Entrevista

Santiago Barreiros: Mirada eterna

photo_camera Santiago Barreiros.

No es el objetivo de su cámara, sino su mirada, la que lleva captando, desde 1975 la historia y la vida que lo rodea y ha convertido lo efímero en eterno.

Acaba de inaugurar “Xeografía do Efémero”, una exposición que recorre paisajes e instantes de la naturaleza que solamente un fotógrafo con un extraordinario sentido y una mirada certera puede captar. Santiago Barreiros (Ourense, 1950) ha recorrido todos los géneros de la fotografía: desde el fotoperiodismo, a los retratos, el paisaje, la fotografía industrial, la artística, pero sobre todo, la fotografía de la calle, de las calles del mundo, por las que la vida se mueve sin parar, hasta que él la detiene ante el visor de su cámara. 

¿Qué te llevó a ser fotógrafo?

Yo me di cuenta de que quería dedicarme a la fotografía cuando estaba haciendo la mili. Le vi a un compañero una cámara de fotos, una Minister D de Yashica y fue como ver a la mujer de tu vida. Me enamoré de ella. Tenía poco dinero y al cabo de un tiempo conseguí comprar una a plazos y comencé a hacer fotitos. A piedras, árboles… ayer, cuando estaba viendo esta exposición me di cuenta que yo comencé haciendo lo mismo que hago ahora. Así que mi trayectoria ha seguido un itinerario circular.

¿Y cómo te formaste? 

En el año 1972 no había ninguna escuela en España. Entones me fui a París. Allí conocí a alguno de los fotógrafos que hoy son los clásicos. Aprendía y al mismo tiempo trabajaba. La Región Internacional me ayudó, haciéndome encargos de fotografías de los emigrantes gallegos que estaban viviendo en París y su entorno. Cuando abrió la primera escuela en Madrid, en la calle Estrecho, volví a España y allí estuve tres años. Hacía reportajes para prensa para poder vivir mientras me formaba. Tipo, “Sara Montiel enseña su casa”.

Y finalmente, te estableciste en Ourense.

Sí. Con los muchos conocimientos teóricos y los pocos prácticos que había adquirido volví a Ourense y me asocié con un fotógrafo que estaba montando en ese momento su estudio que era Fernando del Río. La fotografía era mi pasión, pero también quería que fuese mi profesión y Fernando era un fotógrafo ya muy experimentado, con el que comencé a trabajar en Ourense.

¿Qué tipo de fotografía realizabas entonces?

A mí lo que me gustaba era la calle. Salir a la calle y hacer fotos. Lo que me habría encantado era ser uno de esos fotógrafos a los que revistas como Life o National Geografic enviaban a la India con un montón de carretes y todos los gastos pagados y que al cabo del tiempo, pero sin prisas, volvían con su reportaje. Pero nunca fui de esos, aunque me habría entantado. Pero eso sucedía con los fotógrafos que estaban en Londres, o en París o en Nueva York. Yo me instalé en Ourense  lo que primaba eran los paisajes. Hice muchos posters para bancos  y también fotografías para emigrantes. Para ourensanos que estaban en Argentina y en otros países, emigrados, que venían en verano y luego querían llevarse fotos de una carballeira, de una fiesta de su pueblo… y entonces se las enviábamos y las colgaban en las casas de Galicia en Buenos Aires, en La Habana... 

¿Cómo alternabas la fotografía que te gustaba hacer con la que te daba de comer?

Me gustaba, como te decía antes,  la fotografía de la calle y recorrí, sobre todo muchas ciudades, por casi todo el mundo. Pero en vez de recoger a lo Cartier Bresson, el instante decisivo, a mi lo que me interesaba eracaptar cómo se mueve la gente en las ciudades. siempre con el movimiento. Lo mostré en una exposición anterior que hice en el Simeón, hoy Marcos Valcárcel. Es todo lo contrario de lo que expresa la exposición actual, en la que lo que quiero transmitir es la calma. La calma que yo siento y que quiero que sientan quienes la vean. Y  eso no era incompatible con mitrabajo como fotógrafo industrial, de publicidad industrial. De hecho monté un estudio en los ochenta con el que trabajé mucho en ese campo.

La década de 1980 fue tal vez la edad de oro para la fotografía industrial en ourense. ¿cómo la viviste?

Muy de cerca. Fue la década de la moda gallega y trabajé mucho la fotografía de moda, para catálogos, para revistas... Y eso que a mí me gustaba imprimirle un poco de movimiento a la fotografía de moda, pero los diseadores preferían, entonces, el detalle, que se viese con la máxima definición cada modelo. Pero había más cosas, como por ejemplo el mundo del vino... fue una etapa muy intensa en ese terreno, sobre todo los años ochenta y noventa.

¿Y cómo es el mundo de la fotografía hoy?

Ha habido un cambio radical. No solo tecnológico, también conceptual, filosófico. Y no es que quiera pronerme trascendente. Pero hoy la fotografía se ha vuelto asequible a todo el mundo. Hoy con un móvil un poco bueno puedes hacer el reportaje de una boda, o lo que quieras. Y hoy hay mucha gente que consigue hacer buenas fotos. Es algo que se ha democratizado, sí. Pero volvemos a lo de siempre. Cualquiera puede conseguir una buena, buenísima fotografía. Pero el fotógrafo es el que siempre hace buenas fotografías, no solo una vez. Hablamos de técnica, de estética, de la capacidad de mirar antes de fotografiar. Independientemente de eso, la fotografía digital ha facilitado mucho el trabajo de los fotógrafos.  

¿Las bodas son un género?

Sí, yo hice muchas bodas. Y en verdad que se puede y se debe de hacer un trabajo tan digno en una boda como en cualquier otro género. Se puede hacer una auténtica obra de arte con una boda, puedes conseguir que sea un trabajo que te emocione. Al margen de gracias a ellas yo podía comer y viajar por el mundo adelante.

 Con tantos años de trabajo y tan diferentes trabajos ¿Cómo es tu archivo?

Yo creo desde 1975 hasta ahora, tengo un archivo que refleja cómo ha ido cambiando la sociedad. La sociedad, las ciudades, Ourense... El archivo es la memoria de una época y tu propia vida. De alguna manera es el legado del fotógrafo, lo que yo le dejo a mi hijo.

¿Qué es "Xeografía do efémero", tu exposición actual?

Este es un proyecto que comencé hace seis años. Empecé recorriendo Galicia, buscando paisajes, lugares, sobre todo de naturaleza y calma, como te había comentado, pero cuando volvía me daba cuenta de que eso no era lo que yo quería, hacía fotos de paisajes que ya estaban hechas. Yo no las sentía. Me paré una temporada y me dije: “Quieto. No se trata de ir a buscar la foto, sino de que sea la foto la que te busque a ti”. Volví a empezar, a viajar otra vez. me paraba en una carballeira, me fumaba un cigarro y, efectivamente, la foto me venía a buscar. Y ahí empezaron a salir. Luego me di cuenta que encajaban perfectamente con textos de Valente, el poeta que le da nombre a la sala de exposiciones.

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