... Y COMER

Una experiencia poco recomendable en Castro Laboreiro

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photo_camera L.R.

Un comedor sencillo, lleno hasta la bandera y una carta muy bien surtida de carnes de la zona, incluyendo los cabritos del Alto Minho que tienen IGP.

El pasado fin de semana fui a Castro Laboreiro, el altiplano que se encuentra en los confines del Parque Nacional Peneda-Gerês, casi mirando al Miño, pero desde novecientos metros sobre el nivel del mar. Una tierra de extraordinaria belleza, famosa por sus fumeiros, la miel de sus colmenas y su raza autóctona de perro pastor, el Can de Castro Laboreiro.

Cuando estaba en el centro de la villa me encontré con dos restaurantes, uno frente al otro. Le pregunté a un paisano y me dijo: Si piensa en comer, éste. Si piensa en el precio, el otro. Así que me fui al que me señaló como mejor para comer, aunque más caro. 

Un comedor sencillo, lleno hasta la bandera y una carta muy bien surtida de carnes de la zona, incluyendo los cabritos del Alto Minho que tienen IGP.

Pedimos bacalao y cabrito y un buen vino de Melgaço. El servicio fue lento, imaginamos que porque habría que esperar a que se terminase el trabajo en la cocina, pero luego la realidad fue muy distinta: el cabrito y el bacalao estaban muy secos, señal de que llevaban horas hechos y habían sido recalentados. Porque no quiero pensar en la segunda posibilidad, que no supieran hacerlos.

El apetito de la excursión hizo que comiésemos lo uno y lo otro, pero a la vista del postre que llegó después y su pésima elaboración, advierto al lector al llegar a este punto que si es para comer en este local, el viaje no merece la pena. 

En resumen, una relación calidad precio, pésima, algo que no me había sucedido nunca en Portugal hasta este extremo: caro, malo y lento. Ni siquiera puedo decir que las raciones fuesen abundantes. Y además no tiene pago con tarjeta. 

La recomendación, ni pisarlo.  

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