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Cartago: el espejo del arte de vivir de Túnez

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Cartago era también una civilización refinada, comerciante, abierta a las demás culturas de la cuenca mediterránea.

En el lugar que ocupaba la antigua Cartago, que fue una de las ciudades más poderosas de su tiempo, se extiende hoy una región llena de encanto y riquezas variadas. Bordeando el mar de matices turquesas, que a veces parece una laguna exótica, una sucesión de pequeñas ciudades coquetas (La Marsa, Sidi Bou Saïd, Cartago) forman los elegantes alrededores de la capital, que se dedica al ocio y la cultura, moderna pero siempre vinculada a un determinado arte de vivir.
Cerca de Túnez y provista de un pasado prestigioso, de cara al mar y a sus placeres, la región de las Costas de Cartago es la capital por excelencia de un determinado arte de vivir tunecino. Las casas, rodeadas de cipreses y buganvillas, se alinean como cubos de una blancura brillante…

Las cestas de los vendedores de jazmín extienden sus perfumes, en verano, a todos los rincones de la calle.  Los cafés morunos son acogedores y se abren con descaro en terrazas inundadas por el sol, como el famoso Café des Nattes de Sidi Bou Saïd o el Café Safsaf en La Marsa, célebre por su pozo y el camello que extrae el agua con ayuda de un noria.

Numerosos restaurantes de buena calidad ofrecen una cocina animada por los sabores del mar, hundiendo sus raíces en un patrimonio culinario ancestral.

Galerías de exposición, talleres de artesanía y clubes culturales eligieron establecerse en esta región que vive al ritmo de numerosos espectáculos y festivales: el Festival de Verano de Cartago, el Octobre Musical, el Festival del Cine, conciertos de música árabo-andaluza, etcétera.
El nombre de Cartago está cargado de memoria. Fundada por una princesa fenicia (Elisa, llamada Dido), la ciudad antigua fue la poderosa enemiga de los griegos y luego de Roma, cuyas Guerras Púnicas marcaron la historia. Sus restos, en parte cubiertos por la ciudad moderna, permanecen impregnados del recuerdo de su gloria pasada.

Cartago era también una civilización refinada, comerciante, abierta a las demás culturas de la cuenca mediterránea. El yacimiento ha conservado vestigios de ello: Tofet, un santuario cubierto de estelas; los barrios de viviendas, con las casas bien diseñadas y muy confortables, y los puertos púnicos, símbolo de la potencia marítima de la ciudad, que fue devastada durante la conquista romana por un gigantesco incendio (algunos rastros son aun visibles in situ).

El Museo Nacional de Cartago expone, por su parte, varias estelas grabadas, estatuas, amuletos y otros recuerdos de esta Cartago previa a Roma.

Reconstruida después de la conquista, Cartago conoció una segunda vida. Ciudad romana ejemplar, sus monumentos se acercaban, por sus dimensiones y su magnificencia, a los de la metrópolis: las termas de Antonino, cuyos sótanos monumentales y algunas columnas de una altura vertiginosa todavía subsisten; el teatro, que se anima cada verano en el festival.

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