ÁGORA ECONÓMICA

El nuevo diseño de las ciudades en perspectiva económica

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Las posibilidades que suponen las TICs sobre el ahorro de costes en la prestación de servicios y en la generación de nuevas infraestructuras, pueden suponer un aliciente para optimizar la gestión del dinero público

En los últimos años estamos viviendo un importante proceso de cambios a nivel municipal. En Galicia sabemos en primera persona los problemas que supone el despoblamiento de nuestros  pueblos y villas y, paralelamente observamos una importante concentración de la población en unas pocas ciudades. De nada o poco han valido las ayudas públicas concedidas por algunos municipios con reducida población para la fijación de residentes. Si no hay trabajo, si no se cuenta con un empleo de calidad, este tipo de iniciativas, al final, caen siempre en saco roto. Para asegurar población, para incrementar el número de residentes hay que potenciar el desarrollo económico y apostar por una mejora en la calidad de los servicios. De este modo, si no cambiamos el “chip” y seguimos sin pensar en agrupar la gestión de los núcleos de población, la actual situación de despoblamiento gallego, tal y como se ha venido señalando recientemente en el diario La Región, tiene muy mala solución. Nuestro exacerbado localismo no ayuda a mejorar la gestión de los servicios públicos y a garantizar un tamaño mínimo de planta local, como ha venido señalando la Red Localis, Red de Administración Local.

Frente a este excesivo minifundismo endémico en nuestra Comunidad Autónoma, el peso económico y poblacional de las grandes ciudades a nivel internacional, por contra, es cada vez mayor. Las cifras de evolución y concentración demográfica lo ponen de manifiesto. En 1960 algo más del 30% de la población mundial vivía en las ciudades; en 2030 se prevé que este porcentaje ascienda al 60%. De producirse esta polarización de la población en ciertos espacios, es evidente que las grandes urbes concentrarán la mayor parte de la riqueza económica, en detrimento de los pequeños núcleos de población, que inexorablemente irán menguando en población y riqueza.

NUEVO MODELO URBANO

Debido al peso económico y poblacional de las ciudades, a éstas se les exige, cada vez más, una mayor eficiencia en la utilización de los recursos para poder cubrir las necesidades poblacionales pero, al mismo tiempo, que también sean responsables en la gestión de los inputs empleados y siempre dentro de un marco de desarrollo sostenible. El respeto al medio ambiente ha pasado de ser una cuestión menor a algo transversal y necesario en todas las actuaciones de naturaleza pública relacionadas con el crecimiento económico. El crecimiento económico, sin control ni responsabilidad, no es viable.

Los gestores públicos tienen un arduo trabajo por delante. En este nuevo modelo urbano no solo se les pide que conviertan a sus ciudades en polos de desarrollo económico y que traten de garantizar un empleo a sus residentes, sino que también sean capaces de prever las demandas futuras de la ciudadanía y que corrijan antes de producirse los problemas de un desarrollo urbano poco controlado. Esta cuestión es especialmente importante en España, ya que por desgracia, somos “los primeros de la clase” en ejecutar iniciativas o proyectos, pero somos poco propensos a la planificación de lo que hacemos. O dicho de otra forma, es necesario que nuestros gestores públicos doten adecuadamente de servicios e infraestructuras a la población, atendiendo a sus demandas, esto es lo que conoce como “gobierno abierto y participativo”.

RESULTADOS DISCRETOS

Llegados a este punto hay una cuestión que desde hace algunos años se está poniendo de moda: las ciudades inteligentes o smart cities. Esto ha provocado una frenética carrera por convertir, en algunos casos “del día a la noche”, a cada ciudad en una urbe inteligente. Sin embargo, en España, hay muy pocas ciudades que se puedan catalogar como tales. A partir del índice IESE Cities in Motion (ICM) de 2015 solo siete ciudades españolas (Barcelona, Madrid, Valencia, A Coruña, Bilbao, Sevilla y Málaga) se sitúan entre las 80 mejores ciudades inteligentes a nivel mundial. A Coruña, la única ciudad gallega ocupa la posición 75 de este ranking. 

La razón de este discreto resultado se debe a que para que una ciudad sea inteligente es necesario que las inversiones en infraestructuras, energía, transportes, servicios públicos, etc., garanticen una mayor calidad de vida a los residentes, un desarrollo económico sostenible y una gestión prudente de los recursos naturales.  Encajar este puzle no tarea fácil. Además, este conjunto de servicios y prestaciones deben ir acompañados de soluciones tecnológicas avanzadas que faciliten la interacción de la población con la oferta municipal, en aras de conocer el grado de utilización y satisfacción recibido.  Y esto tampoco es sencillo.

Para contar con una ciudad inteligente es preciso que el diseño de las iniciativas se base en cuatro pilares. En primer lugar, hay que contar con un espacio urbano que permita una amplia prestación de servicios a los ciudadanos. En segundo lugar, hay que disponer de un sistema de infraestructuras que satisfagan realmente las necesidades de la población y, al mismo tiempo, que garanticen un desarrollo urbano respetuoso con el medio ambiente. En tercer lugar, es preciso contar con un sistema de información que facilite la recogida de datos, pieza clave para conocer si realmente se satisfacen las demandas y el grado de utilidad. Finalmente, es imprescindible contar con la ciudadanía, ya que todos los esfuerzos e iniciativas de los gestores públicos serían baldíos si no se piensan en la utilidad de las medidas para los ciudadanos. 

CENTRADOS EN LA EFICIENCIA

Se pueden enumerar una amplia lista de actuaciones para conseguir ciudades inteligentes, todas ellas tienen en común el importante ahorro que supone su implementación, de ahí que la derivada económica resulta muy importante. Aunque, hay muchas, a modo de ejemplo se pueden citar las siguientes.

Caso 1 

Regulación semafórica en función del grado de utilización de las vías. Así, se podrían ampliar el tiempo en que están los semáforos en verde en caso de atasco o circulación lenta o acortar los tiempos de apertura de semáforos en caso de tráfico muy fluido, siempre garantizando un número mínimo de vehículos que circulen por cada zona y respetando la utilización de los pasos de cebra por los viandantes. Esto permitiría un menor gasto de combustible, reducción en los tiempos de desplazamiento, menor contaminación y nivel de ruido. 

Caso 2 

Utilización de contenedores inteligentes para el reciclaje de residuos sólidos urbanos, que premie de alguna forma los comportamientos responsables de los ciudadanos. Se podría pensar en contenedores que identificasen al usuario del servicio y su grado de utilización por cada tipo de residuo, y al mismo tiempo ofertando bolsas que identifiquen el depósito de residuos. Este comportamiento responsable del ciudadano, en aras de una mayor eficiencia del reciclaje, se podría primar con una rebaja de impuestos municipales y/o el acceso a ciertos servicios locales (piscina municipal, polideportivos, etc.) con algún tipo de descuento. 

Caso 3

Introducción de mejoras en el sistema de riego de jardines y parques públicos. Así, en función de las necesidades de agua en ciertas zonas, se podrá aumentar o disminuir el caudal, optimizando el consumo de agua. La demanda de agua no es siempre la misma y la instalación de detectores de humedad permitía un notable ahorro en el consumo de agua. 

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