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Grupos míticos, nombres extraños

photo_camera Los Rolling Stones llegaron para competir con los Beatles

El nombre Pink Floyd es fruto de las excentricidades de su fundador, el músico maldito Syd Barrett, como también The Doors tiene que ver con las paranoias de Jim Morrison. Incluso los Beatles sucumbieron a las modas a la hora de elegir nombre

Quizá el caso más curioso sea Led Zeppelin, que en inglés significa “dirigible de plomo”. Los Zep nacieron a finales de los sesenta cuando se disolvió otra formación legendaria, Yardbirds, donde militó Eric Clapton, quedándose Jimmy Page con la marca. Con nueva formación, optó por seguir con la franquicia como New Yardbirds, pero no resultaba creíble: era un nombre vinculado al blues, nada que ver con el sonido potente que proponían Page y Plant. Fue el batería de The Who, el chiflado Keith Moon, quien pronosticó que el nuevo grupo volaría como “un dirigible de plomo”.

La broma gustó y decidieron bautizar la banda como Led Zeppelin, para terrible enfado de los herederos alemanes del Conde Zeppelin, que durante años mantuvieron un pleito para tratar de evitar que usaran el nombre, sin éxito. En 1968 nacía de forma tan peculiar una de las bandas más influyentes de todos los tiempos y la segunda que más discos ha vendido, cuyo reinado se extendería hasta 1980. Y Moon sería otro de los muertos del rock.

Fruto del azar, una broma o de las locuras de Sid Barrett fue  el bautizo de Pink Floyd, que nada tiene que ver con “fluidos rosas”. En absoluto. En realidad eran los nombres de Pink Anderson y Floyd Council, dos “bluesman” que Sid mantenía en los altares. Sus primeros temas iban en esa dirección hasta que por el camino se cruzó la psicodelia que lo cambió todo. En 1965, quedaron así definitivamente nombrados y comenzó una larga historia que llega hasta nuestros días, plagada de éxitos memorables durante los setenta –en especial “The Dark Side”, el segundo disco más vendido de todos los tiempos, y el monumental “Wish you were here”- y una excelente decadencia desde entonces.

En la relación de grandes excéntricos del pop-rock ocupa un lugar destacado Jim Morrison, cuya muerte ni siquiera está del todo clara, más allá de que probablemente falleció a los 27 años en París, donde se supone que está enterrado. Morrison era más un poeta que un músico y en ese mismo 1965 en que los Pink Floyd daban sus primeros pasos nacía The Doors, es decir “las puertas. En este caso se trataba de un homenaje a la obra de Aldous Haxley, “Las puertas de la percepción”, que a su vez se basaba  en un verso del poeta William Blake, donde las drogas y la psicodelia guiaban en la búsqueda del “otro lado”. Jim reinó durante cuatro o cinco años. Una vez desaparecido, las puertas siguieron abiertas pero sin él ya nada era posible: no olvidemos el estúpido “No me molestes mosquito” del primer álbum sin Morrison.

Ni siquiera la mejor banda de la historia pudo evitar las modas. A principios de los sesenta mandaba la “Generación Beat”, literalmente “golpe”, y los Beetles -los escarabajos”- decidieron hacer una combinación de imposible traducción mezclando su nombre original con el de la generación literaria de Kerouac y compañía, que produjo un auténtico impacto sobre los jóvenes de hace más de medio siglo. Al parecer fue una ocurrencia de John Lennon, a quien le gustaban los dobles significados. El resultado fue Beatles, donde había “golpe” y “escarabajos”, una denominación absurda que confirma que carece de importancia como se llame una banda.

Sus competidores, los Rolling Stones, lo tuvieron más claro: se definían abiertamente como chicos malos, y de ahí su nombre, que significa “cantos rodados”, pero que se podría traducir mejor como “balas perdidas”. Una curiosidad: sólo en España se les llama “los Rolling”, en todo el mundo se les conoce como los Stones.

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