Análisis

El mercado y a economía de los equipos de fútbol

Soccer ball on a financial report background

Con el mercado de invierno los fichajes siguen batiendo récords en el mundo del futbol. Las cifras que se barajan son asombrosas con respecto a lo que hace muy poco eran ya cantidades que parecían difíciles de batir. La globalización del espectáculo, el predominio de una pura óptica de negocio y la entrada de inversores asiáticos y árabes ha cambiado la forma de entender y valorar el futbol.

El fútbol tradicional se concebía, en el campo teórico, como un negocio sencillo de gestionar. Los presupuestos se cierran y se definen al inicio de cada temporada. Con unos ingresos provenientes de la venta de entradas en la taquilla, los derechos televisivos, la venta de merchandishing y de camisetas, los derechos de imagen y los patrocinios firmados. 

Los gastos son fundamentalmente la partida salarial, algunos gastos operativos y la provisión por la amortización de jugadores. En un principio Parece fácil su equilibrio, consiste en no gastar más de lo que se va a ingresar. 

Sin embargo la práctica nos muestra un pequeño problema: a medio plazo, el rendimiento de un equipo está directamente relacionado con la masa salarial. Dicho de otra forma, a mejores salarios tendrás mejores jugadores, y estos son los que van a garantizar unos mejores resultados, que a su vez alimentan la fuente de ingresos del club.

Por consiguiente, los equipos deben acudir al mercado de jugadores para adquirir ese talento que les falta. El mercado de jugadores es bastante eficiente, con pocas excepciones. Una de ellas son los periodos de burbuja y especulación, que hinchan e incrementan los precios de determinados jugadores.

A esto hay que sumar aquellos extraños que también contribuyen a la inflación, como son la entrada de capitales externos (inversores árabes o chinos) y contra los que la FIFA trata de luchar con las medidas de fair play financiero, si bien pocos clubes son capaces de abstraerse a esta rueda de gasto. La premisa está clara: gasta más, ficha mejores jugadores, gana más partidos.

Pero el fútbol no es lineal, es un deporte con un buen porcentaje de azar, y por consiguiente  la presencia de jugadores de mayor nivel no garantiza los resultados deportivos de forma directa.

Clasificarse para la Champions (o subir a primera, en el caso de equipos modestos) aumenta los ingresos de manera radical, por lo que bien gestionados esos ingresos extra, el equipo puede consolidar su nivel fichando mejores jugadores.

Pero existe el efecto inverso; el club desciende (o un club con una estructura de equipo “grande” no clasifica en Champions) y es un desastre financiero, los ingresos se colapsan, y lograr el ascenso es un proceso arduo y lento, con reajustes dolorosos, salida de jugadores clave, y en muchos casos una fuga de aficionados que lleva aparejada una enorme crítica social a la directiva. 

Además existe, como vemos, un nuevo ángulo de visión. Los clubes de fútbol forman parte, en aquellas ciudades en que están instalados, del patrimonio cultural y social. Los políticos locales sueñan con un club ganador, ir al palco a codearse con la flor y la nata de la sociedad local, tal vez algún día llegar a ser presidentes del club.

El palco del club ganador se convierte en un gran escaparate que atrae empresarios, se firman acuerdos de negocios, se conoce a los directivos empresariales y a las personas clave de la administración pública local y regional.

Impacto de la crisis

¿Suena como un negocio financiero a baja escala? Realmente puede llegar a ser muy similar. Con un capital inicial se toma una decisión de inversión. Si hay beneficios, el capital al año siguiente aumenta, se puede invertir más, se puede ganar mucho más dinero.

 Es un círculo vicioso del beneficio. Si hay pérdidas, el capital se reduce, hay que partir de una base menor para recuperar lo perdido. Es la travesía del desierto.

Aumentar el endeudamiento como estrategia de crecimiento es tentador durante los periodos de euforia, por eso muchos clubes acudieron sobre todo en el pasado previo a la crisis a las entidades financieras para enjugar sus desfases o financiar las importantes compras de jugadores.

