REDES SOCIALES

Ponga un "sobrinity manager" en su empresa

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Hace unas semanas una revista protagonizaba un sonoro patinazo en redes sociales: en un arrebato de agilidad e ingenio, publicaba un más que desafortunado tuit: “Tras el atentado en su concierto en Manchester, repasamos los looks icónicos de Ariana Grande”.Difícil meter la pata de una manera más torpe

Desconozco si es el caso de esta revista, como podría presumirse por la frivolidad del tuit, pero lo cierto es que  muchas empresas confían su comunicación en Social Media a un “sobrinity manager”. Es decir, al sobrino que presumiblemente sabe mucho de redes sociales porque tiene perfiles en unas cuantas. 

En ocasiones la irresponsabilidad no es contratar al sobrino, sino a un inexperto junior que haya cursado alguna formación online gratuita de community manager. Esta opción va siempre acompañada de un sueldo de los que no aceptan los becarios franceses, por ejemplo. Si alguien duda, que busque ofertas de community manager en cualquier portal de empleo, a ver cuántas superan el mileurismo raspado.

El término “sobrinity manager” no es mío, conste por escrito. Lo leí (y desde entonces lo adopté) por vez primera hace unos meses en el portal puromarketing.com, en un artículo de Jesús Rodríguez, que colabora en Chile con McCann Erickson (agencia de publicidad global con oficinas en 120 países). Vamos, que está visto que al otro lado del charco le dan tanta importancia a la reputación corporativa como a este lado.

Porque de eso se trata: de la reputación corporativa de la empresa. Cuesta un esfuerzo enorme construirla cada día y puede desmoronarse en un momento. Que se lo digan a Banco Popular. La reputación corporativa, como la marca, tiene un valor. Son euros, para que nos entendamos.

Todos sabemos cocinar algo, al menos un menú de subsistencia, pero eso no quiere decir que seamos cocineros, y ningún restaurante que quiera mantener vivo su negocio nos pondría a cocinar si no tenemos la formación, cualificación y experiencia mínima. ¿No es cierto? Ahora apliquen la receta a las redes sociales de su empresa: la mayoría de nosotros tiene perfiles en una o varias redes sociales. ¿Significa eso que todos estamos capacitados para gestionar este canal de comunicación en una compañía? No.

José Mota lo diría mejor que yo: “si hay que ir se va, pero ir “pa ná, es tontería”. Ese sketch, a la altura del de las empanadillas de Móstoles de Martes y 13, resume perfectamente la situación de una empresa frente a las redes sociales. No es cuestión de “estar o no estar” porque se quiera o no, todas las empresas están voluntaria o involuntariamente. Es cuestión de en quién ponemos el altavoz de la compañía.

Pensemos que es un altavoz con una audiencia potencial de miles de millones de personas (sólo Facebook superó los 2.000 millones de usuarios en mayo de este año) que además mantienen perfiles en una media de 5,5 redes sociales. 

Así que si es usted empresario y está pensando en confiar a su sobrino la presencia de su compañía en redes sociales, acuérdese de la revista y de José Mota. Busque alguien capacitado e implíquese con él en la comunicación. Y por supuesto, páguele un sueldo digno.

La reputación, como la confianza del cliente, es un frágil vaso de cristal. Si cae al suelo resulta muy complicado recomponer los pedazos.

Esta línea de torpeza en grandes marcas ha tenido otros sonoros episodios recientemente. Pepsi se marcó un buen traspié en un intento lamentable de simpatizar con las luchas sociales. 

En el spot protagonizado por Kendall Jenner, hermana de Kim Kardashian (me voy a google a ver quiénes son, disculpen) la primera, en un alarde de osadía, se acerca a un policía y le entrega una lata de la bebida. Lejos de empatizar con su público, el anuncio fue criticado en redes sociales hasta que finalmente la marca americana lo escondió en el desván de las pifias.

Vano intento el de esconderse después de haber tirado la piedra. 

Sin ir tan lejos, otra marca de bebidas, en este caso española, ha tenido que retirar un anuncio que se prometía emocional y pedir disculpas públicamente por contar la historia de unos músicos que trabajan gratis (a cambio de cerveza), lo que indignó a músicos y otros profesionales de las artes escénicas que llevan años sobreviviendo al desprecio de los poderes públicos, el acoso de los impuestos y al creciente desprecio e incultura social.

Otra pifia cinco estrellas. 

De tal tamaño son estas torpezas que ya se ha creado la categoría “badvertising” como estrategia de marketing, entendiendo que grandes marcas crean a propósito malos anuncios para que estos se hagan virales y alcancen audiencias millonarias en la red. ¿Tiene sentido hacer un trabajo mal a propósito para que sea visto por muchos potenciales clientes? 

El último vídeo publicado por Pepsi en su canal de Youtube tiene 3.791 visualizaciones (lleva una semana publicado). El spot “retirado” de Kendall Jenner en su versión extendida, llega a las 6 millones de reproducciones. Es decir, una audiencia más de 1.500 veces mayor. Sí, muchos dólares en aluminio.

Difícil imaginarse la reunión de briefing entre la empresa y la agencia de publicidad, y el director de marketing diciendo: “me parece muy bien la propuesta, muy emocional, pero lo que queremos es meter bien la pata, en fin, fastidiarla bien fastidiada”. No lo veo, la verdad.

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