"La provincia debería oler a vino, que se llegue a Ourense y se sepa que estamos en una tierra de vino"

photo_camera Miguel Ángel Viso Diéguez.

Miguel Ángel Viso Diéguez tiene 43 años y es ingeniero técnico agrícola. Preside el Consello Regulador de la Denominación de Origen Ribeiro desde mayo de 2012

Presidente de una denominación con mucho pasado. ¿Y futuro?

Tenemos mucho pasado y es el que te exige que tengas futuro y ahora mismo es esperanzador porque creo que vamos en la buena línea, la calidad. En ese futuro tenemos que afianzarnos mucho más en la calidad.

¿Cuesta pilotar ese futuro desde el Consello?

Siempre es un reto porque representas a 109 bodegas, a casi 3.000 viticultores y siempre hay diferencias, pero intentas satisfacer las necesidades de todos. No es fácil, pero tenemos claro dónde queremos estar en el futuro, que es potenciar la calidad, potenciar las variedades nobles que le añaden calidad, pero todo eso significa un proceso de adaptación, que en determinado momento nos obliga a ir poco a poco y explicando bien qué debemos hacer.

¿Sobre quién recae esa responsabilidad de futuro?

Siempre recae sobre las nuevas generaciones y sobre la administración, bodegas, consejo regulador y viticultores. Las administraciones deben apostar por el sector, sobre todo en una provincia como Ourense, y por el Ribeiro. El consejo debe hacer las cosas muy bien, desde el pilar de la promoción debe tener claro qué tenemos que transmitir, garantizando la calidad ante el consumidor.

Pero, ¿hay transferencia de padres a hijos para que se produzca ese relevo generacional?

Yo, como viticultor, recibí la transferencia de la cultura del vino de mis abuelos y mis padres, pero hay que adaptarse a las nuevas exigencias del sector. Los nuevos viticultores están mucho más preparados, más concienciados, y lo que tenemos que hacer es darle ese plus de calidad a todas las intervenciones. Es de destacar su formación, que tienen claros sus objetivos, y eso se ve en los viticultores, en los colleiteiros. Por lo tanto, hay una transferencia de la cultura del vino, pero sobre todo una mejora en las nuevas generaciones. Lo que nos falta es que vengan más nuevas generaciones, que puedan entender que se puede vivir del campo y solo se podrá vivir del campo cuando podamos pagar los recibos. Si se consigue un trabajo digno con un ingreso digno, y ese es el objetivo de todos, ganaremos más gente para el campo.

Pero, muy pocas explotaciones dan para vivir del campo.

Es cierto. El minifundismo da personalidad y calidad a algunas explotaciones pero también en muchos casos es un lastre a la hora de querer crecer y es ahí donde las administraciones tienen que intervenir con posturas claras porque, como decía antes, los jóvenes vendrán al campo si pueden vivir de él y para eso la explotación debe ser viable.

¿Por qué los jóvenes escapan de la tierra o es que ya no escapan tanto?

La pregunta que nos tenemos que hacer es si no escapa tanto porque fuera hay pocas alternativas o no escapa porque decide quedarse. Lo que nosotros apreciamos es un crecimiento de colleiteiros, que son aquellos que cultivan la viña y hacen su propio vino, manejando su propia explotación. Quizá se ha dado cuenta que fuera no están las cosas bien y si hace las cosas bien aquí puede vivir del campo, pero tenemos que profesionalizarnos mucho.

¿No hay muchas bodegas para una comarca tan pequeña como O Ribeiro?

No, porque lo que hacemos son diferentes formas de entender el vino. Manejamos en torno a quince millones de kilos y, salvo las grandes bodegas o cooperativas, lo que estamos haciendo es tener unos colleiteiros que transmiten ese conocimiento, esa pasión a su vino y eso da muchas personalidades al producto. Yo siempre digo que nuestros viticultores no conocen las viñas, conocen las cepas. Es cierto que cuando salimos a vender fuera somos un puntito más en el universo del vino, pero sí aportamos ese sentimiento y esa historia.

O sea, que o Ribeiro quiere vender vinos como si fuesen perfumes, esencias delicadas.

Exactamente, porque cada botella de Ribeiro es una experiencia. Si hablamos de 300 vinos diferentes, hablamos de 300 experiencias que te pueden sorprender.

¿Hubo cierto complejo en tiempos en O Ribeiro?

Tenemos historia, marca y gestión y durante muchos años fue el blanco gallego por excelencia. A lo mejor cuando otros tenían claro el concepto empresarial a nosotros nos faltó pegar ese salto, pero ya las nuevas generaciones y la manera de entender el vino hace que ahora mismo no haya ese complejo, aunque reconozco que nuestro posicionamiento debía ser mejor, sobre todo en conocimiento porque estamos llegando a sitios y vemos que hay quien se sorprende de las cosas que se hacen ahora en el Ribeiro.

Hay cuatro de las cinco denominaciones de origen gallegas, ¿realmente eso no debería tener más importancia desde el punto de vista socioeconómico?

Creo que sí y creo que esta provincia debería oler a vino. La gente debería entrar a Ourense y saber que está en una tierra de vino, que hay una denominación de origen como O Ribeiro que viajó a América, que estuvo en las mesas de los monjes del císter. Todo eso deberíamos saberlo todos. Y digo más: si hay algo que fije población en el rural ourensano es el vino y es ahí por donde debemos ir.

¿Cómo funcionan experiencias como el enoturismo?

El enoturismo es una salida muy importante. Esa asignatura está ya más que aprobada en otras denominaciones de origen. Aquí vamos con calma pero está siendo bien aceptada. La ruta del vino de O Ribiero debería ser un escaparate de la comarca, dar a conocer toda la zona porque no solo tenemos que salir fuera a vender nuestro vino, tenemos que intentar que la gente venga, pasee por nuestra zona y nos compre el vino.

Hablando de mercados internacionales, ¿el Ribeiro sabe muchos idiomas?

Sabe muchos idiomas, pero posiblemente chapurreados. Estamos en la escuela de idiomas intentando pasar los exámenes de nivel. Tenemos claro que nuestro trabajo es potenciar la exportación y en eso estamos trabajando, con un plan para llegar a Puerto Rico para buscar negocio, pero también la Xunta está promoviendo que las denominaciones podemos exportar más. Esa es una asignatura en la que O Ribeiro tiene que trabajar, pero no es fácil porque tenemos que tener claro dónde queremos ir y cómo. Debemos ser exigentes en la gestión y la profesionalización.

¿Hoy hay miles de vinos en el mundo que se venden en todos los lugares. ¿Cómo gana la posción O Ribeiro en un mercado tan colmatado?

Tenemos la suerte de que la gente cuando prueba nuestro vino se sorprende, pero esa calidad debemos acompañarla de nuestra historia y eso es lo que tenemos que contar. Tenemos que decir que hacemos vinos porque desde siglos atrás  lo estamos haciendo y que se está adaptando a las nuevas demandas del mercado y eso a la gente le gusta escucharlo.

¿Qué amenazas tiene el sector?

Básicamente que el consumo de vino sigue bajando. Vale que tengamos que beber el alcohol con moderación pero la ley de la viña y el vino dice que el vino es un alimento, por lo tanto tenemos que concienciar que se puede consumir vino, disfrutar de él, compartirlo. Debemos distinguir entre beber y degustar. Nuestro problema es que quieren tratar al vino solamente como alcohol.

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