CON PRIMA DE RIESGO

Ser autónomo ya es algo más que montar una empresa, es un gran acto de valentía

El sistema anima a emprender pero después no se le ayuda a su desarrollo empresarial. Al contrario

La crisis en España ha dejado una de sus peores improntas en la cifra de empresas que han cerrado sus puertas. Algunos datos hablan de hasta un 27% del total del tejido empresarial. Por tanto la situación era (y es) complicada, con un alto nivel de pérdida de empleo, de empresas y sobre todo de empresarios, muy elevada. El empresario es un elemento vital en el desarrollo de cualquier país civilizado. Y quizá no haya sido lo suficientemente apoyado, respetado y valorado por la sociedad. 

Es la historia de nuestro país de señoritos y campesinos o quizá la herencia de un catolicismo “sin reformar” que considera la codicia como pecado (véase la capilla Sixtina o el complejo de El Vaticano) o simplemente quizá sea que seamos un pais de “envidiosos”.  Con todo, como ahora parece que ya estamos superando la crisis y le empezamos a ver el lado bueno de las cosas, quizá un factor “positivo” sea el nivel de emprendimiento que estamos alcanzando, uno de los mayores de Europa y del espacio de la OCDE.  

Además un factor de especial interés es que las empresas nacen con gran capacidad de competitividad. Por ejemplo, según el Banco de España, desde el año 2013, las empresas españolas nuevas nacen con niveles de productividad dos veces superiores a la media de las empresas establecidas, o dicho de otra manera, o te muestras ingenioso y eficiente o no sobrevives. Otro dato para la alegría es que las empresas nuevas españolas nacen creando empleo, una de cada cuatro contrata en su primer año de vida, una cifra superior al resto de Europa donde la tendencia es que la contratación se hace en el segundo año. Por lo tanto España se “mueve” y emprende, y en este proceso además de los incentivos provocados por la crisis nos encontramos con un clima favorable, donde tanto la sociedad como los poderes públicos incentivan la creación del emprendimiento. La verdad nunca fue tan fácil crear una empresa en este país. A pesar de la todavía excesiva burocracia y de los trámites en algunos caso desalentadores, la verdad es el proceso de creación y los trámites se han reducido y sobre todo el número de entes que colaboran para llevar a buen puerto un proyecto empresarial han aumentado considerablemente. 

Actualmente tanto la administración pública desde el Estado (como sus entes de innovación, Empresa nacional de Innovación, o Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial entre otros), como desde las comunidades autónomas (véase el IGAPE gallego), hasta los ayuntamientos desarrollan labores de apoyo al proceso de emprender. Además, podemos sumar fundaciones de todo tipo y otros entes como bancos tradicionales (sí, la banca también) u otros organismos financieros. 

El actual  ecosistema español ha sido capaz de atraer nuevas figuras como escuelas de negocios o centros aceleradores que ayudan a las empresas en el proceso de puesta en marcha del negocio. En conjunto el ecosistema español ha medrado en número de entes de apoyo y de dinero destinado a la creación de empresas pero el proceso todavía no es exitoso. Valga de dato que solo una de cada seis empresas permanece abierta al final del quinto año y solo menos de la mitad superan los tres años de existencia. El emprendimiento va por barrios y Galicia está alejado de los éxitos de Madrid, Barcelona o Valencia. Quizá la idiosincrasia gallega hacia el riesgo o quizá la forma de ser hace que los gallegos seamos menos propensos al emprendimiento. 

Pero la verdad es que en España ser emprendedor  o autónomo está mal considerado, ya que la gente dice que ser autónomo es estar “crucificado” a impuestos a cambio de ser un ciudadano de segunda. Si revisamos los sistemas de autónomos por países nos encontramos con Dinamarca, Suecia o Finlandia sin pagos mensuales y solo se paga a final de año en función de los ingresos conseguidos. Pocos países pagan cuota mensual y en ningún caso es fija y tan elevada como en España. 

Además las coberturas sociales son diversas, pero “existen”. Como ejemplo los autónomos franceses no pagan ninguna cuota en el primer año de su actividad. Con esa alta, el trabajador tiene derecho gratuito a asistencia sanitaria, jubilación, incapacidad temporal y pensiones de viudedad e invalidez. En  Reino Unido la cuota es fija para todos los autónomos, que oscila entre los 13 y los 58 euros. De la misma manera, los autónomos ingleses no deben realizar declaraciones trimestrales de IVA, que se paga al final del ciclo fiscal dependiendo de las ganancias que tenga cada trabajador.

Ser autónomo es un acto de valentía en nuestro país donde además si eres creador de empleo es que ya estas “loco”. Por qué no existe una calle y un monumento en cada ciudad en honor al autónomo desconocido, ese “soldado” que crea país cada día y a  cada pago de impuesto o factura. 

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