Los clubes españoles tenían ratios de apalancamiento y eficiencia similares a los de otras competiciones europeas como la Seria A, la Ligue 1 o la Premier League. Es por ello que nuestra liga no tiene un peor comportamiento.

Pero algunos de estos clubes eran (y aún siguen siendo en algunos casos) muy dependientes de los Gobiernos regionales como de las entidades financieras locales, y confiaban a la llegada de los éxitos deportivos, o bien en la eterna apreciación de sus bienes inmuebles, que absorbía como garantía de la financiación bancaria de su crecimiento.

Mientras la rueda no se quebraba, el crecimiento parecía garantizado, y muchos clubes gestionaron un rápido crecimiento con una gestión muy poco profesional. Cuando la crisis  golpeó la economía española todo empezó a empeorar, primero con una caída de los ingresos poco a poco, y de pronto éstos se hundieron.

La crisis redujo repentinamente el apoyo de los Gobiernos y la desaparición de la banca local eliminó la vía de la refinanciación. Algunos patrocinadores desaparecieron y la expectativa de apreciación de las propiedades inmobiliarias se desvaneció.

Sumemos a esto la menor demanda de entradas, de merchandishing, de las ventas asociadas a los clubes. Y a mayores la bajada en los precios que patrocinadores y televisiones estaban dispuestos a pagar por el fútbol. 

De repente, muchos clubes españoles, al igual que la economía española, se vieron en una crisis financiera. Estadios que se quedaron a medio construir, amenazas de descenso por motivos financieros a algunos clubes, plantillas vendidas casi al completo para generar un valor que sufragase solamente la amortización de la deuda acumulada.

De repente la liga se pone bajo la lupa, poniendo a la Comisión Europea tras la pista de las ayudas estatales a los clubes de fútbol. Los paralelismos entre la economía, las finanzas y el fútbol eran evidentes.

Los clubes tuvieron que adaptarse rápidamente. Recortar salarios, vender  jugadores, y reducir el endeudamiento maximizando las vías de ingresos. Muchos jugadores y entrenadores han emigrado a otras ligas donde hay salarios mejores y, sobre todo, certeza de cobro. No solo a la Premier League, sino también a lugares tan dispares como Grecia, Chipre, China, Bolivia, Israel o Azerbaiyán.

¿Una nueva burbuja?

Al igual que la economía española, el fútbol se ha tenido que reequilibrar a través de la venta de activos, la devaluación interna y el impulso exportador. El control financiero FIFA se ha impuesto a las cuentas del club, a pesar de las reticencias. Se han tenido que adaptar los horarios de juego al mercado asiático.

La nueva normativa intenta rebajar el precio de las entradas para garantizar los llenos en los estadios. Quedan desequilibrios por corregir, como la muy desigual distribución de los derechos de televisión, pero el fútbol español ha tomado medidas en la dirección correcta.

Se debate si la actual deriva del mercado y la liga están llevando a una nueva burbuja. Al igual que en las finanzas, la diferencia de precios supone un antagonismo entre la lotería y la inversión.

Puede ser que los equipos jueguen ahora a adelantar ingresos, a apostar por plantillas a dos años vista, asumiendo en un traspaso los ingresos que un jugador pueda generar quizá sin contar con imprevistos (lesiones, bajo rendimiento, sanciones).

La ecuación encajará mientras el ciclo del mercado sea creciente, se sigan recuperando los nuevos ingresos (los patrocinadores han vuelto, hay más espectadores con la entrada del mercado asiático y americano, el merchandishing crea furor) y sobre todo los éxitos deportivos del fútbol español sigan en boga. 

En el momento que cualquier variable caiga, el mercado puede ser terrible, ya sin las entidades financieras y la administración regional para amortiguar la caída. El crecimiento de muchas entidades parece sólido, pero muchos advierten de gigantes con los pies de barro, y en muchos casos las cuentas presentan luces y sombras preocupantes. Si la pelota no entra, quizá muchos adviertan que, como en el cuento, el rey está desnudo. 

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