COMIDA

Las acedías ya no tienen que pasar por lenguados

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Empiezan a llegar a las lonjas en su mejor momento de comerlas. Cuando tienen buen tamaño y están más llenas de carne

Hay un pecado capital  que tiene que ver con la flojera espiritual, la tristeza, el abandono de las ganas de vivir (para mí que hablan de la depresión), que se llama la acedía. Pero también un pescado que no es pecado comer. Todo lo contrario. Es un pescado blanco, de carne delicada, textura consistente si es fresco y muy sabroso si procede de la pesca de bajura. Esa es la acedía que protagoniza nuestra sección de hoy. Hermana del lenguado, se parece mucho en sus rasgos morfológicos.

El color, más claro, y más rayado que el lenguado, y una textura áspera, casi lijosa de su piel nos señalan las principales diferencias entre una y otro. La acedía se encuentra todo el año en las plazas de abasto en tamaño muy pequeño. No digo que no sean ricas a la hora de comerlas, pero resulta todo un suplicio limpiarlas. Y si se hace mal, acabas moliéndolas.

En esta época del año empiezan a entrar las de buen tamaño. No son tan grandes como los lenguados, que pueden llegar a medir medio metro de cabeza a cola. El día que tomaba las fotos de las acedías que aparecen en esta página, vi en la misma lonja unos lenguados de kilo y medio el ejemplar.  Las acedías las encontraremos, como mucho, de 20 a 30 centímetros de longitud, que ya da para una buena ración. Y más abundantemente, entre 10 y 20 centímetros, que son las que resultan económicas a la hora de comprarlas, pudiendo disfrutar de un sabor que en nada envidia, como decía, al lenguado. 

De la misma familia hay otros peces con similar aspecto y algunos se engloban dentro del mismo nombre. La acedía, Solera lascaris, también recibe el nombre de lenguado bravo. Los otros parientes son el Buglossidium luteum y el Microchirus variegatus. En algunos puertos son conocidos como Lirpia y Lirpia rayada, pero también entran en el mismo cajón de las acedías. Es más, algunas de las pequeñas acedías de cuerpo más claro y piel atigrada son de estas últimas especies.

¿Cómo comerla? Pues igual que un lenguado o un rapante. El paso por la plancha les sienta muy bien, ya sea con un poco de aceite de oliva o, al estilo francés, fritas en mantequilla, que es la base del lenguado a la molinera o Meunière, que presentamos como opción en la receta de esta semana. Si son gorditas, se les puede hacer un relleno de gambas, con un corte y una abertura en la parte más gruesa del lomo. Hace años estaban tiradas de precio. Hoy ya no tanto y, con el lenguado entrando ya en la acuicultura, acabará sucediendo lo mismo que con el rodaballo y el coruxo, que la granja abarató el primero, mientras que el barato se ha vuelto caro.

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