rentas.

Por último, otro de los factores clave es el auge del comercio electrónico y la continua presión a la baja de los precios por los nuevos hábitos de consumo a través de la red, cuyo efecto en este sentido no está siquiera bien registrado por las estadísticas. Es el denominado efecto Amazon.    

En resumen, la inflación sigue baja a pesar del esfuerzo desplegado por la FED y otros bancos centrales a partir de los programas masivos de compra de bonos, con la consiguiente inyección excepcional de liquidez para impulsar el alza de los precios. La curva de Philips, que relaciona de forma inversa la tasa de paro e inflación, está en cuestión y ya no parece que explique la realidad actual. Los cambios derivados de la globalización pueden suponer un cambio de paradigma también en política monetaria. Por todo ello, los bancos centrales están desconcertados, aunque los mensajes tradicionales sigan dominando la comunicación.

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