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JRJ y Z. Camprubí, palabras de amor

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photo_camera Zenobia Camprubí y Juan Ramóm Jiménez (1916).

 La vida del adalid del modernismo patrio, junto a Machado o Unamuno, fue agitada, con altibajos -a nivel personal o económico-; la única constante fue la poesía, y el amor

“Monumento de amor”, le dicen ahora. 700 cartas (1913-1956) entre Juan Ramón Jiménez, el poeta, y Zenobia Camprubí, la mujer que salvaguardó sus intereses hasta el último aliento de vida, literal.

   La vida del adalid del modernismo patrio, junto a Machado o Unamuno, fue agitada, con altibajos -a nivel personal o económico-; la única constante fue la poesía, y el amor. A Zenobia la conoció en la Residencia de Estudiantes, en 1913. Es la institución quien afronta ahora la publicación de este laberinto de misivas, tras una larga década de puesta en orden de materiales dispersos del autor del “Diario de un poeta recién casado”.

“Qué trabajo me cuesta / llegar, contigo, a mí”, le versaba entonces a su mujer. Un material disperso por el exilio, quien abandonó una biblioteca que sería arrasada. Antes, en 1916, fue quien de cruzar el charco rumbo a nueva York, para casarse en la iglesia católica de St. Stephen, y evitar así la oposición familiar a un matrimonio con un hombre que veía la vida a través del verso. “Yo procuraré siempre ser una buena mujer para ti... para ayudarte a ser valiente, para no ser una carga y para empujarte siempre para arriba en todo lo que alcancen nuestras almas”, le decía. 

   La mayoría de las cartas fueron en los primeros años, lógico, una guerra epistolar para vencer resistencias, aunque obstáculos no cesaron nunca.

   Después de la Guerra, el exilio, Cuba, Miami, Washington, Maryland, Puerto Rico, siempre donde el poeta se encontrara más cómodo en un país que no hablaba el idioma de sus rimas y se resistía a su lengua. Juan Ramón era de carácter agrio y enfermizo, aquejado desde muy pronto de sus crisis nerviosas que le maleaban aún más el gesto, ella se afanaba en los cuidados, obviados los propios, a sabiendas de un tumor descubierto en 1931, que no quiso tratar. Zenobia renuncia a su propia vida intelectual, con trabajos menores en la universidad para velar por JRJ. En 1956 el cáncer, ya tratado, reaparece. No merma en desvelos por el poeta.

Muere en octubre de 1956, tres días después del Nobel. “A Zenobia de mi alma, de su Juan Ramón, que la adoró como la mujer más completa del mundo y no pudo hacerla feliz. J.R. Sin fuerza ya”, escribe en una dedicatoria sintomática ya del destino. Le sobrevivió casi dos años, ambos habitan para siempre en Moguer. 
 

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