LA REVISTA

Fe de erratas

Y no hubo más que hablar: Isabel Allende pasó a ser persona non grata en nuestra casa

De Prada no escribe en El Semanal sino en XL Semanal. Y la semana pasada me confundí al decir “el tiempo que dedico a pensar es directamente proporcional a la utilidad de dichos pensamientos”. Como supondrán, quería decir “inversamente”, si no sería rica o habría hecho algún gran descubrimiento. Pero para eso está la “fe de erratas”, para rectificar a tiempo.
En mi familia, hace ya mucho, hicimos una fe de erratas con Isabel Allende. Leímos, cuando salió,  La casa de los espíritus. El entusiasmo fue unánime (solíamos hablar de los personajes como si fueran de la familia: que si Esteban Trueba esto que si Clara clarividente lo otro…), así que nos pusimos (bueno, se pusieron; yo, por aquella época, carecía de poder adquisitivo) a comprar el resto de sus libros según salían. Sin volver a la emoción del primero, nos fueron más o menos gustando – además, qué demonios, era medio sobrina de Salvador Allende – hasta que llegó Paula.


La primera en leer este libro (donde Allende narra la muerte de su hija) fue mi hermana Margarita, que es la memoria de la familia (pregúntenle cualquier fecha, cualquier evento, quién estaba, quién faltó, quién dijo qué… Lo tiene todo en el cerebro). Así, fue ella la que señaló: “Yo vivía en Madrid el año en que Allende sitúa la muerte de Paula. Dice que una mañana, a la salida del hospital, estaba nevando. Pero yo recuerdo que ese invierno no nevó ni una vez”. Mal rollito, Isabel, ¿estás contando la muerte de tu hija y te pones a embellecer el asunto con nevadas inexistentes? Luego siguió mi madre: “Eso de hacer dinero con la muerte de una hija…” Y no hubo más que hablar: Isabel Allende pasó a ser persona non grata en nuestra casa.
Así que si quieren leer buena literatura, hagan caso de mi artículo sobre Shriver, o busquen a Atwood (varias veces propuesta al Nobel), a Mc Cullers, a Lispector… Y, si no les gustan, fe de erratas y vuelta a empezar.

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