ÁGORA ECONÓMICA

Escogiendo el camino del riesgo cuando no hay alternativa

"El alza en las bolsas ha provocado que pequeños ahorradores se decanten por alternativas de mayor riesgo"

Así surgen teorías como las del “espejo retrovisor”, tras comprobar que por más que se repita la frase de que rendimientos pasados no justifican resultados en el futuro, la mayoría de agentes económicos toma decisiones en función de la tendencia observada en el periodo inmediatamente anterior. También es común observar el fenómeno de la “oferta común”, por la que una vez que una tendencia se consolida, muchos prescriptores o asesores tienden a aconsejar en línea con lo que marcan los últimos acontecimientos, provocando una sobreactuación del conjunto del mercado que generalmente acaba en burbuja o la rápida pérdida de rentabilidad de la opción mayoritaria.

No sabemos si alguno de estos fenómenos están detrás de las decisiones que han marcado el devenir de los mercados en este inicio de año, pero lo cierto es que la tendencia al alza de las bolsas desde hace meses (más allá de la incertidumbre que haya podido generar el Brexit o la elección de Trump, o precisamente por la aparente invulnerabilidad ante estos acontecimientos) ha provocado que se incremente cada vez más el número de pequeños ahorradores que se decantan por la renta variable, sobre todo a través de fondos que incluyen en todo o en parte cantidades invertidas directamente en bolsa.

Esta tendencia se ha reforzado por la sensación de continuidad de los bajos  tipos de interés en Europa. De hecho esta misma semana Mario Draghi ha lanzado de nuevo un mensaje continuista que da por buena la actual política de estímulos monetarios en la batalla contra la deflación que, según sus palabras, sigue siendo una amenaza latente.  Es cierto que sigue habiendo un exceso de ahorro a nivel mundial y que las grandes masas de liquidez no encuentran el camino hacia la inversión y el gasto, al tiempo que el alza de precios de las materias primas parece tener un recorrido modesto como para provocar una espiral inflacionaria y presionar un significativo aumento en paralelo del precio del dinero. Tanto es así, que incluso es probable que Estados Unidos ponga fin a la prolongada etapa de tipos de interés reducidos de un modo más suave con respecto a lo previsto, salvo que Donald Trump encuentre la fórmula para estimular el gasto sin descontrolar las cuentas públicas.   

Por tanto, en este escenario de tipos de interés bajos se perpetúa la pérdida de atractivo de los depósitos tradicionales y también de las opciones más conservadoras de la renta fija, que en este caso, añaden a su escasa rentabilidad una creciente volatilidad y continuas caídas de su cotización durante los últimos meses por el creciente atractivo de alternativas de mayor  riesgo y por las expectativas todavía inciertas que puedan derivar de las próximas decisiones de la Reserva Federal americana. De esta forma, muchos ahorradores han decidido infraponderar  la colocación de renta fija dentro de sus carteras y los depósitos han quedado sólo como opción forzosa para aquellos cuya aversión al riesgo está a prueba de cualquier canto de sirena que puedan emitir los mercados.

REFLEJO EN LOS FONDOS

Así, el contexto que describe el estado de ánimo del inversor en general, se hace patente al ver la evolución de los fondos de inversión. Por una parte, los fondos de renta fija han sufrido unos reembolsos netos en torno a los 1.500 millones de euros en el pasado mes de febrero, lo que supone el récord de salidas mensuales desde que, hace ahora casi dos años, se viviese uno de los peores momentos de la crisis griega. Esta circunstancia también ha contagiado a los fondos garantizados y de gestión pasiva, cuya cotización se ha visto afectada negativamente por la acumulación de saldos en otras alternativas menos conservadoras. En sentido inverso, se ha producido el despegue de los productos con un mayor componente de riesgo en sus carteras, tal que los fondos globales, los de renta variable internacional y los de renta variable mixta son los que más capital nuevo han absorbido, sumando nuevas aportaciones por encima de los 3.000 millones de euros, según los datos de Inverco. Es tal el empuje de estas modalidades de mayor riesgo, que ha propiciado que el patrimonio total invertido en fondos de inversión aumentase en su conjunto 3.551 millones en febrero (un 4%), alcanzando ya los 240.000 millones, con niveles no vistos desde 2007.

Poco parece importar que mengue rápidamente el recorrido teórico de ganancias en los mercados y que la bolsa americana, por ejemplo, cotice con el PER (número de veces que el precio de la acción incluye el beneficio) más alto desde 2004. La tendencia al alza se ha consolidado y se ha contagiado a la práctica totalidad de mercados a nivel mundial. La promesa de mayor gasto público de la administración Trump, aún basada en un keynesanismo a la antigua apoyado en la inversión militar, así como la menor percepción de riesgo de ralentización de la economía china, cuyas autoridades acaban de comunicar una previsión de crecimiento del PIB del 6,5% para este año, son argumentos que parecen ser suficientes para alimentar el optimismo. Se han diluido  incluso los recelos  que despierta la amenaza de destrucción de la Unión Europea ante los posibles escenarios que se puedan derivar de las próximas citas electorales en el continente. Esperemos que el paisaje llano que refleja el  retrovisor no se altere con el siguiente cambio de rasante.

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