LA REVISTA

Aton, el primer Dios sin competencia

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Al contrario de los griegos, que organizaron el Olimpo en la "Teogonía" de Hesíodo, los egipcios no pudieron  –o no quisieron- poner en orden su Panteón, que creció por acumulación hasta que llegó Aton, el priemro que quiso eliminar al resto.

La religión egipcia se basada en la observación de la naturaleza, de ahí que el Dios más importante sea el Sol, denominado Re. Pero Egipto era también un país doble, dividido en Valle y Delta, con cultos propios que se fueron añadiendo al panteón común. Re mandaba en el Delta del Nilo, y cuando la capital se trasladó a Tebas-Luxor, en el Valle, se impuso para todo el país su divinidad tutelar, Amon, El Oculto, que se fusionó con Re. Así fue creándose algo parecido a una teología: Amon-Re creó el cielo y la tierra en una isla primigenia, de donde salieron las dos parejas, Isis-Osiris y Neftis-Seth. De una u otra forma se fue imponiendo una cierta idea de que todos los dioses no eran sino Re. Hasta que llegó Aton.

¿Quién era Aton? Otra manifestación de la Luz Divina del Sol, en este caso el propio disco. Nunca fue tan popular como Amon u Osiris pero sirvió para los propósitos políticos de un faraón de la Dinastía XVIII, Amenhotep III, uno de los más grandes. Amenhotep III vivió en torno al año 1.350 antes de Cristo, con la civilización del Nilo en la cima de su esplendor. Los sacerdotes de Amon eran poderosos, dueños de templos, tierras y almas, y Amenhotep decidió cortarles las alas apoyando y extendiendo desde el Estado el olvidado culto a Aton-Re. Lo que no preveía probablemente es que se le iba a ir de las manos, sobre todo cuando falleció su heredero designado, el príncipe Tutmes, y el testigo pasó a su segundo hijo, también llamado Amenhotep, un obseso religioso que vio claro que desde el trono podía cumplir sus deseos: sólo había espacio para un Dios en Egipto. Así lo hizo: cerró los templos, cambió la capital de Tebas a la nueva Ajetaton (el Horizonte de Aton) e incluso modificó su nombre: Amenhotep significa “Amón está feliz. Lo cambió por Akhenaton, “El que sirve a Aton”. Fue un  personaje contradictorio que la película “Sinhué” imagina como un pacífico religioso precristiano. En realidad no fue así: persiguió con saña a los defensores de los antiguos cultos y promovió una revolución cultural que hizo tambalear Egipto. Su esposa, la famosa Nefertiti, participó activamente en su plan como corregente. Su hijo, Tutankhaton –“La viva imagen del Aton”- nació y creció en ese ambiente cargado de fanatismo místico. La religión del faraón, de la que ejercía de sumo sacerdote, era también la de todo el pueblo, que tuvo que renunciar a sus dioses tradicionales, lo que no provocó descontento. Aton era el Dios único, en un monoteísmo –aunque matizado por la existencia de otras fuerzas- que con total probabilidad tendría influencia sobre los pueblos semitas que formaban parte del imperio egipcio y que impulsó la “creación” del Yahvé judío, también único aunque con otra perspectiva: era el Dios de una tribu, la hebrea. Pero los judíos no negaban la existencia de otros dioses, sino que sólo adoraban al suyo, propio e intransferible.

Cuando el Akhenaton desapareció y poco después Nefertiti (quizá  convirtiéndose por un tiempo en el misterioso faraón Smenkhare), todo se vino abajo. Tutankhaton recorrió el camino contrario: abandonó la ciudad de su padre y volvió a Tebas, expulsó a Atón y colocó a Amón en su nombre, para ser conocido como Tutankhamon. No obstante, no le evitó el castigo del último rey de la Dinastía XVIII, Horemheb, quien le condenó a él, su padre y su abuelo a ser borrados de la lista real del templo de Abbidos. Y además, el Aton fue el único Dios eliminado del panteón, desterrado para siempre. O al contrario, el único que acabó venciendo: el famoso Himno a Aton compuesto por Akhenaton fue modificado por los judíos y aparece en la Biblia, palabra por palabra, en el Libro de los Salmos del Antiguo Testamento…

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