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El consumo compartido

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photo_camera El consumo compartido.

Los servicios de consumo colaborativo facilitan el encuentro entre la oferta y la demanda

En un contexto marcado por la perspectiva de un futuro cada vez más incierto, la dificultad de muchas familias para llegar a fin de mes, el desempleo y la crisis generalizada y el auge de las redes sociales, los hábitos de compra están evolucionando rápidamente, orientándose cara a un consumo compartido.

Este movimiento colaborativo supone un cambio cultural y económico en los hábitos de consumo marcado por la migración desde un escenario de consumismo individualizado hacia nuevos modelos potenciados por los medios sociales y las plataformas tipo peer-to-peer.

Se trata pues de nuevas tendencias en los hábitos de compra que han florecido al albur de las nuevas tecnologías en el entorno de la redes sociales: consumo compartido, participativo, colaborativo, bancos de tiempo… Estas iniciativas no son más que la manera tradicional de compartir, dejar, alquilar, intercambiar y regalar pero puesta en práctica sobre la base de las nuevas tecnologías y las comunidades on line.

Los servicios de consumo colaborativo facilitan el encuentro entre la oferta y la demanda, y ponen en contacto a desconocidos con interés sobre el mismo producto/servicio que se unen para presentar una demanda conjunta, a la vez que proporcionan los mecanismos necesarios para generar la confianza suficiente para que los intercambios y las transacciones tengan lugar. En estos servicios las barreras de desconfianza se ven minimizadas gracias al uso de perfiles de usuarios con valoraciones y referencias añadidas por otros usuarios, lo que origina nuevas maneras de relacionarse, intercambiar, y monetizar habilidades y/o bienes económicos.

Existen muchos proyectos de consumo colaborativo que están dando en la actualidad respuesta a necesidades concretas de las personas, a la vez que restablecen las relaciones de confianza entre individuos y el respeto hacia el medio ambiente.

Existen iniciativas de intercambio de ropa y de conocimientos, de alquiler de coches o de habitaciones, de compartir platos y postres, de compras conjuntas, ... Experiencias como Blablacar (para viajes compartidos en coche), Uber (una alternativa ciudadana al taxi) o Airbandb (alquileres vacacionales sin mediación de agencias de viajes), EatWith (comunidad internacional de food-lovers), Trip4Real (marketplace donde se ofrecen actividades creadas por expertos locales) se añaden a los comentarios que los consumidores vierten en blogs, en Twitter, Facebook y a la proliferación de los comparadores (de viajes, hoteles, seguros…).

De esta manera, cada día surgen nuevas redes de consumidores adaptadas a una nueva manera de entender las relaciones entre los clientes y las empresas.

Los ingresos en estas iniciativas superaron, globalmente, los 2.652 millones de euros en 2013, un crecimiento de más del 25% respecto al año anterior (estimación publicada en Forbes). Ante semejante tasa de incremento, compartir entre iguales está dejando de ser sólo una manera de aumentar los ingresos en un mercado contraído para convertirse en una fuerza económica disruptiva. Y es que aunque para muchos sectores tradicionales, estas redes suponen una amenaza, para otros sin embargo, representa una oportunidad de negocio. Tanto es así, que el nuevo modelo de negocio que genera el consumo colaborativo es ya lo suficientemente importante como para que la administración, las empresas tradicionales, la prensa económica o las escuelas de negocio hayan mostrado ya su interés por él.

Pero el mayor reto de estas plataformas de consumo compartido está todavía en atraer a una densidad de población local suficientemente amplia como para generar actividad útil para una comunidad.

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