DE LA TIERRA

Bolos, el pescado de sartén que alimentó los rodaballos

Forma parte de ese coloquial concepto que denominamos "pescados menudos", que incluye peces de pequeño tamaño, precio económico y procedentes de la pesquería de bajura. Son los bolos. Se comen en caldeirada, guisados, pero sobre todo, fritos.

Tienen el aspecto de un congrio en miniatura. Su cuerpo es alargado y son muy escurridizos. Se mimetizan con facilidad en los fondos arenosos en los que suelen vivir, a veces enterrados. Lo cierto es que hace muchos años constituían el cebo favorito de muchos pescadores y no era por casualidad. Antes que el hombre, el principal consumidor de los bolos son especies como el rodaballo y la lubina. En playas de plataforma muy llana, cuando llegaba la bajamar, muchos bolos quedaban atrapados en pequeñas pozas, lo que era aprovechado por los pescadores para recogerlos y con ellos lanzarse a la captura de peces de mayor interés comercial y gastronómico. 

Cuando en el final de la década de 1970 y principios de 1980 empezaron a instalarse las primeras granjas marinas, dedicadas a la cría de rodaballos y lubinas, se convirtieron en los principales clientes de la pesquería de los bolos, pues con ellos, alimentaban los peces que engordaban en sus criaderos. Tal vez ese fue el inicio de la pesca de una especie que hasta entonces tenía escaso interés comercial y que solía comerse en las localidades de la costa cuando llegaba en las redes que se lanzaban con otros objetivos o simplemente a la espera de que cayesen en ellas especies de más enjundia.

Cuando las granjas de acuicultura se pasaron al pienso, los pescadores de bolos buscaron nueva clientela y así es como llegó a nuestras pescaderías, en las que hoy día solemos verlos a precios razonables.

Bajo el nombre genérico de bolo se agrupan varias especies de peces muy semejantes. Todos tienen en común el cuerpo alargado, vivir en fondos arenosos y alimentarse de pequeños crustáceos, de huevos de otros pescados y de poliquetos y diversos gusanos  y miñocas marinas. Los encontraremos desde la orilla misma, en las playas, en las que a veces se mueven en bancos, hasta profudidades que pueden llegar hasta los 200 metros, según sean las especies. 

Las aguas de la costa portuguesa, Galicia, islas británicas y península escandinava constituyen su territorio, salvo el mar Báltico. Suerte para ellos y para quienes los comen, porque el Báltico pasa por ser uno de los mares más contaminados del mundo.

Los bolos forman parte de ese grupo de especies que catalogamos coloquialmente como pescados menudos: bolos, bogones, xoubas, chinchos, boquerones... a los que una sastén con abundante aceite de oliva les hace justicia. Unas arenas de sal acentúan el sabor. Un paso muy somero por la harina antes de freír y ya no se necesita nada más. Si los acompañamos con unos pimientos, también fritos y aderezados con sal, mucho mejor. 

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