SENTENCIA

Catorce años de prisión para el autor confeso de la muerte de su exmujer en Coruxo

Los miembros del tribunal popular declararon al acusado culpable de un delito de homicidio y autor de otro de allanamiento de morada.

La Audiencia de Pontevedra ha condenado a 14 años de prisión a Francisco Rafael A.M., autor confeso del conocido como crimen de Coruxo (Vigo) en octubre de 2011, por un delito de allanamiento de morada en concurso medial con uno de homicidio sobre su exmujer, de la que se había divorciado apenas 19 días antes.

El tribunal aplica las circunstancias agravantes de abuso de superioridad y de parentesco, y la atenuante analógica de confesión, y rebaja en un año la petición de fiscal y acusación particular tras conocer el veredicto del jurado popular, que lo consideró culpable de los citados cargos por mayoría de 8 votos a 1.

El abogado de la defensa, que inicialmente interesaba la libre absolución de su patrocinado, solicitó finalmente la aplicación de la pena mínima para los delitos de los que se le acusa: 12 años y seis meses.

Además de la pena de cárcel, la Audiencia prohíbe a Francisco Rafael A.M. acercarse a sus dos hijos y a los padres y hermanos de la víctima, así como residir en Vigo por un tiempo superior a un año de la pena de prisión impuesta; y lo condena a indemnizar con 100.000 euros a cada uno de sus hijos y con 20.000 a sus exsuegros.

En su veredicto, el jurado popular consideró no probado que la víctima, Cristina G., tuviera anuladas por completo sus posibilidades de defensa y que los otros cortes que presentaba su cuerpo, que los forenses calificaron de intimidatorios, le produjeran un sufrimiento innecesario.

En cambio, entendió que la mujer estuvo en "clara inferioridad" y que es imposible que la puñalada que le provocó la muerte, la que le produjo una hemorragia masiva tras seccionarle la yugular y afectar a ambos pulmones, fuera accidental, como argumentaba la defensa.

Por las explicaciones de los forenses el jurado concluyó que solo la pudo propinar el acusado por la trayectoria que trazó la hoja, de 17,5 centímetros de longitud, que se introdujo por completo en el organismo de la mujer, entre el lateral del cuello y la clavícula izquierda, y por las dimensiones del mango del cuchillo.

El abogado de la defensa sostuvo que la muerte de la víctima se produjo de manera fortuita durante un forcejeo por hacerse con el cuchillo que, según el acusado, ella cogió de la cocina cuando lo sorprendió en casa, a la que no tenía permiso para entrar.

El crimen de Coruxo se produjo a primera hora del 11 de octubre de 2011 cuando Cristina G. regresó a casa después de dejar a sus hijos en el colegio y se encontró en el recibidor con Francisco Rafael A.M.

Cristina G. tenía previsto presentar al día siguiente a su familia a su nueva pareja sentimental, un novio de sus años de juventud con el que había restablecido contacto a través de una red social, y ése fue, según la versión de la fiscal y de la acusación, el móvil del crimen: temió que la "perdía definitivamente".

La defensa alegó que la iniciativa del divorcio partió de él y que no tenía ninguna pretensión de retomar la amistad, sino que, al contrario, quería poner punto final tras varios episodios de infidelidades.

Francisco Rafael A.M. sí tenía permiso para acudir al galpón anexo al domicilio familiar donde trabajaba como carpintero siempre que avisara antes, pero ese día no lo hizo porque, según dijo en el juicio, iba a hacer un trabajo sencillo que no requería demasiado tiempo.

Luego, cuando su exmujer regresó del colegio de dejar a los mellizos, fue a su encuentro por la puerta trasera de la casa y ella, según su versión, reaccionó de manera abrupta y fue a por un cuchillo a la cocina, y que cuando se lo intentó arrebatar se produjo el fatal desenlace de forma accidental.

En total, el cadáver presentaba cuatro heridas por arma blanca en el cuello, además de otros cortes superficiales, hematomas y erosiones en cuello y boca, mientras que él solo se hizo un rasguño en un dedo y recibió varios arañazos en la cara.

El acusado, "presa del pánico" y consciente de que "nadie le iba a creer", según sostuvo la defensa, simuló un robo al revolver cajones y apoderarse de dinero de ella y de las huchas de sus hijos, así como de un ordenador y un teléfono móvil y fue a enterrar a una zona boscosa y recóndita de Cans (Porriño).

Cuando se dirigía a Ourense, y tras parar en una gasolinera para comprar un bocadillo y lavarse las manos, recapacitó, paró en un prado y decidió regresar a Vigo para entregarse a la Policía.

Una decisión que el tribunal ha tenido en cuenta para aplicar la atenuante analógica de confesión.

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