CON PRIMA DE RIESGO

La política industrial y económica gallega a través de la colaboración público y privada

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Una política en materia de innovación en la que “el todos ganan” da valor al tejido productivo gallego  

ESTRATEGIA WIN TO WIN

El conselleiro de Economía, Empleo e Industria bajó esta  semana al ruedo donde las pymes y micropymes tecnológicas se juegan su supervivencia, para departir con ellas en un desayuno organizado por el Parque Tecnolóxico de Galicia, sobre innovación. Una jornada en “petit comité”, con no más de una treintena de empresarios y este comentarista menor, aunque vikingo,  espectador de tercera línea y visualmente al filo  de la navaja.

Y si la innovación es un término demasiado amplio que suena a algo diferente más inteligente y mejor, la mayor incertidumbre al respecto podría ser con qué mimbres cuenta la economía gallega para poder participar en las nuevas dinámicas económicas sobre innovación, más allá de modelos semánticos y a través de la implementación de un diferencial positivo en la política económica e industrial que ejecutamos, que nos haga correr en términos de competitividad, para contrarrestar las asimetrías creadas por los mercados.

Un reciente documento de la OCDE plantea que la mejora de la competitividad debe basarse en políticas para la innovación en un sentido más amplio que el mero apoyo a la I+D, a la construcción de infraestructuras tecnológicas, a la aportación de recursos para la financiación de capital o a la utilización de instrumentos de apoyo directo con café para todos. Y en este sentido, debiera ser la ayuda al sistema de innovación en su conjunto, lo que se viene a llamar ecosistema de empresas, administración, centros tecnológicos, universidades y centros de formación profesional; y  el marco legal y regulatorio de los contratos;  actuando en aquellas debilidades entre las ligazones input-output de aquellos sectores que impiden la correcta competitividad de la producción en los mercados mundializados.  El conselleiro, a lo escuela neoschumpeteriana en la construcción de una política económica e industrial fundamentada en los procesos de innovación, desarrollo tecnológico y en un cambio socio-cultural, planteó que el debate sobre la política industrial no tendría que  centrarse en torno a si los gobiernos deberían modelar la estructura productiva subvencionando actividades, sino  en la identificación de itinerarios de desarrollo factibles dada nuestra especialización productiva, las capacidades instaladas y su potencial de reforma. 

El titular de economía e industria señaló las tres vías de actuación del gobierno gallego: Una apuesta por la innovación como palanca de la competitividad, naturalmente orientada hacia la Industria 4.0 para que las empresas puedan innovar en procesos y productos y con un pensamiento global.  

En la práctica las claves de esta política económica industrial se centran en un sistema de herramientas entrelazado entre la colaboración público-privada que va deshilando el conselleiro en su planteamiento: el coche autónomo de Citroën cuyo germen se ubica en el Centro Tecnológico de la Automoción de Galicia a través de un Programa Interconecta, con el que Citroën traerá su modelo de fabrica 4.0 a la factoría de Vigo.

La atracción de laboratorios farmacéuticos como Esteve o Roche para el trabajo en conjunto con los investigadores de la Fundación Ramón Domínguez. El polo estratégico del sector aeronáutico gallego de Rozas ha desarrollado un modelo inexistente en España y diseñando una estrategia de atracción de capital con la que implicar las capacidades ya instaladas en el tejido productivo gallego, aunque atomizadas. El Modelo de Compra Pública Innovadora, en el que Galicia es pionera y que ha movido ya una centena de millones de euros,  consiste  en la utilización de la administración como primer demandante de un determinado producto para activar el mercado al que le dice que demanda, para que éste le traslade las soluciones que podría aplicar a lo que necesita. Y como no se hace necesario señalar que la gallega es una economía con un bajo nivel de industrialización, caracterizado por el pequeño tamaño de sus empresas y  una exigua comercialización; el situarse de manera natural donde mandan los acontecimientos impone que la  manera posible para ayudar a las pequeñas que tienen que competir con los “grandes señores” de su sector, es traerse a esas  grandes y obligarlas a subcontratar con el tejido productivo que tenemos; y fortalecerlo con ayudas a la inversión en activos e identificando que necesitan para ganar competitividad a través de diagnósticos. Y con formación. Aunque el tejido productivo privado se lo tiene que creer, interiorizando que todas las partes ganan cuando son capaces de explorar sus intereses mutuos de forma profunda. No en un mero intercambio. Una  filosofía que precisa de grandes dosis de colaboración y de confianza porque cuando haces algo porque te gusta, porque sale solo y con pasión, siempre se gana. Aunque también es necesario que los empresarios esperen obtener beneficios.

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