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Cecil Beaton, la vida es belleza

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Sus trabajos como diseñador y escenógrafo para el cine de Hollywood, trasladaron también a la pantalla y al escenario todo ese porte clásico y glamuroso que ya albergaban sus fotos

Un dandy de su tiempo, un esteta sin duda. Sin Cecil Beaton (Londres, 1904; Salisbury, 1980) se entendería mal la fotografía escenificada, el glamour y la belleza irradiada del mundo de la moda y los ilustres personajes de Hollywood. La crónica de la alta sociedad, de esos mundos atildados y escenarios grandiosos restaría huérfana sin este retratista divino que trabajó para los grandes -Chanel, Vreeland, Dior, Balenciaga-, para las mejores revistas del ramo -Vogue, Harper´s Bazaar, Vanity Fair-, e incluso, cuando se topó de frente con la guerra, ejerció una estética muy efectiva al servicio del ejército británico, una de sus imágenes de una niña herida con la cabeza vendada sentada sobre la cama de un hospital londinense, portada de la revista Life golpearía fuertemente la no interventora intención norteamericana en la guerra. A pesar de la temática, todas sus imágenes bélicas denotan su marchamo estético. 

 Sus trabajos como diseñador y escenógrafo para el cine de Hollywood, trasladaron también a la pantalla y al escenario todo ese porte clásico y glamuroso que ya albergaban sus fotos. En lo teatral, “My Fair Lady“ (1956), que deriva en los musicales, Gigi (1958) y My Fair Lady (1964), por los que recibe el Oscar al mejor vestuario. Trasladar a la escena todo aquel mundo decimonónico y victoriano estaba dentro de su propio ADN. “Su inteligencia visual es la de un genio”, diría de él Truman Capote. 

La pléyade de famosos que pasaron por él, que se dejaron modelar a través de un sofisticado juego de luces y sombras, artificialidad recogida de otro esteta como Adolf de Meyer, es muy amplia, desde Greta Garbo, con la que tuvo un affaire y un desliz verbal que casi fulmina su amistad, Marlene Dietrich, Marilyn Monroe, que realzaron su imagen de fotógrafo de las estrellas; Picasso, Dalí, Churchill, de Gaulle, la reina Isabel II, de quien fue fotógrafo en su coronación; en su última época, Mick Jagger, Warhol, Twiggy, o Katharine Hepburn. 

La última época fue compleja y desequilibrante. Otros estilos y artistas tan pujantes como Richard Avedon o Irving Penn, le cortaron el paso. Él luchaba por reivindicarse como un artista total, también desde la escritura, y la crítica de arte. Un libro que lleva su firma se titula “El libro de la belleza”, sin duda fue la belleza la que definió sus pasos.

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