LA REVISTA

La Fuerza cumple 40 años

El próximo 18 de diciembre llega la nueva película de Star Wars. Será la séptima enterga y la primera que se estrenará en orden.

La Guerra de las Galaxias, como se denominó durante años, o Star Wars, capítulos I al VII, con su nombre actual, cumple 40 años y celebrará algunos más como producto ya asimilado en la cultura mundial. Es probable que George Lucas, el director, no lo pudiera ni imaginar hacia 1975, cuando comenzó a idear un mundo a través de confusas lecturas que desembocaron en el proyecto original tras numerosos cambios en el guión. Cuatro décadas más tarde ha terminado en manos de la Disney con un director de Star Treck. Una curiosa combinación bajo la marca de La Fuerza, que en definitiva aglutina todo.

Un concepto que en Star Wars es el pilar sobre el que se erige el argumento y que entronca directamente con el Maat de Egipto. La coincidencia es exacta: se define como algo intangible que une al mundo en equilibrio y que se identifica con la justicia y la armonía, pero que en la religión del Nilo podía ser orientada hacia el mal por influjo de los seguidores de Seth (Sith, en Star Wars), el Dios de la guerra y el caos. Los faraones tenían la obligación de mantener el Maat para que Egipto funcionara, el Nilo creciera, hubiera grandes cosechas y los enemigos estuvieran fuera del país.

Cuando los reyes incumplían sus obligaciones, el país caía en el lado oscuro, triunfaba Seth, y con él llegaba el desierto. Maat decaía, dentro del mundo bipolar egipcio donde el negro es el  símbolo fertilidad y abundancia, y el rojo, del caos y la guerra, colores que luce la actual bandera de la república con capital en El Cairo. Lucas ha negado que exista dicha relación, pero resulta evidente.
Cierto que la influencia egipcia no es única ni mucho menos.

También la Fuerza y los caballeros que la manejan se asimilan con facilidad a otro mito, el Rey Arturo y el Grial. Los caballeros del legendario rey británico eran los más valientes y sabios, como los jedi, y se sentaban en la Tabla Redonda en igualdad con el Rey, de ahí su forma,  para que nadie fuera superior a los demás en la mesa. Los caballeros de la Tabla Redonda, como los de George Lucas, también tenían una misión que cumplir para preservar el reino del mal: la búsqueda del Grial, que en el ciclo artúrico no se describe como una copa sino como un objeto, incluso como una bandeja, y que sólo mucho más tarde se vincularía con el Cáliz de la Última Cena, aglutinando el ciclo artúrico con el cristianismo. Ese Grial salva al reino de la caída en el lado oscuro. Para que la vinculación sea más exacta con Star Wars, los Caballeros de Arturo cuentan con espadas, y el Rey con el arma suprema, la hoja Excalibur, forjada por los dioses y que sólo podía manejar el soberano elegido por voluntad de los inmortales.

Con todos estos elementos, George Lucas montó su paisaje de espada y hechicería en un universo situado en una lejana galaxia hace mucho tiempo. Una historia presidida por un villano que en realidad no hace otra cosa que ser el producto clásico de una profecía: el elegido  que dará equilibrio al universo y que cae en el lado oscuro, del que finalmente se redime. Como Arturo, cuando acaba cediendo el trono a su malvado hijo Mordred, hasta que logra recuperar el reino con el Grial. O como los faraones, cuando vuelven al Maat y extirpan a los seguidores de Seth para restaurar el equilibrio y la justicia. Conceptos que volverán ahora con el episodio VII de Star Wars.  
 

Te puede interesar