Una declaración institucional unánime de la primera Corporación municipal de la democracia decidió eliminar toda la simbología franquista para reconvertir el monumento. El juez ve aún restos del anterior régimen
La Cruz del Castro perdió a principios de los ochenta todo el significado que le dieron sus creadores en 1961, cuando se erigió como una réplica del Valle de los Caídos y con idéntico sentido. En los años setenta servía para las reuniones de los nostálgicos de José Antonio y Franco pero desde 1981 en adelante, se quedó como una cruz desnuda, sin más. El alcalde Manuel Soto de 1981 ha insistido en que se trataba de una decisión tomada por unanimidad y con un fin concreto y que sería absurdo su derribo. Esta opinión se ha mantenido hasta ahora con sucesivas votaciones en el mismo sentido por aplastante mayoría. De hecho, desde los ochenta hasta ahora nadie pareció reparar en su existencia, salvo para manifestaciones de la izquierda. Y ayer, que varias cámaras de televisión convirtieron la fachada del Castro en noticia nacional.
En su sentencia, el juez mantiene que pese a haber desaparecido todos los símbolos franquistas y haber quedado la cruz desnuda, continúa estando bajo la ley de Memoria Histórica. No obstante, a día de hoy no hay apenas ningún resto de su pasado, salvo los escudos de los tres ejércitos y una escultura de un soldado y un marino, aunque sin ninguna referencia. En cambio, destaca la proliferación de pintadas que ensucia el monumento, que incluso llegó a estar pintado de rosa un tiempo. En 1981 se cambió el callejero, eliminando el impuesto en el franquismo. Mucho más tarde, se bajó el escudo con el águila del edificio municipal de Areal y recientemente se suprimió el texto que figuraba en la fachada de la Casa das Artes -antiguo Banco de España- sobre el inicio de la Guerra Civil. Además, el ayuntamiento firmó un acuerdo con la Diócesis para eliminar las inscripciones en las iglesias de los caídos en la Guerra en el bando franquista.
