EN LA TELE

Cinco estrellas de aprobación ajena

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photo_camera Un momento de la serie.

Black Mirror 3x01, una pesadilla de realidad facilmente reconocible: caída en picado

¡¡ALERTA SPOILER!!

Black Mirror y su nueva temporada ya están disponibles en Netflix para dejar helados a sus espectadores. La serie creada por Charlie Broker nacía en 2011 para la televisión británica e iniciaba su esencia con el capítulo insuperable titulado El himno nacional, un episodio que dificilmente vamos a olvidar. Desde entonces, su fama ha ido creciendo y tras su especial de navidad Blanca Navidad, dirigido por Carl Tibbetts y protagonizado por John Hamm (Don Draper en Mad Men) su reconocimiento es absoluto.

Ahora, un Black Mirror lanzado en Netflix y todavía más mediatizado y globalizado, nos despierta el temor a las nuevas tecnologías de nuevo con una temporada de seis episodios independientes un poco más optimistas pero igual de reveladores.  

El primer episodio, titulado Caida en picado y dirigido por Joe Wright  nos muestra una hipérbole de la realidad en la que ya vivimos. Un mundo en el que las redes sociales son la base del éxito, tus fracasos laborales, sociales, amorosos dependen absolutamente de la valoración que obtengas en tus redes. Incluso para encontrar un lugar donde vivir tu puntuación es definitoria.

Como siempre, Broker nos presenta un futuro de tecnologías nuevas y desconocidas hasta ahora, la hipermodernidad más extraña pero a la vez más reconocible. Te encuentras con un vecino en el ascensor, y tras una conversación aséptica, totalmente programada para obtener una buena valoración, la interacción termina con cuatro estrellas para ti. Ya puedes seguir con tu vida, subir una foto de tu comida, tus vacaciones, tus actividades de ocio eso es todo lo que cuenta. Caída en picado, podría verse como una caricatura de nuestro tiempo, un tiempo en el que nuestras redes sociales ya determinan más de lo que deberían en nuestra vida diaria.

Una crítica amarga de la dificultad de la popularidad, y a la vez de la necesidad que tenemos de la aceptación ajena. Interpretado magníficamente por la princesita Bryce Dallas Howard, acudimos a la caída de una pobre ciudadana que quiere pernecer a esa élite ficticia. Lo mejor del episodio es su final, que aunque se anuncia como amargo acaba siendo una dosis de buenrollismo y paz. En un mundo como el que nos presentan, la prisión es lo que nos hace libres. Poder ver la vida por primera vez sin HD, romper la pantalla que condiciona nuestras relaciones y nos impide ver las motas de polvo en el aire. La libertad de, si es necesario, poner énfasis y el grito en el cielo.  

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