GASTRONOMÍA

Como cada octubre, con las primeras lluvias, llega la temporada de setas

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photo_camera Ejemplar de boletus edulis, una de las setas más preciadas por el aroma que deja en los platos.

Unas buenas botas, navaja para respetar la raíz del hongo, un chubasquero y que no falte la cesta de mimbre, esto será todo lo que necesites para lanzarte al monte a por ellas

Con las primeras lluvias de octubre, los campos comienzan a llenarse de deliciosas variedades de setas. Los lugares donde encontrar las especies más cotizadas siempre son información privilegiada de muy difícil acceso si no tienes la suerte de ser de la zona donde acostumbran a recogerlas.

Sin embargo pasar una tarde en el monte encontrándolas puede ser un plan muy gratificante y relajante. No es complicado hacerlo, ya que tenemos la suerte de contar en nuestra provincia con montes que reúnen (de sobra) las características necesarias para que afloren los mejores hongos. Por lo que si paseamos un poco por el monte de nuestra aldea no será difícil cruzarnos con algún cogordo, níscalo o cantharellus.

Unas buenas botas, navaja para respetar la raíz del hongo, un chubasquero y que no falte la cesta de mimbre, esto será todo lo que necesites para lanzarte al monte. Lo más conveniente es esperar a que llueva durante unos días para que la seta crezca lo suficiente, e ir al monte una mañana despejada, ya que así veremos mejor el terreno. Lo más probable es que éste se encuentre repleto de setas, en función de la variedad aparecerán en un sitio u otro.

Por ejemplo, los cogordos tienden a darse en grandes praderíos destinados al pasto, así que si os cruzáis con un gran campo de vacas u ovejas, lo más posible es que encontremos macrolepiotas (nombre científico de la especie) esparcidas por el mismo. Esta es una de las setas más fáciles de encontrar, y en ocasiones en tamaños realmente gigantescos.

Pero también hay espacio para las setas “gourmet” en nuestros montes. Es el ejemplo de las “tompretas negras” (Craterellus cornucopioides), una seta de aspecto siniestro pero altamente valorada por su especial sabor. Se pueden encontrar en el suelo, pegadas al tronco de los árboles, y lo que es mejor, siempre encontraremos un gran número de ellas porque siempre emergen en “familias” de 20 o 30 setas.

Los ya de sobra conocidos boletus edulis son otro de los manjares típicos de los bosques de Galicia; es fácil encontrarlos a ojo de buen observador, característica fundamental de todo buen micólogo. Aparecen en bosques de pinos y castaños y como comentábamos, nuestros montes reúnen esas características necesarias para que se den. No tendrás más que disfrutar del paisaje y el entrono del monte e ir fijándote, con cuidado, por si encontramos la recompensa. En este sentido, es una actividad que guarda cierta similitud con la pesca, ya que los resultados vienen de la paciencia y la observación.

Hay que tener cuidado con las especies peligrosas, que también abundan en nuestras tierras. Por lo que si consideramos que no sabemos lo suficiente, lo mejor será ir de la mano de alguien que sepa, o bien coger de forma única las que estemos estrictamente seguros de que son comestibles, por lo que acompañarse de un manual ilustrado nunca estará demás. Muchas de éstas son ya conocidas por todos, como la amanita muscaria, más conocida como la “seta de los duendes”, famosa también por sus efectos psicoactivos en diminutas cantidades. Otras son menos conocidas, como la amanita panterina o la faloides, sin embargo igual de letales.

Si hemos tenido suerte y hemos conseguido llenar nuestra cesta, un buen consejo es secar buena parte de las setas recogidas para poder disfrutar más adelante de su sabor, pese a que no sea la temporada. El proceso es muy sencillo, y existen varias formas para conseguirlo, lo más habitual es lavarlas con un pincel y dejarlas secar al aire en un sitio seco, caliente y sin humedad. El tiempo de secado puede variar dependiendo de las condiciones pero será cuestión de semanas. Existe un truco para acelerar el proceso, consistente en poner el horno a unos 50 – 60 grados y meter las setas durante cinco horas aproximadamente. Para rehidratarlas, lo único que tendrás que hacer será meterlas en agua durante una hora o dos, y ya tendremos la seta lista para cocinar.

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