En el pasado fue colaborador de Kendrick Lamar o Snoop Dogg y ahora, en el presente, escribe el jazz más brillante
El jazz. Ese género. Hay quien lo denomina el “género de géneros” porque en realidad todo suena a jazz y a la vez nada se le parece. Difícil explicación.Pero cuando uno se adentra en su universo y se deja llevar, ya nunca vuelve a mirar igual su vieja estantería de LP’s. De repente todo lo anterior parece menos brillantes, menos perfecto, menos musical. Peligroso cuando la belleza llega y todo a su alrededor brilla con menos luz.
Hay que tener cuidado y no dejarse deslumbrar, para seguir disfrutando de todo, de cualquier género, de cualquier sonido. Y es precisamente ahí, en esas bifurcaciones del jazz, donde músicos como Kamasi Washington encuentran el espacio necesario, el universo de la improvisación. Un contexto en el que los acordes están por construír para dar rienda suelta a un talento que va mas allá de la propia música.
Este estadounidense no es un virtuoso del saxofón. Por lo menos no en este universo. No necesita rodearse de los mejores músicos contemporáneos porque sencillamente lo que lleva dentro es más embaucador que 50 notas por segundo. Kamasi es, ante todo, un renovador, una fuerza que mezcla estilismos musicales sin perder ni un ápice de cercanía.
Sobre todo, valga la contradicción, cuando navega en laberintos complejos y entrecruzados.Washington es el presente del género y quizás su futuro, aunque en el jazz, el futuro suele ser impredicible. De momento el escribe el presente tras haber vivido un atrevido pasado, con colaboraciones en su currículum con gente como Kendrick Lamar, Snoop Dogg o Quincy Jones. Quizás ahí, en eso, resida su éxito. En un trabajo sobre la búsqueda y la mezcla y la necesidad de cruzar fronteras.
Su directo es arrollador, una experiencia física y mental que pone patas arriba cualquier sala.Su primer disco, el tremendo y ambicioso “The Epic” (2015), lo situó en la casilla de salida. Y con el EP publicado el año pasado, “Harmony of Difference”, se ha puesto a la cabeza.
No lo busquen en el hilo musical de la llamada en espera de la compañía teléfonica de turno, tampoco lo encontrarán en el ascensor o en su bar. Kamasi está en casa, esperándolos para hacer temblar su estantería de EPs.
