Hace 2.200 años: el mundo pudo haber sido muy distinto

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Este pasado mes de agosto se cumplieron exactamente 2.200 años de la batalla de Cannas, la más importante del mundo antiguo, donde se jugó el destino del mundo, que pudo haber sido otro muy distinto.

A principios de agosto del año 216 antes de Cristo se desarrolló en la llanura de Cannas, en la costa adriática italiana, la mayor batalla de la antigüedad, saldada con la victoria absoluta de Cartago gracias a su general Aníbal y la derrota más severa sufrida por Roma a lo largo de sus 1.100 años o si se quiere los más de 2.000 incluyendo su apéndice bizantino hasta la caída de Constantinopla. En Cannas, en plena II Guerra Púnica, la República de Roma se lo jugaba todo y decidió poner sobre el tablero ocho legiones con unos 70.000 hombres frente a los menos de 40.000 con los que contaba Aníbal. Se trata de uno de los episodios más célebres de la ciencia bélica y todavía hoy se enseña en las academias militares como ejemplo de destrucción total de un ejército en un solo golpe. Incluso en la primera Guerra del Golfo el mando americano utilizó la táctica de Aníbal con éxito.

Es bien conocido lo ocurrido, y aunque la crítica más moderna pone en cuestión la estrategia y considera que se trataba tan sólo de aplicar la más vieja táctica de rodear al enemigo, ni los contemporáneos ni los historiadores durante siglos lo han visto así sino como un rasgo de genialidad del cartaginés. El ejército romano decidió desplegarse aprovechando su número sobre la llanura, concentrando las legiones para hacer un ejercicio de fuerza sobre el frente del enemigo, percutiendo sobre él. Aníbal decidió dejarse “comer” el terreno, retrocediendo en su vanguardia, mientras con sus alas fue cerrándose sobre los romanos con la infantería, en tanto que la caballería lograba imponerse a la romana y cerrar el círculo por detrás, impidiendo que pudieran retroceder o escapar. Lo que vino a continuación fue una carnicería impensable: muerte a un ritmo de tres legionarios por segundo hasta un total de 50.000. Cartago perdía unos 10.000 soldados. 

La derrota de Roma fue tan absoluta que todo parecía perdido, pero Aníbal decidió no ir contra la Urbe, una decisión que todavía hoy no se entiende. La mayoría cree que lo hizo porque no estaba en condiciones de plantear un largo asedio, otros porque entendía que la mejor táctica consistía en separar a las ciudades aliadas de la capital para así reducir el tamaño de la República. En parte lo logró y Capua, entre otras de importancia, se pasó al bando cartaginés. Pero a la larga supuso un respiro para Roma, que se pudo recuperar y trasladar la guerra primero a Hispania, donde tomó Cartago Nova, y finalmente a África, obligando a Aníbal a abandonar Italia y defender Cartago en la famosa batalla de Zama, donde fue derrotado por Escipión…

Si Aníbal hubiera acabado con Roma y proclamado el triunfo cartaginés en la II Guerra Púnica la Historia habría sido otra en todos los aspectos. En primer lugar, al trasladar el eje del poder en el Mediterráneo de Europa a África. En segundo, porque todas las lenguas de raíz latina, e incluso el inglés, con un 40% de palabras “importadas” a su vocabulario y el alemán, con un 20%, serían hoy otras, procedentes probablemente del fenicio, una lengua entroncada con otros idiomas semitas, como el árabe o el hebreo, y en definitiva, el mundo habría sido muy distinto al que conocemos. Lo tuvo en su mano Aníbal, hasta ahora 2.200 años…
 

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