entrevista

Alberto Pires: gaitero y artesano

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photo_camera Alberto Pires.

Habilidad, gusto y paciencia son las tres cualidades con las que Alberto Pires va tallando y torneando sus gaitas artesanas

Al pie del camino portugués a Compostela, en Pontesampaio se encuentra el taller de este luthier de gaitas y gaitero. Alberto Pires (Pontevedra, 1980) hereda de su padre la afición por la madera. Estudió ingeniería forestal y la música, que fue su pasión desde siempre consiguió que cambiase su profesión por un oficio artesano al que se entrega en cuerpo y alma. Y lo que es más importante, lo hace con una alegría que transmite con su sonrisa.

1. Eres ingeniero forestal, ¿Pensabas, cuando terminaste la carrera en convertirte en un luthier?

Supongo que hay gente que tiene muy claro desde los quince años o desde antes incluso qué quiere ser de mayor. En mi caso no. Yo estudié la carrera e hice un máster y luego empecé a enviar currículos y conseguí un trabajo en una empresa del sector de la construcción. Nada que ver con lo que hago ahora y no me imaginaba entonce_LAN1864_results que las cosas iban a cambiar tan radicalmente. 

2. ¿Y la música? ¿Cómo encaja en tu historia?

A mí la música me gustó de siempre, sobre todo la música tradicional. Yo empecé tocando el tambor con once años y desde entonces no he parado. Me gusta y me gustó siempre mucho más que cualquier otra cosa. De hecho, desde entonces no he faltado ni una sola vez a clase o a los ensayos, salvo que fuese por una causa de fuerza mayor, como una enfermedad. Y ya cuando había terminado la carrera y tocaba en un grupo, cogí un torno viejo que era de mi padre y comencé a hacer mis primeros pinitos arreglando sopletes etcétera. Y un vecino mío me dijo un día. “Tienes que conocer a Xocas que fai gaitas”, que es un artesano de Pazos de Borbén. Y allí fui. Me recibió genial y aluciné con aquel taller, en el que había diseñado sus propias herramientas, sus tornos, y me encantó como hacía. Y fui de vez en cuando a hacerle visitas y preguntando y viendo terminé haciendo una gaita con un trozo de madera de arce que tenía mi padre. Se la enseñé y me animó a seguir. Era una gaita prácticamente hecha con un taladro. Me dijo, “pedimos madera y haces una aquí, para ti”, y me hice una gaita en su taller, de madera de ébano que era para lo que me llegaba el presupuesto.

3. ¿Y después?

Después empecé a trabajar, segui tocando la gaita y cuando estaba trabajando en la empresa en Padrón me acerqué al taller de un artesano que había cerca, en Teo, que se llama Oli Giráldez para encargarle un puntero para mi gaita, y comenzamos a hablar, le conté mis experiencias... en fin que congeniamos y él me dijo que podía pagarle el puntero en vez de con dinero con trabajo, pasándole los planos de sus instrumentos. Aquello fue el principio, pero puedo asegurarte que todo lo que sé como artesano constructor de gaitas lo aprendí de él. 

Una gaita de artesano están en torno a los mil euros

4. ¿Cómo diste el salto de un trabajo estable a la vida aventurera de un autónomo artesano?

En realidad fueron las propias circunstancias las que me trajeron hasta aquí. Llegó la crisis, los expedientes de regulación de empleo, que acabaron en un momento en que yo tenía que elegir en irme al paro o ir a trabajar a México. Con una hija a punto de nacer, lo que menos me atraía era tener que marchar, quién sabe por cuánto tiempo, y así fue como empecé, en plena crisis. 

5. ¿Y tus primeros clientes, cómo llegaron? 

En el Festival de Pardiñas, en Guitiriz. Este festival desde hace veinticinco años tiene una parte de exposición de instrumentos. El primer año que fui, llevé mis cuatro gaitas, recuerdo que mi puesto estaba al lado del de Seivane. Y allí ya empecé a tener los primeros encargos: un puntero de un gaitero _LAN1918_resultde Murcia, otro de Toledo... 

6. ¿Qué hay de verdad en eso de que existe un cierto secretismo  a la hora de enseñar a los que empiezan?

Siempre hubo esa idea en torno al conocimiento de los artesanos, que tenían un gran hermetismo, que no contaban cómo se hacía ésto o aquéllo, salvo en el caso de Corral, que tenía su taller escuela en la Universidad Popular de Vigo. Pero lo cierto es que ninguno de los artesanos con los que me encontré, desde Oli Giraldez hasta ahora, tuve esa percepción.  Y siempre tuve apoyo, cuando empezaba y lejos de existir ese recelo encontré un deseo de que existiese complicidad, de manera que hubiese acuerdo, por ejemplo a la hora de poner precio al trabajo. 

7. ¿Se puede vivir bien, construyendo gaitas?

Se puede vivir. No es un trabajo con el que te vayas a hacer rico, pero al menos trabajas en lo que te gusta y el trabajo en sí, te da satisfacción. Yo, por suerte, tengo encargos para ir viviendo. Reconozco que seguramente en una empresa, trabajando por cuenta ajena, viviría económicamente más tranquilo, incluso trabajaría menos horas, pero esto es lo que me gusta. 

8. Si yo quisiera encargarte una gaita, ¿cuánto me costaría y cuanto tiempo tendría que esperar por ella?

Con respecto al precio, va a depender del tipo de gaita que quieras. Una gaita normal, está en torno a los novecientos o mil euros. Luego ya va a depender de los extras que quieras ponerle, que eso depende de los gustos de cada uno. Hay quienes quieren icrustaciones, otros, una talla muy trabajada... entonces ya hablamos de dos mil, tres mil, cuatro mil euros... En cuanto al tiempo, normalmente se encargan con seis meses de antelación. En estos momentos tengo carga de trabajo entre gaitas y punteros para seis meses. 

9.¿Hay muchos pedidos “especiales”, de músicos que quieren un trabajo concreto?

La penúltima que hice fue a un chico de Murcia, que ya me tiene hecho otros encargos, y que quería 304 incrustaciones de nácar. Lo hago porque es una cosa que me gusta, y es diferente y creo que la gente valora mi trabajo, precisamente por este tipo de personalizaciones. La mayoría de la gente quiere una gaita para tocar, pero sí encuentras personas que quieren tener su gaita personalizada, talladas. Siempre hubo gaitas talladas que son auténticas obras de arte. Pero ahora creo que se hacen más personalizaciones que antes. Desde la simple inscripión de un nombre hasta... ahí ya depende de la imaginación del cliente.   

10. ¿Desde donde llegan tus clientes? ¿Te ayudan las redes sociales?

Tengo clientes que vienen desde distintos puntos de Galicia, de Andalucía, Toledo, de México... De todas partes. Y sí, tengo página en Facebook, en la que subo las fotos de las gaitas que hago, las comentan mucho, me dan muchos clicks de me gusta, pero por ahí nunca vendí una sola gaita. Lo que vale, en esto, al menos a mí, es el trato personal, el boca a boca.

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