ÁGORA ECONÓMICA

China, la insaciabilidad del dragón asiático

China ha iniciado el camino hacia un nuevo paradigma económico en el que el crecimiento se cimenta en el consumo privado y en la potenciación del sector servicios. El país ha vivido una época esplendorosa, registrando incrementos de producción de doble digito durante casi tres décadas gracias al exponencial incremento de la inversión y al aumento de las expediciones comerciales chinas por todo el globo.

El sobresaliente avance del PIB le ha permitido ser una de las economías más potentes a nivel mundial llegando a acumular, a día de hoy, casi un 7% del total de las exportaciones en el mundo. Si bien es cierto que en la actualidad está experimentando una cierta ralentización en su ritmo de creación de riqueza.

MODELO EN TRANSICIÓN

Esa transición hacia un modelo más enfocado hacia el consumo en la que está inmersa la segunda mayor economía del mundo, no acaba de consolidarse por la ausencia de un sistema de protección social que impide que los niveles en las tasas de ahorro desciendan y se destine más recursos económicos hacia el consumo. A esto se suma un aumento exponencial de la deuda en los últimos años, registrando la expansión del crédito entre los años 2009 y 2015 un crecimiento medio anual del 20%, lo que se ha traducido en un enorme incremento de la inversión realizada en los últimos años. Esta tendencia ha derivado en un mayor apalancamiento de las empresas chinas hasta alcanzar en el año 2016, según estimaciones del FMI, el 145% del PIB chino. 

En cierta manera, la expansión experimentada por la economía china en estos últimos años se asemeja a la que vivió en su día la economía española durante su época de bonanza, derivando en lo que se conoció como la burbuja crediticia convertida, finalmente, en inmobiliaria.

El hecho de que se hayan establecido recientemente unas directrices a favor de un mayor  protagonismo del mercado en el proceso de asignación de recursos por parte de las autoridades chinas provocará una mayor liberalización de su economía, lo que conllevará una mayor fluctuación de variables macro como el tipo de cambio, el tipo de interés y del flujo de capitales con respecto al exterior. 

Aún así, se ha producido en los últimos años una importante acumulación de inversión en determinados sectores intensivos en capital como la industria siderúrgica y la minería, lo que ha derivado en una sobrecapacidad instalada en detrimento de la productividad de dichos sectores, circunstancia que ha puesto en entredicho la rentabilidad de dichas inversiones y que podría llegar a traducirse en problemas de impago. Este condicionante podría afectar a la solvencia del propio sistema bancario chino, el cual ya ha experimentado un notable aumento de la morosidad hasta el 5,8%, pudiendo derivar en unas pérdidas que podrían llegar a representar un 7% del PIB chino.

FINANCIACIÓN E INVERSIÓN

El elevado montante que ha alcanzado el mercado de renta fija en China (el cual se desarrolló en apenas 15 años y que suma actualmente una cuantía por encima de los 6 billones de dólares) se ha conseguido gracias a los recursos aportados, fundamentalmente, por inversores domésticos ante las importantes restricciones que sufrieron los inversores extranjeros hasta hace bien poco de cara a acceder al mercado de capitales chino. Tras la reciente apertura de estos mercados, se cree que esta circunstancia facilitará la financiación a las empresas privadas chinas, después de sufrir ciertas restricciones crediticias por la preferencia explicita del Estado por empresas pertenecientes al ámbito estatal. La entrada masiva de capitales procedentes del exterior podría, por un aparte, resolver su nivel elevado de apalancamiento si se destinan a recapitalizar una banca que financió a los sectores más endeudados o, por otra, amplificar los efectos de una burbuja crediticia que se ha estado creando en el país asiático en los últimos años si no se encaminan en la dirección correcta, lo que podría desencadenar en una dolorosa catarsis en los mercados financieros globales ante los efectos devastadores que tendría la utilización, por parte de las autoridades chinas, de sus reservas para cubrir sus posiciones financieras domésticas con la venta, por ejemplo, de sus cuantiosas reservas de bonos norteamericanos en el mercado secundario de deuda. Este hecho supondría un desplome del precio de dichos bonos estadounidenses y un sustancial repunte de su tipo de interés en las futuras emisiones en los mercados primarios, dificultando aún más las condiciones de financiación de EEUU y del resto de países dependientes de estas emisiones por presentar déficits recurrentes en sus cuentas públicas.

MATERIAS PRIMAS

Otra muestra clara sobre la insaciabilidad del gigante asiático en cuanto al consumo de recursos, lo hemos observado en los últimos lustros con la intensa utilización de materias primas, desde los metales industriales, entre los que se encuentra el cobre, níquel, zinc, etc. (en los que China concentra en muchos de ellos la mitad del consumo mundial), hasta los combustibles fósiles como el petróleo, el carbón y el gas en los que se ha erigido en un consumidor extremadamente relevante a nivel mundial acaparando más de una quinta parte del consumo total. Todos estos recursos han experimentando un crecimiento exponencial en los últimos años, lo que ha condicionado, en buena medida, la marcha en el precio de cotización de muchos de ellos a nivel internacional.

Así, la irrupción de China en la economía global ha supuesto un elemento extremadamente influyente desde el punto  de vista de la demanda de recursos de materias primas, llegando a distorsionar sus cotizaciones en los mercados internacionales. El hecho de que se trasladase esa misma insaciabilidad de China al consumo de recursos financieros podría provocar en un futuro no muy lejano, un importante incremento de la volatilidad y un cambio de fuerzas en los mercados financieros internacionales claramente desestabilizador, al igual que sucedió con los mercados de commodities en los últimos años.

Te puede interesar