primer aniversario

Víctimas de Angrois: existencias truncadas por una tragedia grabada a fuego

Supervivientes y familiares han tenido que rehacer sus vidas, marcadas por un suceso grabado a fuego

El 24 de julio de 2013, en un barrio rural situado a las afueras de Compostela se improvisaron camillas y se sacaron mantas para auxiliar a las víctimas de un terrible accidente, tras el cual supervivientes y familiares han tenido que rehacer sus vidas, marcadas por un suceso grabado a fuego.

El sevillano Cristóbal González, como todos los consultados por Efe, reconoce que no hay una sola noche en la que no recuerde ese miércoles de julio, víspera de la conmemoración del Día de Galicia, aunque, al menos, sí consigue hablar de ello. Otros, en cambio, aún no.

"No está siendo nada fácil. Son muchas las personas que todavía se encuentran a tratamiento psicológico y psiquiátrico", relata este hombre que auspició la Asociación de Perjudicados por el Accidente Ferroviario del Alvia (Apafas) y que era uno de los pasajeros del tren siniestrado.

En su memoria persiste con exactitud el vagón en el que viajaba, también cómo auxilió a quien pudo y las caras de todos aquellos que lo ayudaron.

Él llegó a despedirse de su familia por medio de un WhatsApp al creer que su vida llegaba a su término.

"Adiós, te quiero", escribió como despedida a su mujer y a sus hijos.

En su caso, estaba haciendo el Camino de Santiago, y a un amigo que conoció en la ruta y a él les recomendaron visitar Compostela en la víspera del 25 de julio, en plena celebración de las fiestas en honor al Apóstol Santiago, el patrón de España.

Se subieron al Alvia que cubría la ruta entre Madrid y Ferrol en Puebla de Sanabria (Zamora) pero no alcanzaron la estación de Compostela.

Cristóbal tuvo una herida en la cabeza, debido a las incrustaciones metálicas; también daños en sus costillas y, después de ayudar, sintió que perdía la vista.

Finalmente, despertó en la policlínica La Rosaleda, en la capital gallega.

Marta Besada es una adolescente de Ourense, jugadora de fútbol, un deporte que la apasiona. Ella perdió en esa luctuosa jornada de verano a su hermana mayor, Carolina Besada Garrido, que murió cuando apenas acababa de alcanzar la mayoría de edad, los dieciocho años.

Doce meses después de la tragedia, Marta piensa que "la vida a veces es tan exacta como injusta, uno sabe que todo está medido y que cuando tenga que pasar, pasará, por lo que solo queda vivirla".

El calvario de esta niña, arropada por miles de personas en la red, pudo seguirse desde el minuto uno, cuando dejó un mensaje en la red social Twitter, escrito desde Santiago, donde esperaba a "Lila", apelativo cariñoso por el que se conocía a la víctima, para ver el espectáculo pirotécnico.

"Acaba de descarrilar el puto tren en el que venía mi hermana", escribió cuando desconocía que su familiar había muerto a causa del descarrilamiento. La frenética búsqueda que se inició culminó de la peor manera: "Y entonces... silencio. Descansa en paz, Lila".

Marta mantiene vida a su hermana en internet: "No llores más, aquí estoy... en mi corazón tu vivirás, y por siempre, porque eres, lo sigues siendo, mi faro".

Óscar Nicolás Alonso, residente en la población de Cabanillas del Campo (Guadalajara), perdió a su hermana Rosa María, que tenía 71 años y a la que él, en la cincuentena, veía como una madre. El 5 de octubre de 2013 también pereció su cuñado, el marido de Rosa. Los dos iban en ese tren.

Este hombre, otrora autónomo y en la actualidad amo de casa, elevó una petición a la plataforma Change.org para que se haga justicia, un paso que dio pensando no solo en él, sino en sus sobrinos, Rosalía y Antonio, que se quedaron sin sus dos padres.

"Son mis hermanos de corazón, más que mis sobrinos, porque nos hemos criado juntos", explica, y apunta que todos los perjudicados piden "responsabilidades y verdades".

Es un sentimiento unánime, en el que coinciden, al igual que ocurre con el agradecimiento al pueblo gallego.

"Es terrible perder a alguien. Todo aquello fue una pesadilla, en la que todos los gallegos y no gallegos que estaban en Compostela se portaron con nosotros de una forma que nunca se olvida. Nos cuidaron como hermanos".

Son tres historias de un drama humano con demasiados nombres propios, algunos de los cuales penden a modo de recuerdo de la verja que se sitúa frente a la curva de A Grandeira, en Angrois, la "zona cero" del 24-J.

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